Las ciudades son el grande driver de innovación del siglo XXI. Ciudades inteligentes (smart cities), sostenibles, interconectadas y globales. Evolucionamos hacia un mundo de grandes ciudades, que actuarán como inmensos hubs innovadores.
La innovación es un fenómeno complejo, de naturaleza social, que requiere redes sociales para desarrollarse. Y una ciudad no es más que una gran red social concentrada, localizada en un entorno geográfico limitado, que, cuando está impregnada de cultura emprendedora y del que Richard Florida denominó clases creativas, actúa como una auténtica bomba de proyectos innovadores.
En las ciudades aparecen las fuerzas naturales de la innovación, derivadas del que los economistas han denominado economías de aglomeración: la atracción (el talento atrae más talento, la excelencia atrae más excelencia, la creatividad atrae más creatividad), la interacción (en una ciudad las interacciones positivas entre los agentes –emprendedores, científicos, inversores- son frecuentes, por la elevada densidad de los mismos), la información (en una ciudad existen canales formales e informales de información privilegiada para innovar: convenciones, ferias, seminarios, conferencias, y desbordamientos (spill-overs) tecnológicos por el intercambio de profesionales y el aprendizaje rápido de buenas prácticas entre empresas cercanas), la aceleración (la rivalidad local genera fuertes estímulos para innovar y acelera mutuamente la innovación , como es el caso del clúster de escuelas de negocio catalán: IESE, ESADE y EADA), y la anticipación (la concentración de ofertantes y mercado en entornos pequeños permite que las innovaciones de ruptura encuentren rápidamente usuarios líderes para propagarse, innovadores sofisticados que actúen como mercados-llançadera).
Las ciudades pueden ser "la invención más grande de la humanidad" en palabras del profesor de Harvard Ed Glaeser, autor del libro The Triumph of the City, pues gran parte del que el hombre ha conseguido en los últimos tres milenios ha surgido de proyectos colaborativos en ámbitos urbanos. Y, en la economía del siglo XXI, las ciudades configuran potentísimos ecosistemas innovadores.
Singapur, una ciudad-estado de cinco millones de habitantes, ha creado uno de los sistemas de aceleración de innovación más eficientes del mundo, con infraestructuras emblemáticas como su aeropuerto, con un increíble jardín interno con millones de mariposas. Amsterdam se posiciona como ciudad sostenible, y ha conseguido que el 38% de los desplazamientos internos se realicen en bicicleta.
Bengaluru (India), el corazón del Silicon Valley hindú, lidera las inversiones en tecnologías de la información en el mundo, con más de 300 millones de dólares de operaciones de capital riesgo el 2012.
Londres, auténtica puerta del mundo y clúster financiero internacional, es una de las ciudades más abiertas y globales, con seis aeropuertos internacionales. Helsinki, un sorpresivo líving lab de control de la movilidad, un laboratorio en tiempo real de interconexión informática de sistemas de transporte público y privado con tecnología móvil que traen a cualquier usuario, a cualquier lugar, por la ruta más rápida, eficiente y trueque.
Hong Kong, que intenta conquistar de forma agresiva la capitalidad mundial de la verticalidad, con más de 1260 rascacielos (más del doble que cualquier otra ciudad). San José, en California, la ciudad líder global en alta tecnología, con más de 5000 patentes por millón de habitantes (una proporción que multiplica por 20 la media de Alemania), o Santiago de Chile, que con su programa "Start-up Chile" quiere crear y atraer una vibrante comunidad de emprendedores de base tecnológica. Todos ellos, grandes ejemplos de ciudades creativas e inteligentes.
Cómo en el mundo antiguo, reemergeixen las ciudades. Las ciudades creativas. Las ciudades inteligentes, como sistemas vivos que evolucionan, se adaptan y compiten para hacerse un lugar en el futuro. Y Barcelona , la gran marca de Cataluña , con su increíble capacidad atractiva de estudiantes y profesionales (una de las ciudades con mayor afluencia mundial de estudiantes de posgrado), con su producción científica (que supera en Boston, líder mundial en bio-ciencia, en algunos campos de la medicina), con su posicionamiento en diseño y creatividad, su calidad de vida, y privilegiado clima, tiene que ser el núcleo del gran ecosistema innovador del Sur de Europa.
