Las cajas que también nos hacían nación

Ya han pasado unos cuantos años del lamentable episodio de la crisis bancaria que asoló el país. Si lo miramos en perspectiva, el problema español -o sea, el catalán- se puede describir de manera sencilla: ante el boom inmobiliario, nuestro sistema bancario prestó más dinero del que podía y tenía y, además, les dejó a clientes que no lo podían volver. Cuando esta gente no los volvió, el sistema entró en quiebra. El tema nos recuerda una vez más a la reiterada y nunca aprendida euforia económica. Cuando las cosas va bien, nos olvidamos -los gobiernos los primeros- que el incremento de bonanza económica no puede durar siempre. Hay determinadas cosas que, por probabilidad, tarde o temprano, toca que pasen. Inevitable.

Aquella crisis fue internacional, pero a nosotros nos afectó más que a los demás y la banca española, hasta la fecha tan orgullosa y pedante -pero de papel de estraza-, tuvo que ser rescatada con la combinación de un préstamo europeo de unos 41.000 millones añadiendo otros recursos propios. En total, unos 58.000 millones. Este dinero los tuvo que abonar el erario público, es decir ustedes y yo, entre otros.

Por si no fuera bastante, el sistema bancario español se tuvo que depurar. Para ser más gráficos, podríamos decir que se tuvo que esporgar. El problema, como tiene lugar habitualmente en estos casos, es determinar cuantas ramas a podar y de qué grueso. Como que España es, inevitablemente, un gran cortijo, la poda se hizo escuchando los más arrimados al poder. De castigos por mala gestión no hubo. Quiero decir que los 58.000 millones se pueden considerar como gastos de la fiesta que había organizado no se sabe quién.

"Aquella crisis fue internacional, pero a nosotros nos afectó más que a los demás"

Como siempre tiene lugar en estos casos en los que España pierde, Catalunya perdió más. Es un fenómeno que se repite a lo largo de los siglos. Y aquellos que se alegran de que España vaya mal no se dan cuenta que, después, Catalunya paga el desastre con sobrecargas que, por coletilla, no nos son reconocidas. Un ejemplo de lo que quiero significar lo constituye el periodo franquista. Cuando algún español me dice cosas del tipo "¡Nosotros también sufrimos la dictadura!" acostumbro a responder "Sí, es cierto; pero Franco no intentó aniquilar tu lengua y tu cultura; y eso se un plus". La realidad es que siempre sufrimos valor añadido negativo.

Lo que tuvimos que pagar los catalanes por la fiesta financiera española fue dramático. Y nos costó el sistema financiero propio: las cajas de ahorro. Ningún país de Europa perdió los su sistema financiero excepto nosotros. Ep, ¡y sin explicaciones! Porque las cajas de ahorros gestionaban, aproximadamente, el 50% del sistema financiero catalán.

"Han pasado los años y desconocemos los responsables de la desaparición de nuestras cajas de ahorro"

Es cierto que algunas, muchas, de las cajas cometieron errores. Tanto como muchos de los bancos españoles cometieron errores. Pero esto no tenía que ser excusa para dejar el mercado bancario español en manos de oligopolios y el sistema financiero catalán sin su piedra angular: las cajas. De excusas se dieron muchas. Entre otras mentiras se afirmó que un sistema con tantas cajas no puede funcionar bien. Extraordinaria justificación. Porque Francia tiene 28 de cajas de ahorro, el sistema que se conoce como Bancas Populaires Caisse de Epargne (BPCE). Italia tiene 33, de casse di risparmo (además de muchísimos bancos pequeños) y , Alemania -¿están sentados?- tiene 357 sparkasse. Ya se ve que el objetivo era aprovechar la crisis para eliminar la competencia. Y así nos hemos quedado. Tres o cuatro grandes proveedores: BBVA, Santander, Caixabank y Sabadell -todos pilotados desde fuera de Catalunya, está claro. Por suerte, no necesito ir a pedir ningún préstamo ni servicio a la banca española. Me repugna tener que pasar por el tubo de los oligopolios españoles. Como siempre, tendrá que ser la Unión Europea que, un día, se dará cuenta de la indefensión del consumidor español y tendrá que arreglarlo. Ya se lo harán.

Han pasado los años y desconocemos los responsables de la desaparición de nuestras cajas de ahorro. Imagino que las responsabilidades están repartidas entre los actores españoles a quienes no hay que estimularles la catalanofòbia y unos gobiernos de la Generalitat inexistentes desde el 2003 a los que no hay que estimularles la incompetencia. Inexplicablemente, nadie ha pasado nunca cuentas en el Parlamento de aquel entuerto. La Generalitat poseía la autoridad reguladora sobre las cajas de ahorro. No dijo nada. No hizo nada. Una vergüenza para un territorio que se proclama más que una región autónoma. Pasarán los siglos y alguien, algún día, se dará cuenta que con las cajas de ahorros desapareció, también, una muchedumbre de esfuerzos e ilusiones que habían invertido nuestros antepasados. Porque con la desaparición de las cajas perdimos, de paso, un pedazo de nación.

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