Oscillum, la etiqueta que dice si un alimento se puede comer para evitar el despilfarro

La startup alicantina trabaja con la industria agroalimentaria para incorporar un plástico biodegradable con colores que se incluirá primero en los envases de carne y pescado para alargar su vida

Equipo de Oscillum Equipo de Oscillum

Son muchos los datos que demuestran que el despilfarro de alimentos es un problema mundial. Tiramos mucha comida a la basura, demasiada. Un informe de la Comisión Europea de 2016 sentencia que en los hogares es donde se produce el desperdicio más grande y que, además, sería evitable, puesto que más del 50% se descartan por la confusión que generan los sistemas actuales de etiquetado y más del 10% de los europeos rechazan alimentos por no entender la fecha de consumo preferente y por falta de información de su estado. Es aquí donde entra una innovadora startup, Oscillum, arraigada en el Parque Científico de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche y que cuenta con el apoyo de la aceleradora europea Climate-KIC.

Oscillum ha desarrollado una etiqueta para carne y pescado fresco que analiza como se descompone, como explica su CEO, Pablo Sosa: "A partir de una huella metabólica y en un plástico biodegradable, se añaden unos indicadores químicos capaces de reaccionar en función de los compuestos que se producen en el proceso natural de la descomposición". Lo que ve el cliente es mucho más sencillo e intuitivo: el color de la etiqueta va pasando del amarillo al verde (todavía seguro de ingerir), y del verde al azul (deja de ser recomendable comerlo). El sistema, que han presentado esta última semana al FTalk's celebrado en València, funciona tanto para productos envasados, como para aquellos que ya han sido abiertos. "De este modo, la industria y los retailers pueden tener un análisis detallado por producto, sacando más provecho, y los consumidores no dejan de tener una información una vez lo han abierto y pueden seguir a sabiendas de cómo está el producto", sostiene.

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Ejemplo de la evolución de la etiqueta al comer fresco | Oscillum

El proyecto nació, como tantos, de una necesidad detectada en una situación cotidiana. Sosa recuerda que tuvo una "pequeña discusión" con Pilar Granado -también fundadora y CTO de Oscillum-, sobre si se podía comer un trozo de carne que llevaba abierto unos cinco días. Él asegura que no tenía nada más para comer y ella intentó quitarle la idea de la cabeza por el color y por el olor que desprendía. Los dos son biotecnólogos, así que él echó mano de la teoría aprendida en la Universidad: "Sabes perfectamente que las características que estás diciendo no demuestran que la carne esté en buen estado o no". Así se dieron cuenta de la cantidad de productos que tiraban a la basura "sin saber si estaban bien o no".

En 2019 los españoles malgastaron más de 55 kilos de comida: cada kilo que no se consume equivale a liberar uno de CO₂ en la atmósfera

"El dicho 'vale más evitar que curar' nos ha hecho tirar muchísima comida. Nos pusimos a investigar, por curiosidad, cuántos alimentos se descartan por culpa de esa falta de información y descubrimos datos sorpresivos", asegura Sosa. Entre ellas, que en 2019 los españoles malgastaron más de 55 kilos de comida y que cada kilo que no se consume equivale a liberar un kilo de CO₂ a la atmósfera. Esto también tiene una repercusión económica en los bolsillos: según datos de la FAO, en el Estado español se tiran más de 7 millones de toneladas de comida y cerca del 40% corresponde a carne y pescado fresco. Es decir, los productos más caros de la cesta de la compra, lo que supone, de media, echar a la basura unos 300 euros anuales.

Buscan entre 500.000 y 600.000 euros

Al proyecto de Pablo Sosa y Pilar Granado se unió un tercer compañero de la carrera, Luis Chimeno, fundador y CMO. El CEO cuenta que a raíz de esta anécdota doméstica decidieron " emprender y desarrollar una tecnología para ayudar no solamente al consumidor", sino también crear "una herramienta de eco-innovación y de seguridad alimentaria para toda la cadena agroalimentaria". Era 2018 y aportaron, entre los tres, una inversión inicial de 6.000 euros.

Ahora, gracias a diferentes premios y subvenciones que han recibido, ya han conseguido cerca de 100.000 euros y tienen previsto hacer una ronda de inversión con "clientes que están interesados" para recoger entre 500.000 y 600.000 euros. "Un cliente mío me pide al día 90.000 etiquetas sólo para un tipo de producto. En el laboratorio somos capaces de hacer entre 500 y 600 al día. Estamos haciendo una prueba piloto para escalar la producción y poder alcanzarlos", justifica Sosa.