La innovación es un fenómeno complejo, de naturaleza social, que requiere redes sociales para desarrollarse. Y una ciudad no es más que una gran red social concentrada, localizada en un entorno geográfico limitado, que, cuando está impregnada de cultura emprendedora y del que Richard Florida denominó clases creativas, actúa como una auténtica bomba de proyectos innovadores.
En las ciudades aparecen las fuerzas naturales de la innovación, derivadas del que los economistas han denominado economías de aglomeración: la atracción (el talento atrae más talento, la excelencia atrae más excelencia, la creatividad atrae más creatividad), la interacción (en una ciudad las interacciones positivas entre los agentes –emprendedores, científicos, inversores- son frecuentes, por la elevada densidad de los mismos), la información (en una ciudad existen canales formales e informales de información privilegiada para innovar: convenciones, ferias, seminarios, conferencias, y desbordamientos (spill-overs) tecnológicos por el intercambio de profesionales y el aprendizaje rápido de buenas prácticas entre empresas cercanas), la aceleración (la rivalidad local genera fuertes estímulos para innovar y acelera mutuamente la innovación , como es el caso del clúster de escuelas de negocio catalán: IESE, ESADE y EADA), y la anticipación (la concentración de ofertantes y mercado en entornos pequeños permite que las innovaciones de ruptura encuentren rápidamente usuarios líderes para propagarse, innovadores sofisticados que actúen como mercados-llançadera).
Las ciudades pueden ser "la invención más grande de la humanidad" en palabras del profesor de Harvard Ed Glaeser, autor del libro The Triumph of the City, pues gran parte del que el hombre ha conseguido en los últimos tres milenios ha surgido de proyectos colaborativos en ámbitos urbanos. Y, en la economía del siglo XXI, las ciudades configuran potentísimos ecosistemas innovadores.
Singapur, una ciudad-estado de cinco millones de habitantes, ha creado uno de los sistemas de aceleración de innovación más eficientes del mundo, con infraestructuras emblemáticas como su aeropuerto, con un increíble jardín interno con millones de mariposas. Amsterdam se posiciona como ciudad sostenible, y ha conseguido que el 38% de los desplazamientos internos se realicen en bicicleta.
Bengaluru (India), el corazón del Silicon Valley hindú, lidera las inversiones en tecnologías de la información en el mundo, con más de 300 millones de dólares de operaciones de capital riesgo el 2012.
Londres, auténtica puerta del mundo y clúster financiero internacional, es una de las ciudades más abiertas y globales, con seis aeropuertos internacionales. Helsinki, un sorpresivo líving lab de control de la movilidad, un laboratorio en tiempo real de interconexión informática de sistemas de transporte público y privado con tecnología móvil que traen a cualquier usuario, a cualquier lugar, por la ruta más rápida, eficiente y trueque.
Hong Kong, que intenta conquistar de forma agresiva la capitalidad mundial de la verticalidad, con más de 1260 rascacielos (más del doble que cualquier otra ciudad). San José, en California, la ciudad líder global en alta tecnología, con más de 5000 patentes por millón de habitantes (una proporción que multiplica por 20 la media de Alemania), o Santiago de Chile, que con su programa "Start-up Chile" quiere crear y atraer una vibrante comunidad de emprendedores de base tecnológica. Todos ellos, grandes ejemplos de ciudades creativas e inteligentes.
Cómo en el mundo antiguo, reemergeixen las ciudades. Las ciudades creativas. Las ciudades inteligentes, como sistemas vivos que evolucionan, se adaptan y compiten para hacerse un lugar en el futuro. Y Barcelona , la gran marca de Cataluña , con su increíble capacidad atractiva de estudiantes y profesionales (una de las ciudades con mayor afluencia mundial de estudiantes de posgrado), con su producción científica (que supera en Boston, líder mundial en bio-ciencia, en algunos campos de la medicina), con su posicionamiento en diseño y creatividad, su calidad de vida, y privilegiado clima, tiene que ser el núcleo del gran ecosistema innovador del Sur de Europa.
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