El ancho digital ibérico

"Inhabilitamos Catalunya para hacer el IdentiCAT, pero sólo de momento, no fuera que estemos haciendo el ridículo porque después resulta que su proyecto es bueno". Este es el resumen de Real Decreto-ley 14/2019 "por el que se adoptan medidas urgentes por razones de seguridad pública en materia de administración digital, contratación del sector público y telecomunicaciones".

Més info: Necesitamos una identidad soberana autogestionada (pero todavía no lo sabemos)

El texto completo consiste en un festival de restricciones para evitar la contratación de ninguna tecnología digital nueva desconocida para el ejecutivo de Pedro Sánchez —no hablo de los técnicos funcionarios del Gobierno-. Sobre todo el IdentiCAT y todo aquello que pueda estar relacionado; desde el cloud hasta los pelos de fibra óptica.

La máxima "nosotros no lo habríamos hecho, pero nos han obligado" exuda por todo el Real Decreto-ley. Está escrito de tal manera que lo puedan decir en cualquier momento del futuro, que sospechan que es próximo. Es la consecuencia de ser fiel a la visión y misión del proyecto atávico español, "la unidad de destino en lo universal", que nunca los ha permitido ver más allá del límite de "la piel de toro".

"La máxima "nosotros no lo habríamos hecho, pero nos han obligado" exuda por todo el Real Decreto-ley"

No es el primer caso en tecnología. Uno de bastante sonado fue el ancho ferroviario ibérico, que me ha recordado el caso de Real Decreto que nos ocupa hoy. La Real Orden de 31 de diciembre de 1844 impedía que los trenes españoles salieran a Francia y -sobre todo- que los trenes franceses entraran España. La estrategia era tan fácil como hacer vías más anchas. En la versión española de la Wikipedia rechazan que el motivo fuera ninguna posible invasión francesa, pero también podemos leer la entrada en inglés donde nos recuerdan que -qué casualidad- sólo habían pasado 31 años desde la Guerra del Francés. También explican que las ventajas técnicas que suponían las vías más anchas venían de ingenieros españoles que, en realidad, de trenes no sabían mucho. El 1845 aquello era una nueva tecnología, un concepto que también podemos encontrar en el Real Decreto-ley 14/2019 que empieza así:

"El desarrollo y empleo de las nuevas tecnologías y redes de comunicaciones miedo parte de las Administraciones Públicas se está acelerando. Ello exige establecer sin demora uno marco jurídico que garantice el interés general y, en particular, la seguridad pública, asegurando la adecuada prestación de los servicios públicos y, al mismo tiempo, que la administración digital se emplee para finas legítimos que no comprometan los derechos y libertades de los ciudadanos."

El texto tiene tan poca relevancia que podría haber dicho exactamente lo mismo, cada año, desde la publicación del protocolo HTTP 1.0 el mayo de 1996 —nota para nerds: es el RFC 1945-.

Mi maestro en la cosa de escribir, Jordi Vendrell, decía que tenía que borrar el primer párrafo de todos los artículos al haber acabado el trabajo. Las primeras palabras me habrían servido para calentar, pero casi siempre serían inútiles para el lector. El primer párrafo de Real Decreto-ley 14/2017 no tiene sustancia, pero nos sirve para adivinar qué pasaba por la cabeza de los legisladores a la hora de calentar:

"Todo esto es muy nuevo para nosotros, hay gente que hace cosas, van muy de prisa, y tenemos miedo de perder el control. Hace falta que digamos que queremos conseguir seguridad y otras cosas que suenen bien."

Estamos ante un caso conocido. Quizás lo tendría que analizar en clave política, pero prefiero verlo como un caso más de inadaptación al cambio digital.

Quienes hemos hecho trabajo con la inmersión digital sabemos que es inevitable el caso de los directivos que dicen "esto no se puede hacer". Tienen un modus de redes mediocre y una fecha de caducidad clara. A menudo la pregunta es cuál, la fecha, pero en realidad da igual; mientras no llega, habrá que hacer trabajo extra para demostrar que sí que se puede.

Su "no se puede" se suele basar en el interés general, en la seguridad, la prestación adecuada de servicios, las buenas costumbres y las tradiciones. Incluso dicen que los cambios digitales pueden suponer la pérdida de derechos y libertades; es la teoría de la pendiente resbaladiza, una falacia informal tanto clásica cómo frecuente.

"Se les escapa que sospechan que pronto la tecnología detrás de la IdentiCAT, la SSI, será tendencia. Se curan en salud de aquello que pueda decir Europa, que sabe más y manda mucho pero despierta tarde"

Los directivos de empresas que se oponen al cambio escriben correos, piden reuniones y presentan informes; cuando es un equipo político, hacen un Real Decreto-ley del estilo del 14/2019. En el texto dejan caer sus Inseguridades y dudas, pero sin querer. Se les escapa que sospechan que pronto la tecnología detrás de la IdentiCAT, la SSI, será tendencia. Se curan en salud de aquello que pueda decir Europa, que sabe más y manda mucho pero despierta tarde. Con un poco de suerte unos ya no estarán —si es que la legislatura aguanta cuatro años— y los otros —los altos funcionarios— o estarán jubilados o tendrán nuevos jefes políticos que ve a saber de donde saldrán y que dirán.

Tendremos identidad digital soberana autogestionada (SSI), no lo dudéis lo más mínimo. De los detalles técnicos hablé aquí mismo un par de meses. No es una cuestión de intenciones políticas, sino de cambio digital inevitable; de algoritmos pensados para que podamos confiar en la gestión de lo más íntimo: nuestra identidad digital. Sin esto muchos servicios digitales basados en inteligencia artificial serán o deficientes o peligrosos, y no queremos ninguna de las dos cosas. Tampoco queremos que el futuro se nos escape.

Toda resistencia es fútil ante una necesidad digital. Los problemas que provoca el software se resuelven con más software, no con decretos. Tanto es si lo perpetran en nombre de la seguridad nacional o de la mediocridad digital, esta que flota al primer párrafo no borrado de Real Decreto-ley 14/2019. La poca suelta los borrará a ellos, porque son miops. No llucaren bastante cuando había que tener mucha vista para adivinar los cambios relevantes que llegaban, uno tras otro, para dibujar el futuro de la Sociedad Digital.

También está bien así.

Todo ello servirá para explicar como les fue a las organizaciones que se emperraron en proclamar que la tecnología no iba con ellos. El 1845 fue con el ancho ferroviario ibérico y al 2019 con la identidad digital soberana autogestionada. El ancho de las vías fue demasiado gordo y el digital demasiado pequeño.

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