Una mejora de las perspectivas económicas que, se fundamentan, en el hecho que las exportaciones han logrado niveles de récord, en la mejora de la competitividad de las empresas, y la estabilización del sector financiero. Un nuevo escenario que no olvida que la mejora ha residido en gran parte en el enorme esfuerzo de las familias, la pérdida de prestaciones, la disminución de salarios, y un paro, especialmente entre los jóvenes, que hipoteca el futuro personal y colectivo.
Aprovechar la mejora de las perspectivas económicas es una obligación indefugible por parte de las empresas. Un hecho que las obliga a evolucionar en una serie de aspectos que nos anclan en la crisis. Cambiar para avanzar obliga en primer lugar de la administración de la actividad a la gestión de los procesos y el capital, especialmente el capital el humano; en segundo lugar, que asuman que la época de la demanda ya es historia, y que hay que asumir que ahora el escenario es el del hiperoferta; en tercer lugar, entender que la limitación reside al ceñirse a las capacidades internas que conducen a aceptar inercias continuistas, y que no se puede olvidar la enorme potencialidad de cooperar para competir; en cuarto lugar, que los modelos organitzacionals jerárquicos, fundamentados en el control y la poca transparencia, tienen que ser reemplazados por aquellos basados en el compromiso, responsabilidad, la información y la gestión del talento. Finalmente, que más que adaptarse es requerido evolucionar, asumiendo riesgo y buscando la excelencia.
Un conjunto de retos sin duda alcanzables por las empresas de nuestro país, atendido el dinamismo empresarial y la creatividad que ha caracterizado el tejido empresarial industrial catalán, que ha asumido durante décadas el rol de motor del progreso. Unas características que hacen posible, aceptando los desafíos, emprender el camino de recuperación que se dibuja ante nuestro. Un camino que obliga anticiparse a los retos de la ventana de oportunidad, la cual se obra ante nuestro después de casi 6 años de pesadillas y pérdida continuada de calidad de vida. Unos cambios que se tienen que fundamentar en el talento de las personas, la capacidad innovadora, la inversión tecnológica, y en la confianza que nos otorga saber que el tejido empresarial catalán aporta el 20% del PIB de Espanyol.