Las grandes ciudades no son la solución

Finaliza el 2015, un año en el cual una de las constantes, en la mayoría de análisis, ha sido la importancia de la industria para lograr un modelo de desarrollo robusto y establo a largo plazo. Organizaciones, centros de estudio e institutos de prospectiva, sin olvidar algunas Administraciones, que habían aparcado en un rincón oscuro y escondido la importancia de la industria, ahora han redescubierto que sin ella el progreso social acontece una quimera, dado que es la industria quien tiene capacitado incorporar el adelanto técnico y científico a los servicios y productos, creando puestos de trabajo calificados en un entorno económico sostenible.

Una industria que mira al futuro saben que ya hace 34 años que llegó a los mercados la primera computadora portátil, unos ocho años después de la primera llamada con el teléfono móvil DynaTAC de Motorola, efectuada por un directivo de la compañía, un canal de comunicación que ahora es utilizado por más de 4.500 millones de personas, casi el 64% de los 7,2 millones de habitantes del planeta. Un resurgimiento de la telefonía sincrónico con Internet, el cual, en la década de los 70, era sólo un proyecto científico en los Estados Unidos y que hoy en día es utilizado por más de 3.000 millones de personas, un 44% de los humanos.

Todo un conjunto de tecnologías integradas a nuestras vidas y a los procesos productivos, que sin olvidar la robótica y la inteligencia artificial, ha cambiado las pautas de relación personal, de movilidad, de fabricación, de consumo y de reutilización y reciclaje. Unos cambios que aportan nuevos desafinaments arraigados en la digitalización, la intercomunicación, la cooperación, la sostenibilidad, el acortamiento de las cadenas productivas, la proximidad al cliente, el alargamiento del ciclo de vida del producto o la manufactura personalizada entre otras.

Aspectos que caracterizan la cuarta revolución industrial o industria 4.0, que obliga a organizar los procesos productivos de tal manera que integren rápidamente los adelantos técnicos y científicos y tengan una mayor adaptabilidad a las necesidades y oportunidades que emergen. Una revolución que puede impulsar cambios sustanciales de mayor alcance a los de la primera revolución industrial del 1800, impulsada por el vapor y energía hidráulica, a los de la segunda arraigados en la producción en serie de finales del siglo XIX y de la tercera caracterizada por la automatización de procesos, mercedes a la electrónica y a la conversión de información en conocimiento.

Aprovechar la ventana de oportunidad de este nuevo escenario requiere, conjuntamente con las exigencias asociadas a la inmediatez y la novedad, la asunción de toda una serie de nuevos atributos por parte de los directivos e industriales. Acontecen necesarios nuevos hábitos de cooperación estables, de complicidades y de confianza entre competidores. Aspectos que requieren mejorar la formación de todos los integrantes de las empresas. Una formación integral que haga el trabajador útil y adaptable a las exigencias de la Industria 4.0 y a los nuevos requerimientos de organización del trabajo y de vinculación con los resultados de la organización.

Pero a la vegada, es requerida la voluntad de las Administraciones para entender que la industria 4.0 y las nuevas pautas de relación personal y de consumo, como también la necesidad de vertebrar un modelo de desarrollo sostenible y de conciliación del progreso profesional con el personal, obligan a cuestionarse la viabilidad e idoneidad de las grandes metrópolis, asumiendo la necesidad y oportunidad de reequilibrar los territorios.

En este nuevo contexto, Cataluña tiene una enorme oportunidad de lograr nuevas y mejores cotas de desarrollo, si asume esta nueva realidad u oportunidad. Ciertamente está en una buena situación por entomar los nuevos desafíos y oportunidades. Por un lado, los más de 200 años del "saber" industrial de nuestro país lo explican y, por otro, el hecho que en 2015 la aportación de la industria sea mayor en valor absoluto que en el 2000. Ahora bien, la base industrial catalana, con la mirada puesta en los nuevos paradigmas, está excesivamente concentrada en el ámbito metropolitano, una área en el que se concentran el 61% de los puestos de trabajo industriales, el que comporta que haya más de 600.000 desplazamientos diarios entre los municipios que la conformamos, de los cuales el 53% se realizan en coche privado y sólo el 27% con transporte público. Desafíos que tendrían que ser entomats en la requerida y posible reindustrialización y desarrollados con criterios de reequilibre territorial.

Hacerlo comportaría no sólo la disminución de la contaminación, la siniestralidad o el consumo de energía y una mejora de la protección del medio ambiente y avanzar en la lucha contra el cambio climático. También aportaría un claro aumento de la calidad de vida por las disminuciones de los tiempos de desplazamientos, facilitando la conciliación de la vida profesional y familiar aumentando la renta disponible. Un re-equilibrament del territorio, arraigado con qué es mejor mover productos, que obligar al desplazamiento de personas, el que obliga a hacer valer las infraestructuras existentes y el potencial de las casi 25 ciudades de más de 25.000 habitantes, que hay fuera del ámbito metropolitano. Un hecho que requiere no sólo políticas y actuaciones para incentivar la implantación de nuevas industrias fuera de las grandes conglomeracions urbanas sino también, y acontece imprescindible, una clara mejora de las telecomunicaciones.

La globalización de proximidad, reduciendo distancias y haciendo las cosas posibles en todo lugar y todo momento, dibuja un nuevo mundo, donde el progreso social sincrónico con la sostenibilidad ha acontecido un reto asumible e indefugible. Es en este contexto donde las grandes metrópolis han dejado ser parto de la solución y son parte del problema. Es hora de definirlo y aceptarlo para aprovechar las oportunidades de la cuarta revolución industrial, entomant los problemas y reindustrialitzar con criterios de reequilibre territorial con el fin de garantizar la creación de puestos de trabajo, mejorar la calidad de vida y la preservación del planeta. A buen seguro que los industriales lo tienen asumido, hace falta ahora que la sociedad en su conjunto y las Administraciones también lo asuman.
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