Por què las mujeres no pueden programar?

Por què hay tan pocas mujeres programadoras en proporció a los hombres? Y cientímetes? Por què hay tan pocos negros astrofísics? Quién més quien menos se ha hecho estas preguntas y quienes més quien menos a la hora de responderlas ha echado de estereotipo o, como mucho, de busca a Google. Ahora hace 15 días Girls Who Code (Chicas que programan), una organització sin afán de lucro que trabaja para romper la barrera de gènere en el món de la tecnología, respondía la qüestió en una sèrie de vinódeos satíricos a YouTube que se han convertido en virales.

Los vinódeos están protagonizados por chicas adolescentes que explican en primera persona las razones por las cuales chicas como ellas no pueden programar: "Me molestan las pestañas para mirar la pantalla", "cuando miro el teclado me veo la canalera y me distraigo" o "cuando no estoy menstruant estoy ovulant". Una gran campaña.

Efectivamente hay muchas menos mujeres programadoras que hombres. Las cifras no admiten matices: por cada mujer que se gradúa de informàtica, hay cinco hombres. Según datos de la OCDE, en 2012, y després de seis años de decrecimiento, se graduaron informàtica en España 1.588 mujeres, cifra similar a la de 1998. La situació és particularmente dramàtica si tenemos en cuenta que és precisamente en el sector de las tecnologías de la informació donde crece més la ocupació. Podríme extender la pregunta a las carreras de ciències y veuríme que las (des)proporciones se mantienen. Por què?

De entrada podemos descartar el cunyadisme biològic que dice que el cerebro de los hombres ya viene de hacèbrica programado para desmontar un coche de juguete y el de las mujeres para parar mesa a las muñecas. Un estudio liderado por la neurocientífica Dra. Daphna Joel de la Universidad de Tel-aviv analizó las característiques de los cerebros de 1.400 individuos para concluir que entre los cerebros de hombres y mujeres hay pocas diferències estructurales. Los cerebros se distribuyen en un continuo que va de la masculinidad a la feminidad, donde la banda masculina cuenté estructuras cerebrales més típicas en hombres y la banda femenina més típicas en mujeres. El estudio demuestra que muy pocos cerebros —entre un 0% y un 8%— presentan estructuras només de hombre o només de mujer. Bàsicament el que se desrprén del estudio és que hay muchas maneras de ser hombre y muchas maneras de ser mujer.

Així pues por què este desequilibrio? Paradójicamente, la respuesta la podemos encontrar en la experiència vital de un hombre negro, atlètic y de dos metros de alçada: el astrofísic y divulgador —lo habéis visto a Cosmos— Neil deGrasse Thyson. En una conferencia en que participaba alguien preguntó a los miembros de la mesa sobre por qué hay tan pocas mujeres científicas. La pregunta literal fue "Què pasa con las tías y la ciència?" que por el tono y el elecció de las palabras cuentó la respuesta en ella misma. Neil deGrasse respondió desde su experiència con un irònic y profundo a la vez: "No he sido nunca mujer però he sido negro toda mi vida".

A continuació explica que cuando era adolescente y decía a sus profesores que quería ser astrònombre, se quedaban extrañados de que un chico alto y atlètic como él no se volgués dedicar al deporte. Tuvo la suerte de tener las ideas claras y mucha determinació ya de muy joven para poder vienèncer los estereotipos sociales: un chico negro que quiere ser científic és el camí de màxima resistència contra las fuerzas de la sociedad —afirma. El que no sabremos nunca és cuántos cómo él, con las ideas no tan claras, cedieron a estas fuerzas y se quedaron en joven prometida del bàsquet jugando en una liga menor.
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