El rastreo de móviles

El rastreo de móviles en el confinamiento reabre el debate sobre la protección de datos. ¿Quién tiene que regular la buena praxis? Es evidente que resulta muy tentador para cualquier gobierno utilizar esta información para intereses que van más allá de los sanitarios, por lo cual es absolutamente necesario una regulación y un control de la explotación de todos estos datos en el mundo occidental, buscando fórmulas seguras para los ciudadanos, que garanticen que su información se utilizará sólo en la lucha contra el coronavirus.

El miedo al hecho que los Estados aprovechen esta situación para cambiar las reglas del juego, ha hecho que Amnesty International y Human Rights Watch se hayan movilizado y hayan liderado la publicación de un manifiesto de 8 puntos básicos firmado por 104 organizaciones de los cinco continentes en el ámbito de los derechos humanos y la defensa de los consumidores. Los principales puntos de este manifiesto tienen como objetivo que los gobernantes firmen y dejen por escrito que cumplirán con la ley y con el estado de derecho, respetando el anonimato, la vida privada y la libertad de expresión y asociación, con transparencia en los datos recogidos.

También se les pide que se comprometan a utilizar estas aplicaciones únicamente durante el tiempo que dure la pandemia y con finalidades sanitarias en la lucha contra la Covid-19. Así mismo, se comprometen a respetar a grupos minoritarios o marginados y a permitir que los ciudadanos participen de manera libre y voluntaria, sin imponer la obligación de registrarse.

El ejemplo europeo

Parece obvio que el nuevo modelo basado en la tecnología ofrece muchas posibilidades para mejorar nuestro día a día, pero también nos hace muy vulnerables ante los que controlan toda esta información, sean gobiernos o grandes corporaciones, por lo cual es básico un sistema que garantice que estos datos no se utilizarán para finalidades diferentes de las establecidas. La misma Unión Europea insta sus países miembros a respetar la información personal de sus ciudadanos de manera adecuada si se quiere tener su confianza y su colaboración, usando voluntariamente una aplicación de este tipo.

"El nuevo modelo basado en la tecnología nos hace muy vulnerables ante los que controlan toda esta información, sean gobiernos o grandes corporaciones"

Dentro de las iniciativas para crear una App de control del coronavirus en Europa que respete las libertades de sus ciudadanos, seguramente la más interesante era la que desarrollaba la Pan-European Privacy Preserving Proximity Tracing (PEPP-PT), en la cual colaboraban 25 instituciones tecnológicas de prestigio. La PEPP-PT promueve una tecnología estándar al servicio de los gobiernos para desarrollar aplicaciones colaborativas interestatales que controlen y tracen el desarrollo del Covid-19, más allá de las fronteras de los Estados, sin que estos tengan acceso a los datos personales de cada usuario. Lamentablemente, esta iniciativa se ha quedado en la vía muerta por problemas técnicos asociados a la utilización del Bluetooth y la falta de inversión de la misma Unión Europea en el proyecto.

"La iniciativa PEPP-PT de ámbito europeo se ha quedado en la vía muerta por problemas técnicos asociados a la utilización del Bluetooth y la falta de inversión de la misma UE"

En estos días, diferentes gobiernos europeos, como el francés o el británico, han comunicado que tendrán disponible una aplicación basada en el protocolo del PEPP-PT, con la cual detectará vía Bluetooth los contactos, a menos de 3 metros, de las personas que la instalen. Consideran que el uso de la aplicación, combinada con tests realizados de manera proactiva y los autoconfinamientos, permitirán ayudar a cortar las cadenas de infección.

Lamentablemente, la historia ya nos dice que los acontecimientos importantes sucedidos en los últimos años han supuesto unas mayores medidas de control a la sociedad por parte de los gobiernos, como pasó justo después de los atentados del 11-S en los Estados Unidos para controlar el terrorismo. Esperamos que este no sea el efecto colateral de una pandemia que ya nos afecta bastante sanitariamente y económicamente.

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