La sabiduría de Shakespeare , en boca de Macbeth, nos recuerda que la vida "es un cuento, narrado por un loco, pleno de ruido y furia, que nada significa". El ruido mediático de estos días me ha hecho pensar en las veces que el ruido ha impedido a nuestras empresas pensar con lucidez. Este mismo ruido que tantas veces se ha concretado en las manifestaciones internas o al exterior en que parece que el importante es hacer fressa ya sea para impactar los otros, el mercado o esconder la misma incompetencia. Cómo dice el refrán, "mucha fressa y poca asea".
Quiero reivindicar aquí, pues, la relevancia de un determinado silencio, el de la tranquilidad interior y la profundització pausada pero constando que permite analizar tendencias y mercados , dibujar estrategias, hacer investigación, repensarse o incluso comunicarse adecuadamente. Muy a menudo la posta en valor de este silencio se corresponde con la visión a medio y largo plazo y, por supuesto, con el soft power la carencia del cual ha traído a la caída de muchos empresarios y directivos de éxito.
Me gustó mucho una frase que leí del blog de Josep Maria Lozano: "El insondable silencio de Vermeer no es otra cosa que una educación de la mirada". Educar la mirada para adentro de nuestras organizaciones, y educarla para ver el exterior sin furia ni ruidos! Tendríamos que establecer como obligación empresarial –y personal!- la de observar periódicamente un rato de silencio y soledat diarios, sin móviles, sin interrupciones, sin hacer nada "útil".
Obviamente rechazo el silencio, hijo del miedo o de la indecisión, o de la ignorancia (aunque en este último caso, puede ser mejor callar...). Silencio no quiere decir que no hables o que no hagas nada. Silencio es también saber elegir los momentos en que hay que hacer ruido.
Dicen que cuando los extraordinarios filósofos del Círculo de Viena, (Schlick, Gödel, Carnap y otros), valedores de la concepción científica del mundo, querían discutir entre ellos, salían del silencio de las bibliotecas y se reunían al Café Arkaden para hacerlo de gusto y no molestar sus compañeros pensadores.
Quiero reivindicar aquí, pues, la relevancia de un determinado silencio, el de la tranquilidad interior y la profundització pausada pero constando que permite analizar tendencias y mercados , dibujar estrategias, hacer investigación, repensarse o incluso comunicarse adecuadamente. Muy a menudo la posta en valor de este silencio se corresponde con la visión a medio y largo plazo y, por supuesto, con el soft power la carencia del cual ha traído a la caída de muchos empresarios y directivos de éxito.
Me gustó mucho una frase que leí del blog de Josep Maria Lozano: "El insondable silencio de Vermeer no es otra cosa que una educación de la mirada". Educar la mirada para adentro de nuestras organizaciones, y educarla para ver el exterior sin furia ni ruidos! Tendríamos que establecer como obligación empresarial –y personal!- la de observar periódicamente un rato de silencio y soledat diarios, sin móviles, sin interrupciones, sin hacer nada "útil".
Obviamente rechazo el silencio, hijo del miedo o de la indecisión, o de la ignorancia (aunque en este último caso, puede ser mejor callar...). Silencio no quiere decir que no hables o que no hagas nada. Silencio es también saber elegir los momentos en que hay que hacer ruido.
Dicen que cuando los extraordinarios filósofos del Círculo de Viena, (Schlick, Gödel, Carnap y otros), valedores de la concepción científica del mundo, querían discutir entre ellos, salían del silencio de las bibliotecas y se reunían al Café Arkaden para hacerlo de gusto y no molestar sus compañeros pensadores.
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