El empresario anarquista

Hace muchos años, entonces cuando me aviava para asumir la dirección de una asociación empresarial, un empresario de velledat estadística me deslumbró con un aforismo que nunca he podido dejar de masticar. El homenot era uno de aquellos últimos mohicans de factoría fumífera; un lord de chimeneas quejosas por la indolencia del tiempo; alguien que ya ha desplegado su tren de aterrizaje para abordar, resignado, el tramo final de una pista que parecía que nunca tenía que llegar. Era, por todo, un consemblant con los pies en tierra, pragmático de tipo, nada sospechoso de ninguna tendencia que no fuera sometida a raciocinio y de ninguna liturgia sin comportamiento; si queréis, aquello que los anglosajones dicen "un hombre hecho por él mismo".

"El empresario -me decía él, todo convencido- tiene que ser anarquista". Quién sabe si como epígono de Pessoa, el industrial argumentaba que la actitud anarquista ante la vida y los negocios era la mejor manera de "combatir las ficciones"; apenas como aquel banquero inexplicable y poliédrico que nos describió el escritor portugués.

El cuento del banquero anarquista y el aforismo del empresario anarquista son una misma cosa. "He trabajado, he luchado, he ganado dinero; he trabajado todavía más, he luchado más y más y todavía he ganado muchos más dinero. Usé todos los medios y todas las maneras al alcance, sin miramientos: el acaparamiento, el sofisma financiero, la competencia desleal. Por qué no lo tenía que hacer, así? Yo sólo he trabajado por la libertad y no podía cuestionarme las armas con las cuales luchaba contra la tiranía".

Por encima de las barricadas ideológicas, el empresario anarquista es un idealista empírico, un gormand de la equidad, nada que ver con un soñador libertario. Al fin y al cabo, esta también es una buena manera de rebelarse contra la injusticia que nos somete por el sólo hecho de nacer socialmente diferentes.

El legado discursivo de mi amigo financiero tiene su fundamento en la rebelión contra los estereotipos, los tópicos y las convenciones. No dejo de pensar que estamos muy alejados de este postulado y a la vez demasiado cercanos al acatament de las "ficciones sociales": la política de partidos, la competitividad de las personas, los dogmas religiosos, los miedos al fracaso, la esencia tribal de la familia, los liderazgos estériles, los fenómenos de masas, la idiòcia.
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