Progresividad o tarifa plana?

Antes de analizar si es conveniente o no el aumento de impuestos creo que se tendría que reflexionar sobre los siguientes puntos. En primer lugar, la disminución del gasto público. Es decir, se tiene que controlar el gasto público, la cual ha aumentado exponencialmente en los últimos años. Al crecer el gasto público los gestores sólo pueden pagarlo con el aumento de impuestos. Si no se reduce el gasto público, no se podrán reducir los impuestos que son su única vía de financiación.

En segundo lugar, es necesario estudiar el aumento exagerado de impuestos que provoca la deslocalización humana y de capital. En un mundo globalizado, no nos podemos permitir que otros países capten nuestro capital humano y recursos dineraris, puesto que sin ellos el empobrecimiento será cada vez más grande. Las empresas tienen que crear riqueza para que la misma se transforme en lugares de trabajo, y esto no se consigue con el aumento de impuestos de forma exagerada sino todo el contrario, de forma controlada.

En tercer lugar, hay que analizar la limitación de impuestos en las diferentes autonomías que comporta una recaudación mínima que a la vegada provoca un mayor gasto público. Gasto público que compensa la limitación de la recaudación autonómica pero que además genera más gasto por la contratación de nuevas personas que tienen que controlar la mencionada gasto público. Kafkià? Y tanto! Pero es una situación que vale la pena ser estudiada y modificada.

Actualmente se pagan en concepto de impuestos en Cataluña hasta un 60% del que un contribuyente gana durante un año si sumamos la recaudación por el IRPF y la del Impuesto sobre el Patrimonio. Este 60% que queda tan frío, quiere decir que el contribuyente catalán que ha ahorrado toda una vida, trabaja para el Estado algo más de siete meses el año. Si sólo tenemos en consideración la recaudación por el IRPF, puesto que algunos contribuyentes no han podido generar patrimonio, es decir ahorro, entre otras cosas porque han pagado impuestos toda su vida, en este caso se paga en concepto de impuestos nada más y nada menos que un 48% o, el que es el mismo, trabajar para el Estado sólo seis meses el año. Si a todo esto le añadimos el IBI, las tasas que graban los inmuebles, el Impuesto de Sucesiones, el de Transmisiones Patrimoniales, etc., veremos que la tributación es elevadísima, no pudiéndose exprimir más al sufrido contribuyente.

Desde la primera reforma fiscal "Reforma Ordóñez" del año 1979, los impuestos han ido subiendo exageradamente, desde un 12% que se pagaba en aquellas épocas por las rentas del trabajo, hasta hoy en día que se paga hasta un 48%. Donde está el límite?

Nuestros políticos gobernantes sólo se preocupan de aumentar el gasto público, no sólo en aquello que es necesario como la sanidad, la educación o la investigación, partidas que creo que son imprescindibles, sino también, y esto es lo más grave, en gasto público innecesario cómo son los cargos de confianza, políticos, etc. Sería conveniente conocer cuál es el gasto público generado por el Parlamento Español, el Senado, los parlamentos de las diferentes Autonomías, las Diputaciones, los Ayuntamientos, los Consejos Comarcales, y una infinidad de empresas semipúblicas (SOREAS, SABAS, etc.), el gasto de las cuales es exponencial, pero que no se recorta sino que se amplía para poder colocar los "excedentes".

No tendrá algo a ver el aumento de impuestos con el aumento de paraísos fiscales y diseños fiscales que intentan evitar este desmesurado pago de impuestos? Por qué nuestros profesionales, artistas y ejecutivos de primer nivel se domicilian en territorios donde la fiscalidad es muy inferior con el perjuicio que el dinero sale de nuestro país?

Nos tendríamos que plantear si es oportuno aumentar los impuestos o en cambio, dejar los impuestos progresivos pero hasta un límite, y un golpe llegados a este límite bajar la tributación. Un ejemplo podría ser que el impuesto fuera progresivo hasta 300.000 euros, pero a partir de esta cantidad se pagara un tipo fijo como puede ser el correspondiente a las rentas del ahorro. Con esto conseguiríamos que el contribuyente que obtiene grandes rentas contribuya al sostenimiento de los gastos públicos, convencido que no se sentiría expoliado y que al quedarse la riqueza al país generaría más riqueza indirecta. Pensamos en la Ley Beckham que fomentó que las rentas tributaran aquí, quedándose la riqueza en el país.
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