En poco tiempo y en diferentes actas, he podido escuchar la reacción de tres doctores del mundo económico cuando se los ha preguntado por el contexto actual y hasta qué punto nos estamos saliendo de la crisis.
A pesar de que apuntan en positivo y se muestran prudentes, sus pareceres tienen matices bastante dissemblants, cosa que no nos viene de nuevo cuando se trata de los profetas de la "ciencia humilde" -eufemismo que sirve de presentación para la economía académica y que a la vez supone una paradoja en relación con la economía real, en que no tiene cabida la modestia.
La coincidencia más grande, pero, lo enmarco en el hecho que los tres prestigiosos profesores han dedicado buena parte de su respuesta a hablar del fenómeno creciente de la desigualdad, ominosament acentuada por la pasada recesión. A menudo se habla que las llamadas clases medianas han pagado el pato de la crisis; a la vez, pero, se quiere ignorar el hecho que otros se han quedado sin el plato a mesa.
Los mismos tres tenores confluyen en la opinión que, por mucho que los indicadores nos hagan sonreír, no se podrá decir que hemos superado el declive económico sino solucionamos el fenómeno creciente de la pobreza y de los sin nada. Una sociedad indolente con las personas necesitadas, iniqua y desdenyosa con quienes no tiene unas mínimas condiciones de vida, es una sociedad enferma.
Nos tendríamos que preguntar cuando resolveremos la pobreza y no tanto cuando superaremos la crisis. La segunda ecuación no se puede desvincular de la primera. La resignación que han mostrado los unos y la displicència de los otros a la hora de abordar la maltempsada económica tienen que dar a una actuación efectiva y de resultados factuals -no sólo balsàmics- para hacer frente a un desfiladero social cada día más hundido por el rictus de los desesperados.
Nos hemos hartado de hablar de la responsabilidad social, tanto desde la política como desdel 'emprendida, con más vocación que no con intención. Es ahora cuando tendríamos que pasar a la acción e injertar en todos los discursos, pero sobre todo en todas las actuaciones, los recursos necesarios para mitigar la inopia de un segmento de la sociedad que, desde la arrogancia económica pero también desde la "ciencia humilde", tenemos que recuperar como contribuyente, como igual.
A pesar de que apuntan en positivo y se muestran prudentes, sus pareceres tienen matices bastante dissemblants, cosa que no nos viene de nuevo cuando se trata de los profetas de la "ciencia humilde" -eufemismo que sirve de presentación para la economía académica y que a la vez supone una paradoja en relación con la economía real, en que no tiene cabida la modestia.
La coincidencia más grande, pero, lo enmarco en el hecho que los tres prestigiosos profesores han dedicado buena parte de su respuesta a hablar del fenómeno creciente de la desigualdad, ominosament acentuada por la pasada recesión. A menudo se habla que las llamadas clases medianas han pagado el pato de la crisis; a la vez, pero, se quiere ignorar el hecho que otros se han quedado sin el plato a mesa.
Los mismos tres tenores confluyen en la opinión que, por mucho que los indicadores nos hagan sonreír, no se podrá decir que hemos superado el declive económico sino solucionamos el fenómeno creciente de la pobreza y de los sin nada. Una sociedad indolente con las personas necesitadas, iniqua y desdenyosa con quienes no tiene unas mínimas condiciones de vida, es una sociedad enferma.
Nos tendríamos que preguntar cuando resolveremos la pobreza y no tanto cuando superaremos la crisis. La segunda ecuación no se puede desvincular de la primera. La resignación que han mostrado los unos y la displicència de los otros a la hora de abordar la maltempsada económica tienen que dar a una actuación efectiva y de resultados factuals -no sólo balsàmics- para hacer frente a un desfiladero social cada día más hundido por el rictus de los desesperados.
Nos hemos hartado de hablar de la responsabilidad social, tanto desde la política como desdel 'emprendida, con más vocación que no con intención. Es ahora cuando tendríamos que pasar a la acción e injertar en todos los discursos, pero sobre todo en todas las actuaciones, los recursos necesarios para mitigar la inopia de un segmento de la sociedad que, desde la arrogancia económica pero también desde la "ciencia humilde", tenemos que recuperar como contribuyente, como igual.
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