De la borrachera inversora a un cambio de paradigma

Creo que no les descubro nada nuevo al afirmar que la euforia inversora de los últimos años se ha desvanecido en el mundo de las empresas emergentes. El fin de la pandemia, que impulsó al alza los negocios digitales, el conflicto en Ucrania y el aumento de los tipos de interés han frenado la actividad de family & friends, business angels, family office y fondos de capital riesgo, que han extremado precauciones ajustando a la baja las valoraciones de las compañías y adoptando una posición marcadamente más medida a la hora de invertir.

Hemos pasado de la borrachera inversora de los años 2019 y 2020, en los que el capital fluía abundantemente cegado por proyectos disruptivos especulativos y futuribles de potencialidad e hipercrecimiento, a un contexto en el que las inversiones se han configurado de manera más rígida, hermética y garantista, ubicando en el pódium elementos imprescindibles como la rentabilidad y la facturación, la eficiencia, la solvencia del equipo humano, el potencial de escalabilidad, la maximización del uso de los recursos propios, y un road map realista y sostenido en el tiempo. Afrontamos, por lo tanto, un nuevo paradigma en el que, aunque haya liquidez y recursos, los inversores se muestran particularmente cautelosos a la hora de ejecutar o ampliar sus inversiones.

"Hemos pasado de la borrachera inversora de los años 2019 y 2020 a un contexto en que las inversiones se han configurado de un modo más rígido, hermético y garantista"

Esta nueva etapa abre una ventana de oportunidad a los inversos, en cuanto que pueden invertir en proyectos a precios sustancialmente más módicos, efecto de la corrección de las valoraciones, pero a la vez acontece un hecho crítico para las startups, que tienen que replantear los respectivos planes de futuro con una visión más rigurosa y pragmática.

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Según constata un reciente estudio de Atomico, una importante entidad de capital de riesgo londinense que analiza el ecosistema en Europa a partir de datos y encuestas a miles de emprendedores, operadores e inversores, el 80% de las empresas emergentes reconoce que hoy les resulta más difícil captar capital, ya sea en cantidad o en plazo, de manera que muchas de ellas se han visto obligadas a redimensionar las respectivas rondas y a moderar expectativas.

Las cifras hablan por sí mismas. Conforme a los datos de la firma de asesoramiento tecnológico e inversión GP Bullhound relativos a startups de Europa e Israel, la inversión de capital de riesgo del primer trimestre de 2022 respecto al mismo período del 2023 ha experimentado un descenso del 67%. En medio de este marco global de incertidumbre, no debería sorprendernos que las empresas emergentes se hayan visto abocadas a buscar financiamiento más allá de las entidades bancarias, tradicionalmente recelosas de financiar negocios poco consolidados. Y es aquí donde han entrado en escena los préstamos de riesgo, también conocidos como venture debt, un instrumento financiero de baja dilución que combina deuda y acciones, y que cede el dinero a un interés notablemente superior al de la banca tradicional, situándose fácilmente por encima del 10% anual. Cabe destacar que el riesgo asumido por el acreedor en este tipo de operaciones es significativamente importante dado el perfil incierto de la parte deudora.

"Afrontamos un nuevo paradigma en que, a pesar de haber liquidez y recursos, los inversores se muestran peculiarmente cautelosos a la hora de ejecutar o ampliar sus inversiones"

En medio de una retirada global de inversores que ha impactado en la captación de fondos para startups, el estado español ha registrado este 2023 un descenso del 42% de la inversión en startups respecto al ejercicio precedente. A pesar de ello, se corona en cuarta posición dentro del marco europeo en número de empresas emergentes que logran inversión y en séptimo lugar en el ecosistema en volumen total de financiamiento.

Sería una verdadera imprudencia por mi parte aventurarme a fijar un plazo del momento actual en términos de austeridad inversora, pero lo que sí quisiera es pensar que todos habremos aprendido algo de lo que estamos viviendo. Que no lo pasaremos simplemente como uno de los sucesivos estados cíclicos de la economía que, a pesar de la recurrencia, nos aboca siempre a los mismos errores. Y es que a veces parece que no queremos aprender la lección y que hacemos todo lo posible por no hacer quedar mal al refrán popular que dice que "el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra". ¿Dos? ¿Y tres, y cuatro..., y seguir sumando?

"El 80% de las empresas emergentes reconoce que hoy les resulta más difícil captar capital, según Atomico"

Lo que representa el verdadero cambio de paradigma es que las startups y las empresas en general hoy persigan la rentabilidad temprana y la sostenibilidad en el tiempo, más allá de los crecimientos acelerados y desmesurados que, en situaciones difíciles como la actual, han desencadenado en decenas, centenares y miles de despidos aquí y en todo el mundo fruto del desequilibrio entre la dimensión de la empresa y la salud financiera para sustentarla.

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Algunos lo tildarán de poco atractivo, incluso de arcaico, cuando apelo al modelo tradicional de empresa. Pero Catalunya se nutre de un potente tejido de pequeñas y medianas compañías familiares, algunas de ellas centenarias, que no solo generan empleo y riqueza en el país, sino que aportan una propuesta de valor que ha prevalecido y prevalece en el tiempo. Empresas que no dejan de evolucionar e innovar, que avanzan con una mirada abierta al mundo y que captan y fidelizan el talento con proyectos sólidos y solventes. La gestión eficiente y cuidadosa de los recursos. El porqué, el como y el cuando de cada inversión. El control del mercado y de las nuevas iniciativas emergentes. Este debe ser nuestro espíritu, nuestra razón de ser, más allá de si toca etiquetarnos como startup, unicornio o camello.

¿Soñar? Sí, siempre. Pero pongamos los pies en la tierra y tomemos el timón de la situación para garantizar el futuro sólido del país.

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