Los tontos

La campaña electoral de la Comunitat Autónoma Vasca ya ha llegado a su fin. Ahora llega la segunda vuelta del juego: una vez conocida la asignación de votos, los partidos políticos decidirán cómo se formará el gobierno, por buen camino, durante los próximos cuatro años. Las elecciones, de hecho, se deciden por sufragio directo y los gobiernos, en cambio, por negociación.

No sabemos si lo que dicen las encuestas se cumplirá al pie de la letra, pero no se tiene que ser demasiado listo para saber que, como no hay suficiente mayoría directa de un solo partido para formar gobierno, sin negociación somos ingobernables. Estas son las reglas de la democracia representativa: repartimos las cartas por el juego, pero el poder yace en el juego que se juega en una mesa más pequeña. Durante la campaña electoral, más o menos, los ciudadanos participamos directamente; después de este domingo, pero, quedamos en un segundo plano, a la espera de lo que acuerden las partes con mandato para formar gobierno.

"El tonto no es el que no participa, sino el que se niega a romper nuevos caminos para participar"

Las encuestas para conocer anticipadamente la opinión de los votantes dicen que la ciudadanía, en general, ha perdido el interés por la política, pero esto no lo veo claro. Si el interés que nos piden es por un proceso que no ha sabido evolucionar, puede ser correcto. Si se trata de un sistema formal que no ha aceptado ni la más mínima innovación para la participación real, quizás. Si es un proceso repetitivo que no va más allá del "partido de la democracia" cada cuatro años, pues sí. Me gustaría saber, pero, qué pensamos los ciudadanos si hubiera una manera de separar la piel de la pulpa. No hacer caso a la esfera pública, darles la espalda, es una irresponsabilidad, pero la falta de interés público no puede caer sobre nuestra espalda.

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Vivimos una época de innovaciones que lo han transformado todo o casi todo. Los adelantos tecnológicos, culturales y sociales nos han aportado nuevas maneras de vivir, consumir, aprender, trabajar, producir y hacer red, pero las decisiones políticas las llevamos siguiendo el viejo modelo.

"En la Grecia clásica, la palabra idiotés se utilizaba para referirse a los ciudadanos que no participaban en los asuntos públicos, que solo se preocupaban por sus intereses privados"

En un mundo en el que podemos personalizar completamente todos los servicios que recibimos, nuestro voto forma parte de un proceso estándar rígido: listas cerradas y programas cerrados durante cuatro años, sin posible revisión de permanencia. En estas condiciones elegiríais, que sé yo, ¿una compañía telefónica? ¿Suministro de gas? ¿Netflix? Yo no, pero así es có¡omo elegimos gobernarnos.

En la Grecia clásica, la palabra idiotés se utilizaba para referirse a los ciudadanos que no participaban en los asuntos públicos, que solo se preocupaban por sus intereses privados. Según el filósofo y político ateniense Pericles, los que no participaban en la vida pública eran hombres ignorantes y poco educados, porque aquel que solo vivía en la vida privada no podía ser considerado plenamente humano. La evolución de la palabra es claramente visible en el caso del castellano: aquel verbo nos dio la palabra idiota. (Escribí hombre, y no es ningún error, porque en aquella época todas las mujeres eran necesariamente idiotas, porque el privilegio de ser ciudadano de pleno derecho era solo para los hombres, más precisamente, para los hombres con capacidad social y económica). El tonto no es el que no participa, sino el que se niega a romper nuevos caminos para participar.

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Ya solo quedamos nosotros
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