Empresa, cultura y sociedad digital

Aprender con conversaciones de proximidad

13 de Abril de 2022
Genís Roca

Cada día te encuentras con temas concretos sobre los cuales te iría bien saber un poco más. A veces sólo quieres hacerte una primera idea, confirmar un detalle o resolver una duda muy concreta como por ejemplo una fecha. En estos casos a menudo hago una búsqueda rápida en Google. ¿Dónde nació Anaïs Nin?, ¿en qué año se declaró la independencia de Ucrania?, ¿cuánto se tarda en ir de Barcelona a Narbona?, ¿cuál es el mejor sustrato para plantar un rosal?. Pero hay otras veces en que necesitas profundizar un poco más seriamente, conocer más y mejor la historia de Ucrania, entender los porqués de la obra de Anaïs Nin, aprender de verdad los secretos para tener un rosal hermoso. Cuando esto pasa no va a ser suficiente con un poco de zaping por los primeros resultados de Google, sino que ya te pones a buscar fuentes, artículos o libros, sobre el tema en el que has decidido profundizar.

 

En estos casos cuesta decidir cuál de los millones de textos disponibles debe merecer el montón de horas que deberás dedicar para empezar a profundizar realmente en ese tema. En medio de tantas opciones, ¿con qué criterio eliges unos u otros libros, unos u otros artículos?. ¿Por qué aquellos y no otros? Pides ayuda, pero no siempre conoces alguien fiable que sepa de Ucrania, o de rosales, y el chico de la floristería se ha quedado un poco parado cuando le has pedido bibliografía al respecto. Conozco gente que escoge por la seriedad que le transmite el diseño de la portada, o las frases que el editor ha puesto en las solapas o la contraportada. También hay quien pide sabio consejo en su librería de confianza, aunque esto podría funcionar mejor con literatura o poesía que con libros técnicos, como también hay quien mira valoraciones y puntuaciones en catálogos como el de Amazon. Y siempre hay los que dicen que se lo han mirado mucho, pero en verdad se han limitado a coger el primer libro que han encontrado, bien sea en una estantería de quién sabe dónde, bien sea en el primer resultado de Google.

Y vosotros, en medio de tanta oferta ¿qué criterio utilizáis para escoger los textos concretos que merecerán vuestro tiempo y esfuerzo? Yo escojo siempre textos que hayan sido escritos por personas con las que puedo conseguir ir a comer

Y vosotros, en medio de tanta oferta ¿qué criterio utilizáis para escoger los textos concretos que merecerán vuestro tiempo y esfuerzo? Ya hace unos años que llegué a una conclusión al respecto, y desde entonces aplico un método que cada vez que lo he explicado me han dicho que es ridículo, pero a mi me funciona. Os confesaré cómo lo hago: escojo siempre textos que hayan sido escritos por personas con las que creo que puedo conseguir ir a comer.

 

Os parecerá ridículo, pero permitidme que intente explicarme. Pensar que podré comer con la persona que ha escrito aquello me hace leer diferente. Cuando alguna cosa me sorprende o directamente no la entiendo, tomo nota porque pienso que se lo preguntaré si alguna vez vamos a comer. Me imagino preguntándole cosas, pidiéndole otros ejemplos, confrontando con otras cosas que he visto o encontrado, repreguntando el porqué de algunas de las cosas que dice, compartiendo la sorpresa que me ha provocado esto o aquello… mientras voy leyendo estoy preparando una conversación, un diálogo, un debate. Estoy más activo, más inquisitivo. Me funciona. Si finalmente alguna vez llega a producirse ese almuerzo, acostumbra a ser maravilloso. Si realmente le has leído con ganas la conversación con el autor te hace volar, saltas de un ejemplo a otro, de una pregunta a otra, de un tema a otro. Me ha pasado a menudo que le pregunto alguna cosa y me dice que no, que ahora lo diría diferente. Que tiene un ejemplo mejor. Que lo ha continuado trabajando y ahora lo enfoca de otra manera. Que está preparando un nuevo libro sobre no sé qué, y me lo explica. Y de repente, he ganado mucho tiempo. De leer un libro escrito hace tres años y publicado hace dos, a estar hablando con él o ella del libro que aún no ha terminado de escribir y que se publicará vete a saber cuándo, y quién sabe cuándo podré leer. Y quizás incluso nos caemos mínimamente bien y allí arranca algún tipo de relación, una pequeña amistad.

Hubo un momento en que siguiendo un tema fui a parar a dos libros, uno de Josep Maria Esquirol, otro de Byung-Chul Han. Los dos con una trayectoria académica seria y reconocida, autores de diferentes títulos a lo largo de los años. El primero vive en el Alt Penedès y trabaja en Barcelona. El otro es coreano y vive en Alemania. Con mi método, ninguna duda. Leo a Esquirol, me fascino, y sin obsesionarme empiezo a estar atento por si surge la oportunidad de coincidir. Sucedió, y ciertamente conversar con Esquirol es un placer difícil de reproducir por escrito. He leído muchas cosas de gente con quien no he comido nunca, pero sigo pensando que podría pasar. Y he tenido muchos almuerzos memorables con gente de la que he aprendido mucho y a quien agradezco su generosidad y conocimientos.

Alguien me dijo una vez que con este método no podré leer nunca a Platón, porque está muerto y ya no come con nadie. Y tanto que leo a Platón, pero sólo si tengo identificado con quien, una vez leído, me gustaría ir a comer para que me lo explique. Lo aplico en todo. Por ejemplo, no voy a una exposición si antes no he encontrado quién me la podría explicar. También hay quien me ha dicho que esto me da una visión muy local del mundo y de los temas, pero no es verdad. Aquí, muy cerca, hay gente que ha viajado mucho, que ha estudiado mucho, como también hay mucha gente aquí cerca que viene de muy lejos.

Consumo ávidamente contenidos y conocimientos de kilómetro cero. El resultado es que no sólo accedo a lecturas interesantes, sino también a un montón de conversaciones. Algunas ya las he tenido, otras aún las estoy teniendo, y otras espero tenerlas algún día.