Més info: El menú innovador de la alimentación

Apunta que "la innovación en la industria agroalimentaria empieza por la cofinanciación con ayuda pública" para "ver si tiene funcionalidad"; a pesar de ser una pequeña empresa, el proyecto es de gran envergadura: "La industria agroalimentaria mueve unos lotes de producción impresionantes, necesitamos mucho dinero para implementar cualquier cambio en toda su cadena". Por eso, se han presentado a diferentes convocatorias estatales y europeas de la mano de empresas interesadas.

Oscillum está desarrollando el producto a escala de control interno para la industria y ya están facturando para ofrecerles servicios de asesoría y sensorizaciones (cómo por ejemplo, detección de anisakis en el pescado o toxoplasmas en la carne). Están a la espera de superar un proceso de certificación de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) para llegar al consumidor.

¿Cómo sería la comercialización? Sosa sostiene que la "idea inicial" es que sea la misma industria alimentaria quién incorpore las etiquetas en sus envases, como las almohadillas que vemos en la carne, "un factor más dentro del envase". "Somos una empresa pequeña y apostamos por una tecnología nueva y disruptiva a la cual el consumidor puede tardar en adaptarse. Por eso queremos que acuda a su marca de confianza, conozca la tecnología y con el tiempo, confíe en nosotros", apunta el CEO. Así, en un futuro, se plantean añadir otra línea de venta directa al consumidor final, "para que él mismo vaya a su charcutería y pescadería de toda la vida y le añada nuestras etiquetas".

Ampliarán el mercado con etiquetas para la fruta y lácteos, y en un futuro, para precocinados

Pablo Sosa no puede concretar con qué empresas están trabajando porque tienen "cartas de confidencialidad". Sí que revela que son de la industria cárnica, pescadera y hortofructícola. Precisamente dice que los siguientes productos a los cuales quieren aplicar su tecnología serán las frutas y a los lácteos. También tienen en la cabeza entrar en el mercado de los productos precocinados, pero admiten que tiene más complejidad: "Los productos frescos son más estándar que los precocinados, donde cada cual añade el que quiere y son más específicos". Con esta excepción, asegura que "la tecnología se puede adaptar fácilmente" de una industria alimentaria a otra.

El CEO de Oscillum admite que hay más interés en Europa que en el Estado español, especialmente en los países escandinavos y en los del Benelux. La startup está en varios hubs de innovación en Europa y son las mismas empresas las que preguntan y se interesan por el producto: "En España tenemos que ir a mostrarlo". También han atraído empresas de Canadá, Latinoamérica y de los EE.UU., pero de momento quieren centrarse en Europa por "la concienciación social y medioambiental" que hay y "por las barreras legislativas".

Sosa: "Son una herramienta de información y no sustituirán nunca las fechas de consumo preferente ni de caducidad"

Sobre la parte legal, Sosa matiza que las etiquetas de Oscillum se aplicarán en productos con "consumo preferente", puesto que la "fecha de caducidad se estipula para ser inamovible". El primero acostumbra a decir que una vez abierto el producto, dura dos días. "Pero, ¿por qué? ¿En base a qué? ¿Se ha hecho un estudio para demostrarlo? Cuando se abre no sabes como se descompondrá el producto en tu casa y nosotros queremos aportar esa información porque el consumidor decida", afirma el CEO. En todo caso, subraya que las etiquetas "son una herramienta de información y no sustituirán nunca a las fechas de consumo preferente ni de caducidad".

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Otro ejemplo de las etiquetas de Oscillum

¿Y está la sociedad preparada para hacerle más caso a una etiqueta que a los sentidos de la vista y del olfato? "La sociedad española, de momento, quizás no tanto. Pero hemos vivido en el extranjero y en países como Alemania, me encontré que la gente no miraba tanto el aspecto de la comida. Un día quería tirar un filete de pollo porque se había puesto amarillo y olía fuerte y mis compañeros se sorprendieron porque lo había abierto el día anterior y defendían que estaba bueno. Y tenían razón: el pollo hace ese olor fuerte rápidamente porque tiene un compuesto que se libera pronto y la genera. Pero no es inseguro comérselo", sostiene Sosa.

Ahora, con la tecnología de Oscillum, explica que consiguen aumentar la vida de la carne unos cinco días respecto a la fecha de consumo preferente de manera segura para la salud (aun así, asegura que todavía sería saludable alargarla dos días más, pero prefieren evitar riesgos). "Cuando un producto está morado, posiblemente todavía está bueno, pero ya no es recomendable porque ya hay muchas bacterias. Hay que prevenir", añade.

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