Cotorras, futbolistas y alfabetización mediática

El azar ha querido que coincidieran a mi línea de tiempo dos vídeos que juntos se entienden mejor. El azar y un poco el algoritmo de Twitter.

En el primero se ve una cotorra que navega con un iPad en YouTube. Mira vídeos, los selecciona haciendo deslizar la lista lateral e, incluso, es capaz de abrir la aplicación y cambiar de usuario (¿al suyo?). En el segundo se ve un corte de 42 segundos de Leo Messi en una rueda de prensa hablando en un inglés perfecto. No es un doblaje sino que sus labios se mueven de acuerdo con la fonética inglesa y el inglés que pronuncia es con su acento argentino.

Cada uno de los vídeos por separado ya tiene su gracia, pero el total es más grande que la suma de las partes. Los vídeos son, en el fondo, idénticos; ambos vídeos muestran dos personajes haciendo cosas que no se les suponen. En el primero una cotorra manipula un iPad, en el segundo Messi habla en inglés. Es cuando nos empezamos a cuestionar aquello que estamos viendo que los vídeos divergen.

Todo el mundo sabe de la dificultad de Messi con las lenguas que no sean la suya. Es por eso que detectamos a primer vistazo que el vídeo donde habla inglés es producto de la tecnología. Añadid que se ha generado con la ayuda de la IA y ya tenéis todos los ingredientes para su difusión. Ninguna duda de que es un vídeo generado, de hecho lo podríais haber generado vosotros mismos yendo a la web Heygen.com.

¿Qué pasa con el valor documental del vídeo si cualquiera puede manipular una intervención pública de alguien y hacerle decir lo que quiera?

Paradójicamente, el increíble vídeo de la cotorra nos resulta más creíble. Sí que nos parece curioso que una cotorra seleccione vídeos, que incluso cambie de usuario, pero se ve que estos bichos son muy avispados. No tenía ni idea hasta que no me interesé por saber si el vídeo había sido generado con IA o era auténtico. No costaría mucho cambiar el contenido de la pantalla del iPad por uno sincronizado con los movimientos de la cotorra. Pues no. Haciendo un poco de investigación en YouTube he encontrado que el tema de cotorras e iPads es un subgénero en si mismo, con algunos pajaritos exhibiendo una gran competencia en la comprensión del principio de causalidad.

Desvelado el misterio, es el vídeo de Messi el que nos provoca más preguntas. ¿Qué pasa con el valor documental del vídeo si cualquiera puede manipular una intervención pública de alguien y hacerle decir lo que quiera? De hecho, mi prevención inicial con el vídeo de la cotorra es fruto del descrédito que la imagen tiene desde que es digital, aunque para manipular la realidad no hace falta demasiada tecnología, la portada del día siguiente de la diada del ABC (vale la de cualquier año) es un claro ejemplo. Este mecanismo también funciona a la inversa: alguien podría argumentar que un vídeo real que resulte incriminador es en realidad un vídeo manipulado (todavía no le hemos escuchado decir esto a Rubiales). En el espacio digital informativo donde estamos instalados, la realidad y la ficción forman un continuo indistingible, donde la inteligencia artificial de los algoritmos de recomendación hace virales los vídeos más llamativos y más polarizadores; cuanto más inverosímiles mejor. Opinión impopular: creo que esto es bueno.

Saber a ciencia cierta que toda imagen es sospechosa de haber sido generada nos obliga a ser más críticos

Saber a ciencia cierta que toda imagen es sospechosa de haber sido generada nos obliga a ser más críticos. También obliga a quien la genera y a quien la distribuye. Las herramientas de edición, las redes sociales y los sitios web tendrían que proveer un mecanismo de verificación (¿cadena de bloques?) para que podamos trazar el origen de la imagen y todas sus alteraciones posteriores si queremos que nos las tomemos seriamente. También interpela a los reguladores que tendrán que velar para que las plataformas cumplan. Quizás es el golpe de gracia para que la alfabetización mediática llegue a todo el mundo. No será fácil gestionar un panorama mediático como este, pero lo que está claro es que el modelo tradicional donde unos cuantos tienen las herramientas y el poder para manipular y el resto cree aquello que ve de manera acrítica, es mucho peor.

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