Sin trabajo, sin progreso colectivo, el futuro es imposible

A lo largo del pasado mes de enero y principios de febrero, se han ido conociendo los datos que concretan el activado económica del 2014. El primer aspecto a destacar es que en España se ha roto la tendencia de crecimiento negativo del PIB que se arrastraba desde 2007. A la vegada que la previsión de crecimiento por el 2015, que ha efectuado la Unión Europea, indica que se situará en un 2,3% y en 2,5% el 2016. Previsiones de crecimiento que también las corrobora el Fondo Monetario Internacional, si bien en porcentajes algo más bajos (2% por el 2015 y 1,8% por el 2016), unos porcentajes significativos si consideramos que se estima que el crecimiento mundial se situará en 3,7%.

Ahora bien, estas previsiones de crecimiento no van acompañadas de creación significativa de puestos de trabajo -un hecho que genera desigualdad, exclusión y pobreza-, puesto que cómo explica la Unión Europea (UE) la tasa de paro seguirá por encima del 20%, inclús el 2016 (el 2014 se ha situado en el 24.7% de la población activa), una tasa enorme que duplica la media prevista a la UE, que se situará en el 10,9%. Es el doble del Alemania, que rondará el 4,8% o la del Reino Unido del 5,4%.

España tiene unos porcentajes de paro enormes, que en el caso de los jóvenes sobrepasa el 50% y que ponen evidencia, por un lado, la debilidad del modelo productivo existente al Estado y por otro, la carencia de políticas activas para facilitar la creación de empresas y la consiguiente creación de puestos de trabajo. De hecho, la necesidad de disponer de políticas que incentiven la creación de puestos de trabajo bien avalada por las previsiones de la Organización Internacional del Trabajo, que estima que de no haber cambios sustanciales, la tasa de paro no se situará por debajo del 21% hasta el 2020.

Consiguientemente, crear ocupación tendría que aconteceré el eje conductor de todas las políticas. Hay que trabajar para crear lugares de trabajos estables, de calidad y capaces de soportar las turbulencias económicas que de forma periódica se presentan por todas partes.

En este contexto hay que analizar la idoneidad y la fortaleza de los modelos productivos. En esta línea, un golpe constatado que los modelos con fuerte base industrial exportadora son los que han contenido la destrucción de ocupación y el mantenimiento del trabajo estable, hay que afirmar nuevamente que sólo un modelo fundamentado en la industria, con capacidad de competir en los mercados internacionales, tiene las potencialidades para crear de forma significativa puestos de trabajo, tanto de forma directa, como ser tractor de aquellos asociados a los servicios de alto nivel e indirectamente, mercedes a la creación de ocupación, potenciar el consumo y el comercio.

Cuidar la industria, como palanca aportadora de trabajo estable y de calidad, acontece imprescindible. Hacerlo obliga a que la economía productiva acontezca de nuevo prioritaria en las políticas de todas las Administraciones, se solucionen las problemáticas existentes, cuando las áreas industriales, se simplifican y eliminen progresivamente las trabas burocráticas existentes, se ajuste la formación ocupacional y profesional a las necesidades específicas del tejido productivo de la ciudad, se potencien la colaboración Universidad-Emprendida, se homologuen los precios de las telecomunicaciones y energía con los países de la UE con quienes se compite y se disponga de financiación suficiente y en condiciones oportunas.

Se mire como se mire, crecer sin ocupación no es ninguna buena noticia, puesto que un crecimiento sin ocupación no aporta progreso económico al conjunto de la ciudadanía, por lo tanto sin progreso colectivo el futuro no sólo es una quimera, es imposible.
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