Una ciudad, para ser inteligente, no sólo precisa de la inversión necesaria, tienen que darse las condiciones precisas porque esto suceda, condiciones que han tenido que irse produciendo a lo largo de años anteriores. Los Juegos Olímpicos del 92 colocaron en Barcelona en el mapa, y esto fue un logro, pero la evolución posterior de la ciudad se decantó hacia los servicios turísticos y sin poner excesivamente el acento en la calidad.
Cuando en 2000 arrancó la iniciativa-proyecto 22@, en mi opinión, no lo hizo con los medios y el impulso necesarios ni con la proyección conveniente. Bilbao, por ejemplo, desde medios de los años 90, cuando se materializa la inauguración del Museo Guggenheim en el 1997, da inicio a un proceso de tránsito desde un modelo industrial basado en los astilleros y la siderurgia a otro sustentado en el turismo de más valor que el de Barcelona y que ahora está pivotant hacia los servicios de innovación tecnológica integrados en el tejido urbano.
Todo esto combinado con cambios urbanísticos de vainica desarrollados en torno a la Sociedad Bilbao Ría 2000. Evidentemente, el tamaño de la ciudad ha ayudado, pero considero que Bilbao sí que va por el camino de convertirse en una ciudad inteligente porque existe la voluntad que esto sea así.
En Barcelona, en cambio, más que voluntad el que faltan son posibilidades. En Euskadi no existe, en el margen de los chascarrillos populares, una pugna entre Bilbao y otra ciudad para obtener algo porque el Gobierno es el mismo para todos, al margen de partidos políticos, cosa que con Barcelona no pasa. En Barcelona ha habido pugnas entre Ayuntamiento, Diputación y Generalitat, y ha habido con el Gobierno de Madrid, y en la inmensa mayoría de los casos detrás hay un tema de recursos; en Bilbao esto no sucede porque Euskadi tiene sistema fiscal propio.
Por el contrario, en Barcelona creo que no existe una hoja de ruta compartida por diferentes instancias para llegar hasta el objetivo que sea... Y si a esto se añade el crónico déficit interregional que Cataluña arrastra respecto a la mayoría de regiones se completa el cuadro de falta de posibilidades.
Cuando en 2000 arrancó la iniciativa-proyecto 22@, en mi opinión, no lo hizo con los medios y el impulso necesarios ni con la proyección conveniente. Bilbao, por ejemplo, desde medios de los años 90, cuando se materializa la inauguración del Museo Guggenheim en el 1997, da inicio a un proceso de tránsito desde un modelo industrial basado en los astilleros y la siderurgia a otro sustentado en el turismo de más valor que el de Barcelona y que ahora está pivotant hacia los servicios de innovación tecnológica integrados en el tejido urbano.
Todo esto combinado con cambios urbanísticos de vainica desarrollados en torno a la Sociedad Bilbao Ría 2000. Evidentemente, el tamaño de la ciudad ha ayudado, pero considero que Bilbao sí que va por el camino de convertirse en una ciudad inteligente porque existe la voluntad que esto sea así.
En Barcelona, en cambio, más que voluntad el que faltan son posibilidades. En Euskadi no existe, en el margen de los chascarrillos populares, una pugna entre Bilbao y otra ciudad para obtener algo porque el Gobierno es el mismo para todos, al margen de partidos políticos, cosa que con Barcelona no pasa. En Barcelona ha habido pugnas entre Ayuntamiento, Diputación y Generalitat, y ha habido con el Gobierno de Madrid, y en la inmensa mayoría de los casos detrás hay un tema de recursos; en Bilbao esto no sucede porque Euskadi tiene sistema fiscal propio.
Por el contrario, en Barcelona creo que no existe una hoja de ruta compartida por diferentes instancias para llegar hasta el objetivo que sea... Y si a esto se añade el crónico déficit interregional que Cataluña arrastra respecto a la mayoría de regiones se completa el cuadro de falta de posibilidades.
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