Renta básica universal

El 10 de marzo del año 2000, el índice tecnológico NASDAQ llegó a su máximo histórico: 5048 puntos. Pocos años antes, el 1995, el Gobierno de los Estados Unidos liberalizó el uso comercial de una invención que, hasta entonces había sido utilizada exclusivamente por comunicaciones entre centros científicos: Internet. Las inmensas oportunidades de negocio que esta tecnología ofrecía generaron un alud de nuevas empresas, una oleada masiva de financiación privada, y una propulsión a la estratosfera del valor de las acciones, en el que el director de la Reserva Federal americana, Alan Greenspan, definió el 1996 como "exuberancia irracional". La historia acabó en una implosión negativa de la burbuja y una caída en picado de las cotizaciones. El NASDAQ perdió el 70% de su valor en dos años. Nunca más ha llegado a los niveles del 2000.

Internet generó un ciclo de sobre expectativas en el mercado financiero, que se va reescalfar en exceso. El que vino gastado no fue más que la antesala de una nueva crisis. Los bancos centrales, temerosos de una recesión, inundaron de liquidez los mercados. Empezaba la década prodigiosa (2001-2008). Pero esta liquidez creó nuevas burbujas: productos financieros especulativos y sector inmobiliario desorbitado. Lehman Brothers estalla en septiembre del 2008 y genera la gran recesión de los últimos años. La respuesta política, errática, se traduce en recetas de extrema austeridad en las cuentas públicas. Austeridad mal entendida en la periferia europea, que aniquila fuentes de ventaja competitiva cómo son la educación y la inversión estratégica en R D. La incapacidad de los líderes de entender la realidad deriva en anuncios de brotes verdes, en la intervención europea de las cuentas públicas de los estados del Sur, y en una ficticia recuperación basada en estructuras low-coste y ocupación escasa y precaria. La carencia de talento político en Europa deriva en profunda crisis social y realimenta la crisis política. El Brexit es la última y triste evidencia de este bucle autodestructiu.

El relato de la historia es el relato de un desacoplamiento entre fuerzas netament positivas (el increíble desarrollo tecnológico de los últimos años, con las oportunidades que genera) y fuerzas negativas (la incapacidad política de gestionar este cambio de paradigma, acelerar los mecanismos de creación de riqueza, y distribuirla eficientemente). No somos capaces de interpretar los cambios en los fundamentos económicos, y el sistema se comporta erráticamente. Pero los cambios son profundos, y de tendencia positiva.

Aun así, los primeros indicios del nuevo paradigma emergente, de forma tímida y casi imperceptible, están surgiendo por todas partes. El debate sobre la Renta Básica Universal (RBU) ha llegado para quedarse. Cómo pasó durante la Gran Depresión del 1930, que abrió el debate por un embrión de seguridad social en los Estados Unidos, cuando la pobreza extrema afectaba el 50% de la población americana. Cómo entonces con la cobertura sanitaria o educativa universal, ahora la RBU parece algo irreal e inabarcable.

Sin embargo, muchas cosas están pasando. En la ciudad de Dauphin (Canadá), ya se llevó a cabo un experimento en 70, al ofrecer una renta básica a todos sus ciudadanos. Las conclusiones fueron netament positivas: se redujo prácticamente a cero la pobreza, los trabajadores no cayeron en la tentación de dejar de trabajar (pues la renta básica sólo los garantizaba la cobertura de sus mínimos vitales), pero sí que se detectó una mayor predisposición a asumir riesgos (emprender, innovar o cambiar de trabajo) al tener, precisamente, estos mínimos cubiertos. Sorprendentemente, la RBU parecía estimular la emprendeduría y la innovación! Hoy se extiende el consenso (a derechas e izquierdas) sobre este instrumento. Por las izquierdas, significa un emblemático mecanismo de distribución de la riqueza, y por las derechas más liberales, una oportunidad de responsabilizar al individuo de la autogestión de estos recursos (que pueden comportar la reducción de gasto público en costosas e ineficientes redes asistenciales). Sorprendentemente, el American Enterprise Institute, un think-tank conservador americano, ha pedido una RBU de 13.000 de dólares garantizada por todos los americanos. Proyectos piloto se están llevando a cabo actualmente a Silicon Valley, Holanda y Finlandia.

No podemos caer en populismos: ahora es imposible. Ofrecer, por ejemplo, una RBU de 10.000 euros a cada catalán significaría un gasto público de 75.000 millones de euros (aprox. tres veces el presupuesto de la Generalitat). No obstante, las bases son positivas (cambio tecnológico exponencial, sin precedentes), el concepto es atractivo (avanzar hacia una sociedad más emprendedora, más libre y más igualitaria), y en el largo plazo, es técnicamente factible (la tecnología, técnicamente, puede crear un mundo de abundancia). Ahora nos toca, como sociedad, luchar por esta utopía. Hay que recuperar la estrategia europea marcada, precisamente, con la emergencia de internet, a principios de los 2000: "Acontecer la economía basada en conocimiento más competitiva del mundo" y centrar esfuerzos en aquello que lo puede hacer posible: según el Fondo Monetario Internacional, cada euro público invertido en investigación aplicada a la industria revierte en 12,5 euros de crecimiento del PIB en medio plazo. Crear un país rico basado en conocimiento y transformar la estructura social mediante nuevos enfoques radicalmente innovadores. Cambiar el paradigma. Este es el verdadero camino del futuro.
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