Mañana será mejor

La segunda quincena de septiembre, desde hace años, representa el regreso a la cotidianidad después de la parada estival y las fiestas locales y nacionales que marcan el ritmo los primeros días de septiembre. Sin duda, una cotidianidad cambiante que, de forma acelerada, se aleja de aquella que caracterizaba la sociedad del final del segundo milenio y los primeros años del presente. Ya hace seis años que se evidenciaron los graves problemas asociados al periodo que los colectivos humanos se sumergían en un espejismo de falsa riqueza, sentados en el tren del endeudamiento desmesurado, el abandono de l'economía productiva industrial, y, un consumo insostenible que menystenia el futuro y la limitación de los recursos planetarios.

Al inicio del tercer milenio la capacidad de generar riqueza, de resistir las turbulencias cíclicas de la economía y de posicionarse de forma sólida en los mercados internacionales estaba seriamente tocada en muchos lugares. De esta frágil situación nuestro país no era una excepción, a raíz de la poca atención del sector industrial; de la vertebración y características específicas del sector productivo y la carencia de volumen de las empresas; y por las enormes dificultades para convertir los adelantos técnicos y científicos, de los centros de investigación y universidades , en productos diferenciales.

Asumir la realidad, diagnosticar con acierto los problemas, identificar soluciones y no rehuir de los retos asociados es, sin dudas, la única vía para cambiar las tendencias que nos traen las inercias y las actuaciones de terceros. Un hecho a menudo arraigado en la carencia de iniciativa propia y la incapacidad de asumir riesgo en la incertidumbre. La realidad es ahora suficiente conocida. En este contexto nuevo, que la crisis ha ayudado a cambiar, los datos e informaciones evidencian que el sistema productivo catalán ha aprendido una triple lección. La primera es que el mercado es el mundo y en él nos tenemos que dirigir; la segunda es que la competitividad es el resultado de una elegida configurada por la productividad, la capacidad innovadora y la localización en el lugar óptimo; la tercera es la relativa a la cooperación competitiva con criterios sectoriales e intersectorials.

Cuando que el mercado es el mundo por las empresas catalanas queda evidenciado en el volumen creciente de las exportaciones. En el periodo enero-julio 2014, las empresas ubicadas en Cataluña incrementan sus ventas al exterior en un 2,6% (35.435 millones de euros), un importe notorio y el que se hace más relevante si consideramos que el propuesto julio se lograron los 5.666 millones. Las exportaciones han logrado una cifra recuerdo e histórica, y han comportado que, en estos siete meses, Cataluña haya crecido el doble que el resto del Estado ( 1,6% interanual). La capacidad y voluntad exportadora de Cataluña -que ha teñido las prioridades de la mayoría de las empresas-, ha comportado que se ejecuten el 25% del total de las exportaciones del Estado español, que desarrolle un papel clave en el hecho que las exportaciones españolas sean, después de las alemanas, las que más hayan crecido en la Eurozona.

En cuanto a entender que no se puede asimilar competitividad a productividad , consecuentemente a coste y a reducciones salariales, hay que reconocer esfuerzo del sistema productivo al avanzar en los tres componentes que configuran la competitividad . En esta línea las mejoras de productividad han sido notorias, mercedes al ajuste de los procedimientos y la incorporación de tecnología, recuperando el espíritu que tan bien se evidenció el 1963 en la creación del Centro de Cálculo Sabadell, surgido con la voluntad primero de dar servicios informáticos a las empresas, una tarea ejemplar ahora continuada y potenciada de forma integral por UNIDO4. También es significativo el esfuerzo efectuado en innovación, especialmente en producto, como se desprende del creciente compromiso en inversiones en R D y muy especialmente en las aportaciones y colaboraciones de los centros tecnológicos, como Leitat y Ascamm, con las empresas. Dos componentes de la competitividad que requieren esser complementados por aquellos asociados a las infraestructuras y servicios propios de la localización física, aquí hay un largo camino a recorrer, donde las Administraciones tendrían que prestar una atención prioritaria y especial.

Finalmente en cuanto al tercer componente de competitividad , que obliga a la cooperación competitiva con criterios sectoriales e intersectorials, hay que reconocer que si bien queda mucho que hacer se han puesto las bases para lograrla. Ciertamente, carece que las empresas incrementen su volumen y que una vía para hacerlo es cooperar complementándose, pero este hecho no miedo esconder que hay mejoras significativas. Negar que las universidades y centros de investigación están más cerca de las empresas y que el diálogo y la rotura de barreras se está produciendo, fuera faltar a la verdad. También que la cooperación supramunicipal se empezó a producir, centrándose en la actividad económica y la generación de ocupación. Un hecho mejorable pero es incuestionable los adelantos que se producen. La Asociación de la B30 implantada en uno de los polos industriales y del conocimiento más importantes de Cataluña es una de estas evidencias a destacar.

El tercer cuatrimestre ya anda con fuerza, a buen seguro será un periodo complejo, rellenado de problemas y tensiones, pero todas ellas no pueden esconder el capitat existente, que tenemos las bases para aprovechar la bonanza que se divisa y romper las tendencias que dicen que mañana no será mejor. Tenemos las bases para hacer posible que la recuperación económica genere ocupación y llegue a la economía real, llegue a la ciudadanía.
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