El conocimiento: ¿enemigo de la innovación?

No os asustéis. No estoy poniendo en duda el valor del saber, del leer o del conocer, pero, a menudo, el saber mucho de algo y, sobre todo, el haber trabajado durante muchos años en ello nos puede imposibilitar el poder innovar. Tradicionalmente, se ha entendido que el conocimiento es la base sobre la cual construimos cualquier nuevo descubrimiento. Pero en el mundo acelerado de la innovación actual, esta premisa no está tan clara. Para innovar necesitamos pensamiento divergente y este profundo conocimiento de algo puede crearnos barreras invisibles a abrir nuestra mente a cosas nuevas.

La historia nos muestra que a menudo son las personas que vienen de fuera de un sector quienes generan los cambios más radicales, más novedosos, más inesperados. Isaac Asimov planteaba que la frase más excitante en ciencia, la que precede a un nuevo descubrimiento, no es Eureka, sino Eso es curioso... Esta observación, pone de relieve la importancia de la curiosidad y la capacidad de ser sorprendido. Porque, efectivamente, innovar va de cuestionarse si lo que hacemos es lo mejor que podemos hacer, de mirar nuestros procesos con otros ojos, de preguntarnos por qué siempre lo hemos hecho así.

Para innovar necesitamos mirar hacia fuera, y ya no a nuestros competidores o a nuestro sector, sino a tendencias sociales, culturales, hábitos de consumo, tecnologías emergentes... Y entonces, ¿cómo podemos equilibrar conocimiento e innovación?

"Isaac Asimov planteaba que la frase más excitante en ciencia no es 'Eureka', sino 'Esto es curioso...'"

La respuesta puede estar en desarrollar la habilidad para desaprender y volver a aprender, reestructurando nuestro conocimiento en base a la nueva información. Es la valiosa capacidad de mantener una mente tan abierta como un principiante, como un aprendiz. Un concepto conocido en el budismo zen como Shoshin

En el mundo de la innovación, hay que valorar tanto la sabiduría del experto como la ignorancia del novato, pues ambas tienen el potencial de mostrarnos nuevos caminos no obvios desde una perspectiva de conocimiento profundo. Por supuesto, no debemos subestimar el poder de la colaboración interdisciplinar. La convergencia de diferentes campos de conocimiento puede ser el crisol para la innovación. Decía Steve Jobs que "la innovación reside en la intersección de las artes y las ciencias". No hay nada más rico (y difícil al mismo tiempo) que mezclar diferentes áreas de conocimiento, pues con ello rompemos silos de pensamiento y creamos nuevas conexiones inesperadas. 

Més info: Hasta siempre, Charlie

Gran ejemplo de innovador holístico fue Leonardo da Vinci, uno de los grandes maestros del Renacimiento, y famoso en diversas disciplinas: pintor, escultor, arquitecto, ingeniero y científico. Su profundo amor por el conocimiento y la investigación fueron la clave de su obra y lo convirtieron en uno de los grandes inventores del siglo XV.

El desafío de todo ello, reside en cómo educamos y cultivamos mentes que puedan flexibilizarse entre el experto y el principiante, el conocimiento y la curiosidad, la tradición y la disrupción. A mi entender, la clave no está en la cantidad de conocimiento que poseemos, sino en cómo elegimos utilizarlo, conectarlo (importantísimo) y reinterpretarlo constantemente.

 

"Cuando somos niños, nos asombramos por todo, preguntamos sin parar y nuestra curiosidad es infinita"

Cuando somos niños, nos asombramos por todo, preguntamos sin parar y nuestra curiosidad es infinita. Pero es el mismo sistema educativo (por fin en estos últimos tiempos cuestionado)  el que nos va “matando” esa curiosidad y ya casi la hemos perdido completamente al entrar en la vida adulta.  Es más, incluso entonces preguntar está mal visto, pues pone de relieve que no sabemos de todo, o al menos que no sabemos lo suficiente.

En resumen, el conocimiento y la innovación mantienen un baile del que hay que aprender los pasos, el ritmo y la cadencia... Mientras que el conocimiento puede actuar como un ancla, fijando nuestras percepciones a lo conocido, también debe actuar como un trampolín desde el cual podemos saltar hacia la innovación. Debemos aprender a mantener ese equilibrio, para asegurarnos de que nuestras mentes sigan siendo el terreno fértil donde las nuevas ideas pueden germinar y crecer.

En palabras de George Bernard Shaw: "La razonable adaptación del hombre a este mundo es la señal de un fracaso inmediato". La innovación requiere de un cierto grado de irracionalidad, la voluntad de cuestionar lo que se da por sentado y explorar lo que podría ser. Es en este espacio donde la sabiduría y la locura se encuentran, donde la verdadera innovación cobra vida. Y por ello, debemos ser capaces de gestionar nuestro conocimiento para que no sea un enemigo de la innovación, sino su mejor aliado.

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