Empresa, cultura y sociedad digital

El futuro de la cultura francesa depende del catalán

26 de Abril de 2023
Genís Roca

La digitalización está haciendo posible el desarrollo de grandes plataformas de alcance mundial, capaces de gestionar y distribuir contenidos a una escala increíble. Básicamente, hay dos tipos de plataforma: las que distribuyen contenidos generados por la industria, como Netflix, HBO, Disney o Spotify, y las que distribuyen contenidos generados por la ciudadanía, como TikTok, Instagram, Twitch o YouTube. Todo ello es un increíble ecosistema de contenidos, de propuestas culturales y de entretenimiento, que pueden ser consumidas desde cualquier lugar del mundo.

La teoría es que ahora, gracias a estas plataformas, cualquier propuesta puede conseguir una audiencia global y que, por tanto, todo el mundo puede aspirar a la gloria, y por la misma lógica también se puede pensar que las culturas minoritarias pueden tener una oportunidad, como aquella serie coreana que se ha puesto de moda por todas partes. Es cierto que ahora cualquiera puede generar y emitir contenidos, pero es falso que sea razonable lograr una audiencia significativa. De hecho, ahora mismo se calcula que hay unos 50 millones de personas generando contenidos en la red, de los cuales solamente unos 2 millones están consiguiendo un cierto modelo de ingresos, pero hay un 80% de creadores de contenidos que no tienen ninguna audiencia. Ninguna. Lo que hacen no se lo mira nadie, ni los de su casa. Aún y así, esta expectativa de conseguir relevancia mundial es la que justifica que muchos de estos creadores decidan hacer sus propuestas en inglés, y ahora mismo un 55% de los contenidos son en inglés y el porcentaje va en aumento. Culturalmente, el mundo es cada vez más plano y tiene menos diversidad.

 

Ahora mismo se calcula que hay unos 50 millones de personas generando contenidos en la red, de los cuales solo unos 2 millones están consiguiendo un cierto modelo de ingresos

La cultura catalana tiene un problema. Y es el mismo problema que tienen la cultura francesa o la española. Cuando buscas algo en la red, lo más probable es que encuentres una propuesta en inglés y no en tu idioma. Pero la cultura catalana tiene una ventaja significativa: la lengua catalana todavía sirve para delimitar un ámbito cultural, y lo hace mejor que el francés, el español o el inglés. Una búsqueda de contenidos en francés puede corresponder a una persona de Francia, pero también podría ser de Bélgica, Canadá, Haití, Ruanda, Senegal, Suiza, Togo o Níger. Es decir, el idioma no segmenta el contexto cultural de manera adecuada. Con el español pasa lo mismo y navegando en español por Internet puedes estar mezclando propuestas culturales colombianas, argentinas, españolas o cubanas. Visto así, una cultura con problemas graves es la británica, pues ahora que todo está en inglés cuesta saber qué es británico.

La cultura francesa, la inglesa, la española… tienen el riesgo de ser minorizadas. Antes de pensar que este argumento es una locura, párate y piénsalo dos veces. Lo digital no amenaza solo a las culturas que ya tenemos identificadas como minorizadas, también amenaza algunas de las que tradicionalmente hemos considerado fuertes.

 

En este contexto, el catalán puede ser de gran utilidad para preservar el ecosistema cultural de Europa y del mundo, porque cumple sobradamente con todo lo que se espera de un ámbito cultural y además todavía delimita de manera bastante correcta una comunidad cultural. Es una lengua hablada por diez millones de personas y su uso se desarrolla en una zona geográfica muy concreta, tiene un registro que se remonta a lo largo de los siglos, tiene tradición literaria, científica y técnica. Tiene cadenas de radio y televisión, prensa, revistas, libros, cómics, manga… y también es digital: en el mundo hay ediciones de la Wikipedia en 318 lenguas y la Viquipèdia en catalán se halla entre las 10 primeras del mundo, por volumen y calidad. Tanto es así que el organismo internacional que gestiona el sistema de nombres y dominios en Internet, ICANN, decidió que hacía falta nombrar dominios culturales, y el primero fue el .cat. En Internet tenían nombre los estados (España se llama .es y Francia se llama .fr), y también tenían nombre los temas (comercial es .com y educativo es .edu) y ahora hace 17 años los catalanes convencieron al regulador internacional de que más allá de estados y temas también hacía falta identificar dominios culturales. El .cat fue el primer dominio del mundo concedido a una comunidad lingüística y su cultura.

Las industrias digitales explican que nos quieren ofrecer servicios radicalmente personalizados, y nada personaliza más que dirigirse a la gente en su lengua materna

Lo que hagamos ahora los catalanes por defender nuestra cultura en Internet es aquello que deberán hacer otras culturas como la francesa, pero nosotros tenemos la ventaja de la lengua porque en el caso del catalán el grado de dispersión cultural es menos extremo que con el francés o el español. Ciertamente, hay diferencias culturales remarcables entre el contexto balear y el valenciano, o entre el catalán y el andorrano, como también las hay entre el Empordà y el Baix Ebre, diferencias que debemos aprender a respetar y gestionar.

Las industrias digitales explican que nos quieren ofrecer servicios radicalmente personalizados, y nada personaliza más que dirigirse a la gente en su lengua materna. Si por un lado nosotros persistimos, y por el otro es cierto que Netflix, Spotify y TikTok quieren ser empáticas, acabarán hablándonos en catalán. ChatGPT ya lo hace. Deberán pulir sus algoritmos para ofrecernos, además de sus cosas, también ciertos elementos de nuestro contexto cultural, y para llevar a cabo esta evolución, todo este esfuerzo, la cultura catalana tiene todos los ingredientes para ser el caso de uso de cómo defender una cultura ante el aplanamiento digital.

El problema lo tendrán todas las lenguas. Si espabilamos, el catalán podría ser el ejemplo de cómo actuar ante esta situación.