Crónica de una autodestrucción anunciada (y III)

Este es un apartado delicado. La sociedad catalana, estimulada por una prensa inmadura e inconsciente -por no decir a menudo malévola- ha perdido el sentido de las proporciones en todo aquello que se refiere al sentimiento nacional. Y en el debate de aquello que, como país, nos conviene. El independentismo ha crecido. El sentimiento nacional no. Al contrario. La pregunta es: ¿qué tipo de entidad será la que, si llega a ser independiente, sobrevivirá? ¿Será próspera, cohesionada, con sentimiento de país?

El proceso sufrido en los últimos 20 años ha sido dramático desde el punto de vista nacional, de supervivencia como país. Cualquier país con un crecimiento de la inmigración que ha pasado de significar el 2,9% a ser del 15,1% en solo 20 años está en riesgo de supervivencia nacional. Y lo constato como un hecho, sin dar las culpas a los inmigrantes, sino más bien a los nacionales que los llaman por pura actitud miserable e indolente. Constituye una animalada decir que los inmigrantes nos quitan puestos de trabajo. Los inmigrantes no quitan ningún puesto de trabajo a los nacionales por el simple hecho de que no se crean puestos de trabajo para los nacionales. Y esto lo digo porque algunos, los de siempre, querrán ver en mis afirmaciones actitudes xenófobas. Demasiadas actitudes de tics adolescentes e irresponsablemente superficiales, de estética comuns, tiene este calificativo listo para ensuciar a quien haga falta. Este país ha adoptado la manía de lanzar acusaciones gratuitas y repetitivas de manera incomprensible -desconocida en otros lugares-. El país le ha cogido gusto a no debatirlo todo. Y los dirigentes que regulan la conveniencia de estos debates "no autorizados" realizan acusaciones que impiden buscar soluciones claras, justas y honestas para los temas fundamentales. Por eso querría hacer una descripción lo más aséptica posible.

Ha arraigado en la sociedad catalana la convicción de que el camino correcto que hay que seguir en el caso de la inmigración es el de "papeles para todo el mundo". Y, por lo tanto, este principio se practica de manera subliminal. Y este es un hecho que no tiene sentido. Ni es viable ni, por lo tanto, es aceptado en ninguna parte del mundo desarrollado. Hay que establecer cuotas de inmigración calculadas a partir de estrategias de país, pensando en que los que gobiernan lo tienen que hacer para los ciudadanos del país. Cualquier otro planteamiento, además de dar resultados perjudiciales, comporta una reacción y un populismo altamente nocivos. Tenemos que comprender que la idea de que los inmigrantes tienen la culpa de la mayoría de los problemas que nos afectan es errónea y tan populista y extremista como la que mantiene que la inmigración ilimitada sin planificación ni control no tiene efectos negativos. Son dos posiciones que no ayudan a gestionar el problema y que, además, ponen en riesgo la democracia liberal y social de derecho.

La misión de los catalanes no es defender el castellano -tampoco atacarlo-, sino defender y promover al máximo el catalán

He dicho que cualquier país las pasaría canutas para integrar estas proporciones de inmigración sin desencuadernarse. Pero a todo ello hay que sumar otros aspectos que nos juegan a la contra. Porque nuestro gobierno no tiene herramientas para adoptar políticas efectivas a la hora de mantener el sentimiento nacional. No puede discriminar positivamente la lengua catalana dándole protección al 100%, olvidando el castellano. Sí, sí, no me han leído mal. Hablo de no dar protección al castellano. ¿Por qué? Porque no la necesita. Porque en el mundo hay centenares de millones que lo hablan. ¿Alguien mira de proteger los derechos de los millonarios cuando visitan la consulta del médico del CAP de barrio? Otra vez, pido dejarnos de engañar. La misión de los catalanes no es defender el castellano -tampoco atacarlo-, sino defender y promover al máximo el catalán. ¿O es que el Instituto Cervantes se dedica a promocionar otra cosa que no sea el castellano? ¡Si en su logotipo está la ñ!

