Nada es igual que el 2011

Después de semanas de debates y conversaciones telefónicas, ha llegado la hora de una nueva edición de la conferencia de Presidentes Autonómicos, un órgano que se reunió por primera vez en octubre del 2004 y que no se reunía desde octubre del 2011. El objetivo es encuadrar como entomar la distribución de competencias y la financiación de las comunidades que configuran el Estado. Una conferencia que llega tarde, después de años de carencia de voluntad de diálogo y de no reconocimiento de las problemáticas asimétricas en una España en qué si bien crece por encima del 3%, la desigualdad también lo hace: de hecho, es el segundo Estado más desigual en el seno de la Unión Europea.

Un encuentro marcado por la voluntad de una gran parte de los catalanes de celebrar un referéndum por la independencia de Cataluña, voluntad visualizada con la ausencia del presidente Puigdemont. Consiguientemente, sin la voz de Cataluña que lidera con un 18,9% la aportación al PIB del Estado (seguida de Madrid, con un 18,8%), explicaba hace unos meses el Círculo de Empresarios en su informe sobre La evolución de la económica de las CCAA en los últimos 20 años. Una ausencia que no tendría que interpretarse como indiferencia sobre las problemáticas que afectan los ciudadanos en su conjunto, todo al contrario, es la constatación que los problemas que tiene que entomar día a día Cataluña no encuentran respuesta en el conjunto del Estado.

Ahora en Cataluña nada es igual que el 2011 cuando Rajoy llegó a la Moncloa, entonces muchos catalanes sólo pedían el reconocimiento de su identidad como nación y blindar las competencias en cuanto a educación y cultura conjuntamente con una mejora del sistema de financiación. Cinco años después, recordando, que durante siglos Cataluña fue un sujeto político independiente, puesto que estuvo en el siglo XV cuando se produjo la unión dinástica con Castilla, mismo rey pero leyes diferentes, motivada porque después de seis siglos la dinastía catalana se quedó sin descendentes, desde entonces y durante tres siglos, los reyes castellanos juraban las constituciones catalanas.

La crisis ha puesto en evidencia que el trasfondo de los problemas de Cataluña con el resto del Estado no es algo coyuntural. A pesar de que casi durante 150 años Cataluña fue motor de la revolución industrial española y del desarrollo económico del Estado, la realidad es que las actuaciones sobre el territorio no se han correspondido ni a su peso demográfico, ni económico. Para desplazarse con rapidez es requerido abonar peajes, carecen escuelas, las Cercanías cada dos por tres tienen problemas y retrasos, las infraestructuras no crecen según las exigencias de una economía globalizada, los recursos en R D y son insuficientes y casi un millón de catalanes se encuentran en el umbral de la pobreza, sin olvidar que aquí fueron requeridas recortes, en todos los ámbitos, mucho más fuertes que en otros lugares. Se ha llegado a un punto en que puede estar en peligro no sólo el desarrollo económico, también las políticas sociales y diversos son los estudios que indican que, en el actual escenario, el progreso económico y social acontece una quimera.

Creer que las relaciones entre Madrid y Cataluña sólo son una crisis que, un golpe superada, se volverá a la situación precedente es un inmenso error. Ahora se ha abierto una etapa con unas características propias muy diferenciales y las soluciones de antes ya no son suficientes. Soy de quienes creo que hay que buscar insistentemente el diálogo, pero también que el diálogo comporta entomar-lo sin líneas rojas, posiciones inamovibles y respecto de la diversidad, aceptando que aquellos aspectos trascendentales, en cuanto a futuro, tienen que ser ratificados por las urnas. Un diálogo multilateral seguro, pero nunca este puede querer eliminar el requerido diálogo y la negociación bilateral.

Con o sin conferencia de Presidentes Autonómicos, España no tendría que olvidar el peso de Cataluña en el seno del Estado, que sin su aportación a su peso específico en el concierto de la UE variaría sustancialmente, y que ha llegado la hora de negociar sobre todas las cuestiones que preocupan Cataluña, ya sean económicas, culturales, sociales y de organización política. Negociaciones para cambiar la situación actual, dando respuesta a los anhelos expresados el 2011 y aportando soluciones a las deficiencias en inversiones en infraestructuras, en el requerido Corredor Mediterráneo, a facilitar la gestión de los puertos, aeropuertos y Cercanías, reconociendo, a la vegada, que en la actualidad, sea qué sea el resultado de toda negociación, el referéndum sobre la decisión de si los catalanes quieren ser un Estado independiente, en el concierto de las naciones acontece una cuestión indefugible.

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