'Yes, we can'

No seré yo el que diga que la publicidad de antes era mejor o que los anunciantes de antes eran mejores. Pero sí que seré uno de los que diga que a los publicitarios de antes se los respetaba más. Hablo de la publicidad política de este país, seguramente es un gran ejemplo de las cosas mal hechas.

Aunque no se lo crean, normalmente los partidos políticos trabajan con las mejores agencias de publicidad, las que tienen los mejores creativos y las que ganan premios de creatividad en festivales internacionales.

Sin embargo, nunca una campaña política ha ganado ningún premio en estos glamurosos festivales y son muy pocas las agencias que en sus credenciales enseñan con orgullo sus campañas políticas.

Por qué? Porque son muy malas. Y porque son muy malas? Pues porque en realidad y, en general, no están hechos por las agencias creativas sino por los mismos partidos políticos que influyen, manipulan y cambian como ellos quieren los criterios de las agencias de publicidad a que pagan. Absurdo? Pues sí.

El resultado es que cada campaña es más del mismo. La foto del candidato, una frase 'resultona' y el logo del partido muy grande. Todo muy aburrido, insulso y poco excitante. Y la televisión, aburrida, previsible y repetitiva. Sin capacidad de sorpresa. Muy poco interesante, la verdad. Y con muy poca o ninguna efectividad y capacidad de interesar al votante.

Todos tenemos a la cabeza la campaña que trajo Obama a la presidencia de los Estados Unidos. El reto era espectacular, convertir a una persona negra en presidente de una nación en la cual el racismo está a flor de piel. Y lo hicieron. Seguramente Barack Obama se lo ganó, pero su gran campaña de publicidad ayudó sin duda. Ahora serán capaces de colocar a la presidencia a un tipo como Donald Trump, declarado xenófobo, racista y varias cosas feas más.

La publicidad, la buena publicidad, es capaz de esto y mucho más, porque hay gente con talento que sabe hacer muy bien su trabajo, pero aquí, desgraciadamente preferimos nadar a la mediocridad.

Estamos en una época de entendidos y de sabidos, en la cual muchos entendidos bajan la cabeza y guardan su sabiduría y talento por sus horas libres y prefieren acatar órdenes de los enterados que saben menos del que piensan que saben. Al final, entre los dos acaban perdiendo una gran oportunidad de marcar un gol y ganar el partido a la competencia. Que es en definitiva el que toca.
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