Por qué los empresarios no entran en política?

Estamos a 17 domingos de las elecciones municipales. Los ayuntamientos están a punto de parar máquinas, aquellos que no lo han hecho antes. No se tomarán decisiones operativas ni estratégicas durante una retahíla de semanas; no nos engañamos, hasta pasado el verano. En los próximos ocho meses sólo se atenderán las urgencias, los trámites cotidianos y los tacos de los ciudadanos, que de estos siempre habrá.

Qué pasaría si las empresas o los mismos servicios públicos apagaran las luces durante ocho meses? Qué leyenda explicativa tendríamos que poner a la puerta de los negocios? Qué mensaje electrónico enviaríamos a nuestros acreedores? Fuera qué fuera el pretexto, se lo creerían? Y que pasaría con los trabajadores? Y con los autónomos? Y como nos lo haríamos sin los medios? Podríamos vivir sin los transportes y sin conectividad?... Por simplista que os pueda parecer este planteamiento no deja de ser una ficción paralela a la realidad de nuestros ayuntamientos.

Y fijaos que encara no he tenido en cuenta que, ya muy entrado el mes de septiembre, cuando los ilustres regidores estén en disposición de asumir los compromisos asignados por los nuevos cartipassos, empezará otra campaña electoral y juntos, antes o después, otra. De nuevo, la politiqueria del barrio tendrá que estar a disposición del partido y las agendas de los gobiernos locales darán prioridad a los mítines y las paseadas demagógicas de siempre. En el endemig, los consistorios dormitaran en un tipo de invernadero de vidrios enturbiados y humedades molsudes, sin otra vida que la vegetativa. En resumidas cuentas, habremos derrochado 300 días; es decir, el 21% de todo el cuadrienio de mandato. Nos la podemos permitir, esta prodigalitat? No os parece que habría que poner medida en todo este desbarajuste? Es inteligente sufragar estos hábitos y conhortar-nos con estas maneras de hacer?

Lo hago a menudo, me gusta provocar empresarios y directivos en relación con la política de su municipio y los pregunto "por qué no te pones, tú?" o aquello otro de "que harías tú, si fueras el alcalde?". El caso es que la gente d'emprendida no se quiere poner, en política, no hace para ellos. Sólo hay que ver cuántos regidores provienen de la empresa privada y cuántos del sector público; el mismo pasa con los diputados.

Este supuesto desinterés por la governança de nuestras Administraciones nos pasa factura a las empresas. Esta dimisión pertinaz, para no decir defecció, en relación con la gestión pública y sus órganos de decisión nos cuesta demasiado cara. Parece que la cultura del riesgo y el cariz emprendedor sean antagónicos en relación con las maneras de hacer que le suponemos a un político.

Por el contrario, acostumbramos a lamentar que desde nuestras municipalidades se toman decisiones sin tener en cuenta un mínimo regreso de la inversión y sin valorar el coste de oportunidad. Tenemos la sensación que se administran el dinero público con criterios partidistas y refunfuñamos por un modo de gestionar dissemblant a los criterios empresariales. Pero no nos queremos poner, en política. Continuamos como dimissionaris de cualquier compromiso público y lo dejamos en manso de aquellos que no tienen entrenamiento gerencial ni hábitos ejecutivos.

Haríamos bien, la gente de empresa, al asumir una parte de los deberes y los compromisos que corresponden a la ciudadanía y participar activamente en el debate y la decisión de la cosa pública. ganaríamos todos si fuéramos capaces de gestionar nuestros municipios con brújulas de eficiencia, pero sobre todo con tino.
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