TTIP: comercio libre o comercio impuesto?

La actividad comercial es más antigua que la actividad agrícola. En el continente europeo hay indicios de comercio entre puntos alejados desde la época paleolítica, hace 30.000 años. Las condiciones climáticas varían mucho de un lugar a otro. También lo hacen las dotaciones de recursos naturales, mano de obra, capital y tecnología. Estas diferencias facilitan la especialización en la producción de aquellos bienes por los cuales se está comparativamente mejor dotado, de forma que se puedan obtener a un coste más bajo.

Cada país tiene interés a exportar todo producto obtenido a un coste más bajo que en el extranjero. Y al revés, le conviene importar cualquier producto cuando este sea más barato en el extranjero. Mientras España necesita el petróleo del Arabia Saudí, el país árabe importa mercurio de las minas de Almadén. Y mientras el Penedès exporta cava en el centro de Europa, Cataluña compra maquinaria y tecnología alemana.

El comercio promueve la prosperidad y la convivencia pacífica de los pueblos. Cómo decía Montesquiu, "las costumbres son dulces allá donde hay comercio". Y al revés, las trabas y la hostilidad al libre comercio pueden derivar en peligrosas conflagracions bélicas. El comercio es un proceso de intercambio natural que aumenta las posibilidades de producción, incrementa la ocupación y promueve una mayor eficiencia de los factores productivos. El comercio incrementa también la sana competencia, debilitando los monopolios u oligopolios gubernamentales que perjudican los consumidores.

Los economistas Sachs y Warner, de la Universidad Harvard, han elaborado un estudio sobre los efectos del comercio, demostrando que los países con políticas librecambistas tienen un crecimiento entre 3 y 6 veces superior al de los Estados proteccionistas. En otro estudio de los economistas Frankel y Romer se sostiene que si un país amplía sus intercambios comerciales en el 10% del PIB, la renta per cápita aumenta entre el 5 y el 20%. Aplicado en un país como Nigeria, esto significa sacar de la pobreza 25 millones de sus habitantes.

En general, cuando un país ha impulsado el libre comercio y otro se ha abstenido de hacerlo, el primero crece más que el segundo: el Vietnam y Birmania, Costa Rica y Honduras, Uganda y Kènia, Chile y Bolivia. Las economías pueden crecer más rápido si aprovechan la prosperidad y tecnología otros países. Inglaterra tardó 58 años a duplicar su nivel de riqueza el 1760, el Japón tardó sólo 34 años a duplicar su riqueza el 1880 y Corea del Sur únicamente 11 años para hacer el mismo el 1980.

La ley de la ventaja comparativa del economista clásico inglés David Ricardo demuestra que cada país obtiene beneficios de la especialización, y posterior intercambio, en la producción en la cual es relativamente más eficiente. Este principio económico, que no es evidente por si mismo, es uno de los pocos principios en el que la mayoría de economistas y académicos estarían de acuerdo. Y es un consenso que hay que reforzar y traer a la práctica. Se hizo muy bien durante el siglo XIX, el siglo de oro de la civilización occidental; se rompió completamente durante buena parte del siglo XX, con la barbarie destructora de las dos guerras mundiales; y se volvió a hacer bastante bien en la posguerra más temprana. Las hostilidades comerciales, pero, han vuelto a aparecer. La rotura del último vínculo monetario con el oro, el agosto del 1971, y la adopción generalizada de tipo de cambio flexibles supone el regreso a las políticas oportunistas de devaluación y empobrecimiento del vecino.

La cursa para ver quién devalúa más su moneda no contribuye a un entorno estable ni fomenta el comercio. Recientemente, la OCDE ha alertado del enfriamiento del comercio mundial y de sus efectos recesivos. En este contexto, los gobiernos de los EE.UU. y de la UE están negociando un tratado de libre comercio traducido como Asociación Transatlántica por el Comercio y la Inversión (TTIP). Se prevé que el acuerdo se formalice a finales de este 2015.

En principio, el fomento del comercio es positivo. Enseguida, pero, se se da cuenta que detrás la noble fachada del intercambio comercial se esconden los intereses oscuros y sórdidos de los gobiernos y de las grandes empresas, que incrementarían su poder y rebajarían los niveles de protección social y medioambiental. Bajo el paraguas protector del comercio, se mueven los intereses inconfessables de los lobbies que parasiten el Estado. El tratado busca un acuerdo intergubernamental sobre la muchedumbre de normas y regulaciones administrativas que atenazan el comercio, incluyendo los alimentos transgénicos y la regulación del sector financiero. El TTIP podría significar la entrada en Europa de alimentos contaminados por transgénicos no autorizados y considerados ilegales actualmente. Y a esto le dicen tratado de libre comercio?

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