La comunicación informal ahora también es por escrito

Soy de esa generación a la que nos enseñaron a dar siempre una buena impresión cuando estamos en público. Pórtate bien, saluda, no te pongas el dedo en la nariz, no señales, no corras, no grites, no toques, y sobre todo lleva siempre la ropa interior limpia. Seguro que el médico se fijará antes en tus calzoncillos que en el pie roto por cuatro sitios. Y lo reconozco, lo sigo pensando: los detalles son importantes. Nos han educado así.

En la escuela nos enseñaban como debía ser el saludo inicial y la despedida al escribir una carta, o una postal, o lo que fuera porque escribir siempre era formal. Apreciado, espero que estéis todos bien al recibir estas líneas… recibe un cordial saludo. Aún hoy hago así muchos de mis correos electrónicos. Incluso hacía así los SMS, por mucho que había una limitación de 160 caracteres yo los empezaba igualmente diciendo buenos días y los cerraba con un cordial saludo, poniendo todos los signos de puntuación y separando con un salto de línea los cambios de párrafo. El resultado era que el mensaje se enviaba no con uno sino con dos o tres SMS y me costaba una pasta, pero yo los releía orgulloso y satisfecho de lo bonito y cuidado que me había quedado. Ya entonces había quien empezó a escribir esos mensajes acortando las palabras pq así ahorraba spacios y costaba - €, pero a mi me dolía verlos y lo encontraba mal. Una degeneración. Dónde iremos a parar.

Ahora ya casi no se envían SMS pero todo el mundo envía whatsapps. Mensajes cortos, rápidos, que tanto sirven para decir que llegas tarde a comer como para pedir hora en la peluquería o pedir ayuda a un compañero del trabajo. Usamos la mensajería instantánea para casi todo: asuntos familiares, amorosos, profesionales o técnicos que enviamos tanto a amigos como a desconocidos. Puedes tener un mensaje de whatsapp de un gestor comentando cómo te queda la declaración de la renta, y justo debajo otro mensaje donde le dices a alguien que le quieres, y debajo otro con una broma impresentable de tu cuñado impresentable, y debajo otro con una propuesta de trabajo que te cambiará la vida. Y ahora entra otro que vete tú a saber qué dice. Y otro. Todo allí.

Cosas peores se escuchan en los bares y en el Congreso de los Diputados

Yo soy de los que continua intentando contestar cada whatsapp como aquel que contesta una carta de las de antes: apreciado, perdona la demora en la respuesta pero he estado ocupado con vete a saber qué. Espero que estéis bien. Sobre el tema que me comentas déjame echarle un vistazo y te digo algo en cuanto pueda. Mi hijo sólo habría puesto “Ok”.

El problema es que yo sigo considerando que toda comunicación escrita es una comunicación formal, y sigo aplicando las normas formales a cualquier comunicación escrita. Mis hijos, en cambio, saben diferenciar perfectamente qué es una comunicación formal y qué no lo es, y saben perfectamente escribir de manera informal. Yo era incapaz. Para mi la comunicación informal era la oral, pero jamás la escrita. Por teléfono te podía decir “tío, qué pasada, qué fuerte todo lo que pasó el otro día en la reunión” pero por correo te hubiese puesto “quedé muy sorprendido con lo que pasó el otro día en la reunión”. Los de mi generación sabemos ser formales o informales, según convenga, en la comunicación oral, pero en la comunicación escrita sólo sabemos ser formales y nos cuesta mucho ser informales. Esto nuestros hijos lo han superado y ellos ahora también son perfectamente capaces de ser informales por escrito, como yo soy capaz de serlo por teléfono.

Estamos acostumbrados a escuchar comunicación informal, pero no tanto a verla escrita. Que nuestros hijos utilicen el texto para comunicarse informalmente no significa que hayan perdido la capacidad de escribir formalmente, sencillamente saben discriminar los usos igual que yo soy capaz de hacerlo cuando hablo. Algún joven habrá incapaz de escribir correctamente, como alguno hay de mi quinta incapaz de hablar como Dios manda. No queráis corregir cómo escriben los whatsapps, que no hay para tanto. Cosas peores se escuchan en los bares y en el Congreso de los Diputados.

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