No sólo Cataluña está en un cruce

Con la llegada de septiembre, se inicia el tramo final, para muchas organizaciones, de lograr los objetivos anuales. El último trimestre solo ser determinante y cualquier traba puede comportar que no se logren los hitos prefijados. En este contexto, la incertidumbre acontece un freno de la actividad y en economías muy abiertas, como es la catalana, el que sucede en el mundo afecta de forma determinada las empresas.

Ahora hay que reconocer que la situación global no sólo no ha mejorado, respecto al primer cuatrimestre, sino que ha empeorado. Las previsiones de futuro no llaman al optimismo como alertaba el pasado miércoles la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico al ajustar a la baja en 0,1 puntos porcentuales la previsión del crecimiento mundial al pasar del 3,1% al 3% el dato previsto por este año y a la vegada reduciendo las del 2016 del 3,8% al 3,6%. 

Una tendencia a la baja que comportaría un retardo sostenido de la economía mundial en los últimos cinco años. Un menor crecimiento mundial en 2015 y el que se divisa por el 2016, originado básicamente por las incertidumbres que sobrevuelan la economía china y la disminución del crecimiento de la mayoría de las economías emergentes. Una disminución que no se ve compensada por el significativo y sólido crecimiento de los Estados Unidos (previsión de un 2,4% por el 2016, que representa unos 0,4 puntos más que la previsión efectuada al primer semestre) y la ligera mejora del crecimiento de la Zona Euro en una décima más del previsto. Un bajo crecimiento, un 1,6%, a pesar de la fuerte bajada del petróleo y de las materias primeras, de la caída del valor del Euro frente al dólar y de los bajos tipos de interés.

Todo un conjunto de hechos que comportan claras mejoras en cuanto a competitividad de las exportaciones. Ahora bien, aunque mejore nuestra competitividad, la bajada del precio del petróleo y la de las materias primeras afecta fuertemente a la disponibilidad de recursos y al crecimiento de los países exportadores, menguando sus capacidades importadoras. Este es un hecho objetivo, como lo es las importantes incertidumbres que emergen por todas partes por la inestabilidad creciente en amplias zonas del planeta, aspectos que no nos podemos olvidar, puesto que hay que anticiparnos y redefinir las estrategias, tanto a escala individual, como sectorial y colectiva.

Es en este contexto en que hace falta también encuadrar la campaña electoral del 27S, puesto que, a pesar del cariz plebiscitari que tienen aquí y por todas partes, aunque algunos quieran negarlo, de las urnas tendrá que surgir un nuevo Gobierno, el cual tendrá que ser coherente con la doble voluntad expresada por los ciudadanos. Por un lado, relativo a la componente plebiscitària: si una mayoría amplia expresa la voluntad inequívoca que quiere acontecer un nuevo Estado en el marco de la Unión Europea, obligará a abrir un proceso de negociación con Madrid y Bruselas para hacerlo posible, asumiendo que, en el contexto de la Unión, sólo con negociaciones, firmeza y diálogo se logran los objetivos.

Por otro lado, las urnas configurarán unas mayorías homogéneas o heterogéneas, que tendrán que apoyar a la formación de un Gobierno que tendrá que gobernar con independencia del número de ciudadanos que con su voto hayan configurado esta mayoría. Un nuevo Gobierno que en su acción no puede olvidarse que vivimos en un mundo interconectado, en que la generación de riqueza acontece fundamental para mantener las políticas sociales y crear ocupación, compitiendo en los mercados globales. Una competencia que no puede olvidar que está pasando en el mundo y las previsiones de futuro. Unas previsiones nuevas, que desgraciadamente convergen en la campaña del 27S, pero que parece no han sido todavía interiorizadas por las formaciones políticas que nos piden el voto.

Independencia si o no, es una cuestión que hay que dar respondida el 27S y, a buen seguro, la mayoría de nosotros tiene su decisión explicita o implícitamente prisa y todos aceptaremos la voluntad democrática de la mayoría. Pero también hay que dar respuesta al modelo de país y como entomarem estos nuevos retos e incertidumbres que se presentan en el mundo en su conjunto, puesto que de anticiparnos y hacer frente con las actuaciones y decisiones oportunas nos jugamos también una gran parte de nuestro futuro.

En septiembre de 2015 tenemos la posibilidad de no caer en los errores del pasado, aceptar el momento histórico que estamos viviendo y la enorme responsabilidad que tenemos en cuanto a prefijar oportunidades de futuro al depositar nuestro voto. A la vegada tenemos que entender que no sólo Cataluña está en un cruce, ahora el mundo también lo está y nosotros no podemos ignorarlo ni mirar hacia otro lado como se hizo el 2007. Está en nuestras manos decidir qué queremos y como lo queremos y, en consecuencia, hay que exigir claridad a quien nos pide el voto, tanto por el que hace referencia al cruce catalán como la que se dibuja en el horizonte mundial.
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