Una cuestión de libertad

Ha habido mucha polémica en las últimas semanas a raíz del asesinato de Mahsa Amini en Irán, que ha ocasionado una serie de revoluciones y protestas en el país, donde la represión por parte del régimen y las instituciones estatales ha sido brutal y mortal. Estos hechos han tenido visibilidad internacional, donde se ha mostrado la solidaridad hacia la situación de las mujeres en el país, pero también ha abierto viejos debates que, en mi opinión, desvían el foco de lo que es ahora mismo la urgencia del debate.

Antes de empezar, quiero dejar claro que no voy a entrar en el debate sobre el hiyab. Ante todo, porque no sé lo suficiente, pero sobre todo porque no tengo legitimidad para participar en un debate que, a mí, como mujer blanca, nunca me ha afectado de forma directa. Hay muchas feministas con posiciones muy distintas que lo explican muy bien, y creo que escucharlas a todas, tengan la posición que tengan, puede ayudarnos al resto a mostrarnos mucho más sororas y, sobre todo, dejar de decir barbaridades.

Debemos dejar de pensar que las demás personas no saben lo que se hacen y que necesitan nuestros juicios para decidir cómo vivir. Cada cultura y sociedad tiene un contexto

A raíz de los hechos de Irán se ha puesto sobre la mesa un tema que, al menos en Occidente, está quedando tapado por el debate sobre el hiyab. Este tema es la finalidad del feminismo como movimiento social, es decir, la libertad de las mujeres con respecto a las opresiones y discriminaciones patriarcales. En un contexto en el que no hay libertad, la mujer se ve sometida a la voluntad patriarcal. Una mujer sin agencia es una mujer que no puede decidir, una mujer que no es autónoma y, en última consecuencia, una mujer que no es libre. Lo que, en mi opinión, es imprescindible, es entender que en Irán las mujeres no pueden escoger, porque se ven sometidas e impuestas en un régimen que amenaza su vida si no siguen sus normas. Y pese a esta situación, hay mujeres que han desafiado al sistema y han mostrado su solidaridad con Mahsa en las calles, a costes altísimos como la cárcel o, en el peor de los casos, la muerte.

La voluntad de ser libres de estas mujeres ha encontrado ahora una brecha ante una muerte injusta que ha logrado la atención de la prensa internacional. Lo que las mujeres iraníes están reivindicando es que son mujeres valientes, mujeres que quieren ser libres y quieren que cubrir o no su pelo sea una decisión propia, y no impuesta por un sistema que les dice cómo deben vivir. Conozco a mujeres libres con y sin velo, así como conozco a mujeres fuertes y valientes que se consideran feministas y que no. Debemos dejar de pensar que las demás personas no saben lo que se hacen y que necesitan nuestros juicios para decidir cómo vivir. Cada cultura y sociedad tiene un contexto, y cada mujer hace lo que quiere o puede en sus circunstancias. Criminalizar, despreciar, insultar o discriminar, hasta donde yo sé, nunca ha ayudado a nadie a empoderarse o vivir de acuerdo con sus ideales de forma feliz.

Lo que como feministas debemos defender y garantizar es que las mujeres tengan la libertad de vivir su vida como ellas deseen. Una vez tengamos esto garantizado, podremos entrar en el debate de qué determina su dignidad o juzgar sus elecciones vitales. O quizás no.

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