La banca del futuro

Si echamos la vista atrás, podemos observar que el sistema financiero ha sufrido un cambio radical. En una década las cajas de ahorros, procedentes de una tradición más que centenaria en muchos casos, han desaparecido y no ha quedado ni rastro de ellas. Por otro lado, los bancos han experimentado un proceso de transformación y concentración espectacular. La crisis financiera de 2008 hizo estragos y, para paliar el destrozo, se aportó una cantidad ingente de recursos públicos para sanear y reflotar la banca, con el objetivo que no cayera en la quiebra.

Curiosamente, hay un modelo de banca que ha sobrevivido y no ha necesitado ni un euro de los contribuyentes, se trata de la banca cooperativa. Un modelo de banca que en nuestra casa está cogiendo impulso y reconocimiento en los últimos años y que en Europa tiene un peso muy relevante. Por poner un ejemplo, la primera entidad financiera del estado francés, sin ir más lejos, es una cooperativa, Crédit Agricole.

Para decirlo alto y claro, un banco tradicional es una sociedad anónima y sus propietarios son los accionistas y, por lo tanto, la toma de decisiones se hace en función del capital, con el objetivo de los accionistas de maximizar el beneficio en relación a su capital aportado. Por el contrario, el banco cooperativo es propiedad colectiva, de sus socios; en definitiva, se trata de una organización democrática, con el fin de prestar servicios financieros a sus socios-clientes con criterios de sostenibilidad. Así, un banco cooperativo es como un sistema de autogestión de las finanzas. Los socios son propietarios y usuarios a la vez, la perspectiva es a largo plazo y el beneficio, del todo imprescindible, no es su principal finalidad.

No debe ser casualidad que en 1967, a las puertas del Mayo del 68, se constituyera Caixa d'Enginyers, una cooperativa de crédito que con más de 50 años está creciendo de lo lindo y tiene una imagen –auténtica– de banca diferente. Si fuera una empresa cotizada diríamos que, ahora mismo, dispone de un plus de simpatía. Podríamos pensar, y en parte es así, que se trata más de demérito de los otros que mérito propio, pero quizás aquí está el quid de la cuestión. Caixa d'Enginyers sigue su rumbo haciendo lo que siempre ha hecho, dar servicio a sus socios, con un modelo de banca, cooperativa y responsable, que es su misión y su propósito fundacional. El cambio es que ahora se conoce más y la sociedad valora lo que hace y cómo lo hace. Teníamos un diamante en bruto escondido en casa y ahora lo hemos descubierto.

Las cifras hablan por sí solas. Más de 200.000 socios en 2020 en comparación con los 140.000 del 2015. Esto supone que ha habido un incremento de 70.000 nuevos socios que han optado por las finanzas cooperativas. Este es el factor determinante, se tiene que crecer porque el negocio financiero pide una mínima escala crítica para ser competitivos, pero sobre todo porque si creemos en el cooperativismo en general, y en el financiero en particular, hay que llegar al máximo de gente posible. Lo mismo ha pasado con el volumen de facturación que en el mismo periodo evoluciona de 5.000 a 7.800 millones de euros. El grado de morosidad, indicador clave en la banca, se sitúa en el 2,5% cuando la de la media de la banca es del 4,51%.

En relación al conjunto del sistema financiero todavía representa un porcentaje modesto. Sin embargo, tenemos motivos para ser optimistas, y un hecho que muestra la vitalidad y continuidad de un proyecto es la implicación de las nuevas generaciones de gente joven. No tengo evidencias, pero de forma intuitiva diría que, con toda probabilidad, buena parte de las nuevas personas socias de Caixa d'Enginyers son jóvenes que apuestan por un modelo diferente de banca, una banca en la que se sienten implicados y protagonistas. Si es así, seguro que Caixa d'Enginyers, además de tener presente, tiene garantizado convertirse en una parte destacada de la banca del futuro.

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