Salimos realmente de la crisis?

En los últimos días hemos recibido noticias positivas sobre la recuperación económica en el Estado español. La Comisión Europea, entre otros organismos, ha mejorado sus previsiones de crecimiento económico por el 2015, hasta el 2,8%; y del 2016, hasta el 2,6%. La tasa de paro, según estos pronósticos, bajará hasta el 20,5% el próximo año. El paro en España bajó en 118.923 personas el pasado mes de abril, siendo esta el mejor dato de la serie histórica.

Sin embargo, a pesar del innegable positivismo de estos datos, hace falta no caer en la euforia ni en el optimismo excesivo. Crecemos, y es mejor crecer que decrecer. Pero crecemos de forma desequilibrada y sin crear una base industrial preparada para competir globalmente. Si partimos de la hipótesis que la tecnología y la innovación son las principales ventajas competitivas del nuevo siglo, los indicadores en este ámbito no son positivos. La economía española ha caído a una intensidad tecnológica (inversión en R D/ PIB) del 1,2%. Cataluña, al 1,5%. Niveles paupérrimos respecto al que nos correspondería (recordamos que la Unión Europea nos marca el hito de una inversión en R D del 3% sobre PIB por el 2020, y tendríamos que haber superado el 2% ya al 2010).

Crecemos, si, pero con un crecimiento nuevamente centrado en sectores de servicios y de bajo valor añadido. Exportamos, sí. Pero con un peso decreciente de las exportaciones de alta y media tecnología y un peso creciente de las exportaciones de bajo coste. Generamos ocupación, si, pero con un preocupante nivel de precariedad e inestabilidad, que hace que el mejor talento busque salida en el extranjero.

Cuando una organización (sea una empresa o todo un país) quiere avanzar en la economía del conocimiento, pero invierte en R D sustancialmente menos que sus competidores internacionales, una de dos: o tiene un modelo de negocio absolutamente trencador (cosa que desgraciadamente no pasa en España ni en Cataluña), o está anticipando una nueva crisis a pesar de que haya momentos de crecimiento coyuntural.

Cataluña tiene que construir una nueva ventaja comparativa (un nivel de especialización que hace que en un determinado país, desarrollar un conjunto de actividades sea más eficiente que otros lugares). Nuestra ventaja comparativa tiene que ser la R D. Estamos en condiciones ventajosas para conseguirlo: el incipiente, y todavía frágil sistema científico está donante claras muestras de excelencia y capacidad competitiva internacional. Generamos alrededor de 1'7 publicaciones científicas por cada 1000 habitantes (la UE genera 1 por cada 1000 habitantes).

Y, en las publicaciones de mayor prestigio e impacto, como Nature o Science , Cataluña publica 32,8 artículos por cada millón de habitantes, 3 veces más que España (sin Cataluña), y casi un 50% más que Alemania. La ciencia se puede convertir en divisa de país.

No obstante nuestro modelo de innovación tiene que aproximarse al de Alemania, país que ha conseguido una elevada eficiencia en la tecnificación y especialización de la PYME, con una obsesión para inyectar ciencia a la misma y convertir el conocimiento generado en competitividad económica y en generación de ocupación. Alemania ha centrado su modelo en el "Mittelstadt", conjuntos distribuidos de pequeñas y medianas empresas muy intensivas en R D, soportadas por intermediarios institucionales (Centros Tecnológicos Fraunhofer) y por políticas públicas orientadas a la paciente financiación de proyectos de muy alta tecnología que generen ocupación estable. El modelo alemán supera al americano en muchos indicadores: el 58% de sus exportaciones son de alta tecnología, versus el 42% americano.

En los próximos años tenemos que hacer un gran esfuerzo para aproximarnos al modelo alemán. La constitución del nuevo centro tecnológico Eurecat es un buen paso en esta dirección. Los fondos europeos RIS3, si van prioritariamente a la financiación de proyectos de investigación industrial, también lo serán. Nos queda camino para recorrer, pero tenemos unas buenas bases, y un claro modelo a seguir.
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