El crecimiento, en los países europeos, no sólo tiene que ser inteligente y sostenible , como ya he comentado durante las pasadas semanas, si no que también tiene que ser integrador, es decir, tiene que promover la cohesión social. Este es un aspecto que hay que explicar con más detalle por que a veces sorprende. Ha habido corrientes de pensamiento que han defendido que la competitividad pedía (aunque no se quisiera) un fuerte nivel de desigualdad que traía una cierta explotación de la clase trabajadora y permitía mantener unos costes más bajos.
Las recientes experiencias europeas demuestran el contrario: los países más competitivos son aquellos que tienen una sociedad más cohesionada y un menor índice de desigualdad, es decir, aquellos que tienen altos niveles de población activa y de ocupación, bajos índice de pobreza , y buenos sistemas de formación y protección social. Alguien puede pensar, con razón, que cuanto más rico es un país más puede tener todo esto, pero hay que entender que el contrario es también cierto: que cuanto más tenga todo esto, más competitivo y rico será, porque la competitividad basada en el conocimiento, la creatividad, la profesionalidad y la innovación exige estos niveles de formación y de cohesión. La educación y la sanidad son dos de los fundamentos de la productividad. Hace falta pues entender que la inversión en estos sectores no sólo se hace para responder a criterios de justicia, si no también de competitividad .
En Europa sólo el 66% de la población adulta trabaja, mientras que en los EE.UU. y en el Japón pasa del 70%. Se prevé que de ahora al 2020, se creen a la UE más 16 millones de nuevos puestos de trabajo que exijan altas calificaciones, mientras que la demanda de bajas calificaciones caerá en más de 12 millones. Cómo dice la UE , hace falta que en todos los países se fijen objetivos en en cuanto a la ocupación, la formación , y la lucha contra la pobreza .
Dejo para un quinto artículo, un comentario general sobre las herramientas para conseguir todos estos objetivos.