Los años que vivimos peligrosamente

Miel Gibson y Sigourney Weaver protagonizaron el 1982 una famosa película, El año que vivimos peligrosamente, ambientada en la Indonesia de 1965, en plena revolución comunista. Tiempo de revueltas, incertidumbres y tragedias. Este año 2016, James Cameron (productor de Titánico ) ha realizado una serie casi homónima, Los años que vivimos peligrosamente, sobre el impacto del cambio climático. Y esta semana, un artículo del famoso físico Stephen Hawking publicado a The Guardian me ha hecho recordar las producciones anteriores. El título del artículo de Hawking es esfereïdor: "Este es el momento más peligroso por nuestro planeta".

Efectivamente, según Hawking, tenemos las herramientas para destruir el planeta –o, sin llegar a este extremo, para destruir la sociedad, la economía y el progreso conseguido en las últimas décadas-. Según Hawking, "no podemos continuar ignorando la desigualdad, porque tenemos los medios para destruir el planeta pero no para escapar del mismo".

Revolución –o populismo-, cambio climático y extensión imparable de la desigualdad. Esto es el que estamos viendo por todas partes y el que nos tiene que preocupar como sociedades y como individuos. El 2016 nos deja la constatación de que estamos escogiendo el camino equivocado: Brexit, Trump, emergencia de liderazgos autoritarios y agresividad geoestratègica en Rusia o Turquía. La herida abierta de Siria y la hemorragia de las muertes y las migraciones masivas provenientes del Oriente cercano. China (un país todavía dictatorial) convertida en superpotencia científica. Y Europa rasgada, con el eje Atlántico descolgado (los antiguos aliados surgidos de la II Guerra Mundial nos abandonan), y amenazada por la fragmentación y el extremismo político.

Lo diré alto y claro: soy partidario de una renta básica universal. Money for nothing. Una pensión mínima por el solo hecho de ser ciudadano. Es más, estoy seguro que es la única manera de evolucionar hacia un nuevo paradigma de progreso a escala mundial. Muchos no lo entienden, y afirman que "la gente tiene que trabajar". Estoy de acuerdo, pero ofrecer unos mínimos garantizados a todo ciudadano no significa que los individuos dejen de trabajar. De hecho, los estudios que se están realizando determinan que, si bien una parte de la población que tiene los mínimos garantizados renuncia a buscar un trabajo, otra parte equivalente (que percibe que su riesgo está cubierto) se lanza a desarrollar nuevas iniciativas emprendedoras. Y, en última instancia, que pasa si la gente quiere trabajar y no puede? Si el sistema resultante de la introducción masiva de tecnología no genera trabajo? Admitimos que haya millones de desamparados? La producción en masa generaba trabajo en masa. La tecnología en masa no lo hace.

Otros detractores dicen que "es insostenible". Y también es cierto (ahora), pero olvidan que avanzamos de forma decidida hacia un mundo extremadamente rico según la tecnología, pero sin mecanismos redistributivos. Los últimos opinadors contrarios afirman que "generaría mareas de inmigrantes". Y también tienen razón, pero no olvidamos que este movimiento y esta gran innovación social habría que implantarla de forma progresiva y bajo liderazgos internacionales o, como mínimo, continentales o supranacionales.

No hablo de un nuevo comunismo planificador y aplanador. En un sistema con renta básica universal, continuaría habiendo iniciativa privada. Hablo de dignidad humana en un momento (el primero de la historia) en que la tecnología nos permite la abundancia. De un momento en que podemos disociar la idea de "trabajo" de la idea de "ingresos". Y como lo haríamos? Es evidente que en estos momentos es inviable. Pero el primer hito –ahora si- es construir una economía basada en conocimiento. Algunos países pueden empezar a plantearse de verdad una renta básica universal porque son extremadamente productivos. Os imagináis que en Cataluña surgiera un Apple? No podríamos entonces plantear algo como una renta básica para todo el mundo? Recordamos que Apple tiene a caja un líquido equivalente al PIB de Cataluña. Y, si algunos países (por ejemplo al Golfo Pérsico) ya han implementado formas de renta básica universal porque tenían recursos naturales en abundancia, todo país hoy puede tener talento, conocimiento y tecnología en abundancia.

En un segundo paso haría falta una reforma fiscal en profundidad (una considerable "tributación tecnológica": para entendernos, es cómo si los robots pagaran Seguridad Social), y en un tercer paso, habría que eliminar las formas obsoletas de protección (pensiones, paro, y costosísimas redes asistenciales) y sustituirlas por esta renta única y universal. A muchos se los sonará a ciencia-ficción. Cómo cuando a las colonias textiles del 1900 se empezaba a soñar que –quizás algún día- los trabajadores tendrían la posibilidad de jubilarse con una pensión garantizada por el Estado. Pero yo estoy seguro que nuestros hijos lo verán. Es más, tenemos que luchar porque lo vean. Esperamos que estos años que vivimos peligrosamente sean sólo la cuna de una nueva forma de organización social que nos traiga a un mundo más rico, más emprendedor, más inclusivo y más sostenible.

 

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