Kit Burocrático

Conversaba el otro día sobre el kit digital con un ejecutivo de una multinacional del ámbito de la tecnología. Ya saben, el kit es esta ayuda del gobierno español que todas las empresas de menos de 50 trabajadores pueden solicitar para mejorar su competitividad en términos digitales.

Esta multinacional, decía, está dada de alta como agente digitalizador, esto es, que las pymes pueden dirigirse a ella para obtener la solución que esta subvención puede cubrir. Pues bien, resulta que después de unos meses desde la entrada en funcionamiento del programa de ayudas, sus superiores en la matriz -en otro país europeo- han decidido no dedicar ningún esfuerzo a prestar sus servicios a las empresas que llamen a la puerta con el famoso kit debajo del brazo.

El razonamiento es sencillo: la burocracia que rodea la petición del kit por parte del beneficiario pero también por parte del proveedor de la solución digital es tan grande, que estos directivos de la multinacional tienen muy poca confianza en que al final llegue el dinero.

Mi respuesta automática fue la expresión de mi esperanza: espero que sí, que cobremos, pero tendremos que cargarnos de paciencia. ¿Estoy siendo demasiado optimista? no lo sé.

"Esta ayuda digital se ha planteado desde una mente, perspectiva y lógica poco digital"

Lo que sí se puede comprobar a estas alturas, después de tener también la experiencia de estar embarcado simultáneamente en algunas tramitaciones de ayudas del kit para varias pymes, es que esta ayuda digital se ha planteado desde una mente, perspectiva y lógica poco digital. Es más: es la demostración palmaria de que la digitalización, cuando se queda en la simple incorporación de unas tecnologías pero no cambia el enfoque de cómo prestar un servicio, es capaz de hacer aún más burocrática, pesada y compleja la interacción con la administración pública.

La administración así en general -en eso no me aventuro a circunscribirlo a una de las muchas que (man)tenemos- ha hecho aquí lo que siempre ha sabido hacer, y en general con suficiente competencia: establecer mecanismos de control. En efecto: se parte en la relación con las empresas de la presunción de que si hay una rendija para el fraude, por ahí se van a colar los espabilados. Y, por tanto, el proceso va sobrecargado de comprobaciones y recomprobaciones. Alerta: no digo que me parezca mal que se establezcan controles, pero de algún modo parece que allí se han agotado ya todas las energías y la creatividad.

"Buena parte de los avances en digitalización no parecen pensados para hacer más fácil la experiencia de usuario sino en cómo atar corto a quien va a recibir la subvención"

En este tipo de prestaciones públicas, buena parte de los avances en materia de digitalización no parecen pensados para hacer más fácil la experiencia de usuario, sino en cómo atar corto a éste que recibirá la subvención. La perspectiva de que todo el mundo es corrupto hasta que no se demuestre lo contrario. Y quizá no se preste atención suficiente que este enfoque que mantiene la función pública contra toda lógica digital se puede acabar utilizando injustamente como coartada para practicar el fraude y alimentar la desafección por lo público.

Y así, amigos, se llega a la paradoja de que para obtener una ayuda de 2.000 euros por un servicio que está por debajo del precio de mercado sea necesario dedicar unas horas y unos recursos para justificar -a la pyme y al proveedor- que más de una y dos veces uno piensa que es desproporcionado. Y me viene a la cabeza el directivo de la multinacional: si llego a saberlo, renuncio a la ayuda. Además, para remachar el clavo, la historia ha demostrado que quienes de verdad quieren hacer fraudes de calado tienen otros caminos para hacerlos, y pueden cumplimentar igualmente todos estos trámites.

"Vivimos en un país donde hay todo un sector de actividad especializado en gestionar el papeleo que genera la burocracia pública"

Así es ahora y así ha sido siempre. Por eso vivimos en un país donde existe todo un sector de actividad especializado en gestionar el papeleo que genera la burocracia pública. Es, en el fondo, un sobrecoste para el que la tecnología que dicen ayudar a implantar ya ofrece múltiples formas de reducir.

No es que la tecnología no la tengamos a nuestro alcance: lo que falta es el cambio de mentalidad.

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