La actualidad política española de 2016, un caso de estudio?

Hace unos 10 años, nos habrían preguntado si la corrupción era un problema en España y hubiéramos dicho que quizás si, pero seguro que con menos intensidad que en otros países de nuestro entorno. Pasan los años, y no hace falta entrar en detalles, para constatar que nos hemos puesto al día. Y esto, a pesar de que parezca mentira, es normal.

La corrupción siempre ha existido y siempre existirá. Es implícita a la condición humana –alguien recuerda "el poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente"?, de Lord Acton – y sólo la transparencia de los medios y la madurez democrática puede combatirla. Pero en España, el tema no acaba aquí. La corrupción ha generado un cambio muy relevante de paradigma a la política española. Y este cambio tiene que ver con tres factores de gestión: liderazgo, marca e innovación.

Liderazgo
España ha sido un país con suerte y ha tenido buenos políticos de diferentes partidos hasta los inicios de la década de los 2000, que permitieran entre otros, la Transición, la modernización del Estado, la entrada en Europa, superar el terrorismo, consolidar la democracia .... "El milagro español" y muchos años de progreso y bienestar económico.

Sin embargo, el liderazgo de los últimos años ha empeorado sustancialmente. Posiblemente, por la herencia de un exceso de optimismo económico. Y como consecuencia han salido nuevas iniciativas con nuevos líderes. Estos tienen un estilo renovado, menos defensivo y pasivo, líderes que buscan inspirar un amplio número de electores, especialmente los más descontentos, y que dicen estar dispuestos a tomar más riesgos para modernizar temas claves de nuestra sociedad y modelo. Y esta evolución se da tanto a la derecha como la izquierda. Muy posiblemente, también veremos, en los próximos meses, importantes relevos en el liderazgo de las marcas políticas más clásicas de la política española.

Innovación
Una de las premisas de la innovación es cubrir necesidades no satisfechas o mal satisfechas de los usuarios... o de los electores, en este caso. Claramente, esta circunstancia se está produciendo a la sociedad española, y en ambos costados del espectro político, el que demuestra que es un tema más estructural del que podría parecer.

También en Francia y en varios países norteños de Europa, para no hablar de Italia o Grecia han surgido nuevos partidos o se han refundado los clásicos. Probablemente, aquí el paradigma de la Transición tenga que ser revisado para una generación que ya no tiene miedo a la fractura social española de los años 30 y que ha visto como las marcas dominantes de la política nacional no han sabido gestionar de la mejor forma la profunda crisis económica, social, política y ética española. Este entorno ha favorecido la aparición de nuevas ofertas políticas, como se puede ver a raíz de los últimos resultados de las Elecciones Generales, objetivamente relevantes, puesto que cuatro meses después de las mismas, todavía no tenemos nuevo Gobierno.

Marca
Cada franquicia política es una marca que compite por un mercado. El de los votos. Y claramente, en España hay marcas políticas que han ido a menos y que se han gestionado mal. Son marcas que no han mantenido siempre la consistencia de sus valores, ni han mantenido la coherencia entre discurso político y gestión política.

Y hay marcas políticas que no han sabido verlo y han permitido una separación demasiado fuerte entre su posicionamiento y la realidad del mercado. Han jugado demasiado a corto y no han sabido gestionar situaciones complejas o adversas. Gestionar correctamente la adecuación de las marcas a un entorno cambiante y adverso es, como en todos los mercados, crítico.

Hoy, muchas escuelas de negocio hablan de ética y autenticidad de marcas. En productos y servicios es cada vez más importante. En política es sencillamente crítico. España ha entrado en una etapa de normalidad política, gracias a su madurez social. Esto implica que el "mercado político" innove de forma relevante cuando la oferta actual no sea satisfactoria; que la calidad del liderazgo político se ha vuelto más crítica y necesita ser recuperada; y que gestionar correctamente la ejecución del posicionamiento de la marca política se haya vuelto más clave. Nada que no conozcamos ya desde el mundo de la gestión empresarial.
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