Seamos claros, una vez más. Cojamos la inmigración. Nos gusta mucho ver programas de TV3 que nos explican casos de gente que llegó hace poco y ahora ya habla catalán. ¡Qué buenos somos! ¿A quién pretenden engañar nuestros medios? ¿Qué porcentaje de inmigrantes miran de aprender catalán de manera urgente? Y es lógica esta actitud. Imagínense que en toda Alemania se hablara de manera monolingüe el español excepto, por ejemplo, en la región de Baviera donde hablaran el español el 60% y el alemán el 40%. Pregunta: ¿si ustedes catalanes y, supongamos, sensibilizados por el tema lingüístico, tuvieran que ir a vivir a Baviera, aprenderían el alemán si, solo hablando español, ya tuvieran suficiente y pudieran vivir normalmente, y no solo en Baviera, sino en toda Alemania? Y fíjense que ya no digo que ustedes fueran españoles castellanoparlantes. Hablo de catalanes catalanohablantes, quiero decir supuestamente sensibles en los temas lingüísticos. ¿Harían el esfuerzo realmente? Pues ahora van y lo aplican a los inmigrantes que vienen a Catalunya y que tienen como lengua materna el español. Yo los entiendo perfectamente. Y, todavía más, imagínense los que llegan y tienen que aprender español y catalán. ¡Dos lenguas! Con todo ello, quiero poner de relevo que no se puede acusar de nada a los inmigrantes. Si a caso nos tenemos que acusar a nosotros de no saberlo hacer mejor. Entre otras cosas, llamarlos cuando no hay necesidad ni tenemos las herramientas para gestionarlos.

El modelo económico que hemos desarrollado en los últimos 20 años, combinado con la imposibilidad de autogobernarnos decentemente, lleva, inexorablemente, a la desnacionalización del país

Este es un ejemplo claro de las cosas que el gobierno de Catalunya tendría que poder hacer con absoluta libertad sin ser acusado de nada -como no son acusados los de Francia, Dinamarca, Alemania, etc.-. Exigir el conocimiento y la práctica del catalán a todo el mundo (¡incluso entre los catalanes!) a la hora de ser contratado, poder impulsar campañas de integración apelando (como hacen todos, absolutamente todos los países razonables) al sentimiento nacional, obligatoriedades, etc. Nos sorprende que los países escandinavos tengan unos niveles de integración tan elevados. No es por casualidad. ¿Piensan que ellos son tan permisivos como nosotros? Pero ellos no tienen el enemigo de su realidad nacional, ni de su lengua, al lado; como sí lo tenemos nosotros. Ni tampoco lo tienen adentro (políticos en listas cerradas diseñadas desde Madrid, aquellos de los que antes se decía botiflers).

La idea resumen de este conjunto de artículos es que el modelo económico que hemos desarrollado en los últimos 20 años, combinado con la imposibilidad de autogobernarnos decentemente, lleva, inexorablemente, a la desnacionalización del país. Y al empobrecimiento cultural y económico. A la autodestrucción nacional por frentes diferentes. Algunos, insisto, miran hacia los inmigrantes cuando se habla de desnacionalización. No es justo. Nosotros los hemos llamado y es nuestra responsabilidad, ahora, integrarlos. Simplemente insisto en que la mayonesa requiere algunas condiciones básicas para que no se corte: los componentes tienen que estar a una temperatura equivalente (que no sea demasiado baja) y que el aceite no se añada de golpe. Este principio, que todos los países pequeños han entendido siempre, a nosotros no nos da la gana aceptarlo. Y, encima, no disponemos de las herramientas necesarias ni tan solo para permanecer como estamos. Nos hemos erigido como salvadores de una nublosa causa mundial. La que sea. Sin darnos cuenta de que los ilusos somos nosotros. Como país minúsculo, formamos parte de un tipo de gente que suficiente trabajo tiene para salvarse a sí misma. Pero mantenemos con estos pequeños países una diferencia fundamental: ellos quieren poderse reconocer en unas cuantas generaciones. Nosotros no.

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