El déficit de balanzas fiscales (I). Cuando el enemigo está en casa

Por este tema tengo una especial debilidad. Y ahora les explicaré el porqué. En el año 2003, con un grupo de gente preocupada (un publicista, un economista de prestigio y un exmiembro del gobierno, entre otros) decidimos iniciar una campaña para denunciar el déficit de balanzas fiscales entre España y Catalunya. La denominamos El desequilibrio. Se adhirió gente importante y, al final, conseguimos más de 7.000 firmas. Hicimos charlas por todas partes del país, etc. Un trabajazo impresionante. Era la primera vez que se denunciaba abiertamente el tema.

De aquella experiencia saqué una conclusión importantísima: el principal enemigo lo teníamos en casa. Por la derecha y por la izquierda. A la derecha, nos encontramos que prevalecían los intereses de las alianzas con Madrid. Recuerdo, concretamente, una presentación en el Cercle d'Economia en la que alguno de sus miembros, para invalidar nuestros estudios, llegaba a desconfiar de las estadísticas de la Unión Europea. Los encontré descaradamente covardes. Al no ser, la mayoría de ellos, empresarios sino ejecutivos de empresas en general reguladas -directa o indirectamente-, el interés de su bolsillo -demasiado bien pagado, para mi gusto- nunca ha encajado con el interés del país. Nunca se ha transportado en forma de consecuencias beneficiosas a largo plazo. Su postura de defensores de altos intereses económicos del país, totalmente apócrifa, nos ha llevado a la situación en la que ahora estamos y que comento aquí. De esta actitud me habló, posteriormente, el presidente Jordi Pujol que, en cuanto a las balanzas fiscales, había intentado buscar complicidades entre la gente relevante de la economía catalana y no se había salido con la suya. Lo podríamos resumir diciendo que el miedo de perder los privilegios del salario (la mayoría no eran auténticos empresarios sino asalariados, insisto) les impedía la clara adhesión a cualquier iniciativa reivindicativa ante España. Por hacerlo corto, no estaban disponibles para sentarse y debatir determinados agravios puesto que tenían el culo alquilado por Madrid.

Por parte de la izquierda, me di cuenta de una actitud muy diferente, aunque igualmente perniciosa. Me refiero al planteamiento que he mencionado en artículos precedentes ("¡en España nos tienen como amigos!") mezclado, sin embargo, con una predisposición que embadurna el progresismo catalán de aquí la muerte de Franco y que lo invalida por ser homologado con el progresismo del norte de Europa o norteamericano que se basa en la eficiencia a la hora de buscar soluciones que mejoren la sociedad. Hablo ahora de esta obsesión por hacer ver que se trabaja por salvar cualquier causa que se crea populistamente justa -no hace falta que esté demostrado que lo es- con una sola condición: que esta causa no sea catalana. Bien, creo que ya me entienden. Y como el progresismo español dice que entiende "el problema catalán" -pero ni lo entiende, ni hace nada- resulta que los progres españoles son amiguetes de los progres catalanes. Y los une a todos el internacionalismo solidario. En consecuencia, a los catalanes les terroriza ser tildados de insolidarios por algún español. Total, nada que hacer tampoco con las izquierdas dominantes. Y si, a todo ello, le sumamos los políticos botiflers (aquellos que tienen al amo en Madrid y que, por lo tanto, siguen la disciplina de partido español antes que defender los intereses catalanes), que hacen de auténtico cortafuegos, vemos que el problema tiene difícil solución.

El miedo a perder los privilegios del salario impedía a la gente relevante de la economía catalana la clara adhesión a cualquier iniciativa reivindicativa ante España

La realidad es que una de las pocas causas que podrían unir a los catalanes frente a Madrid es desterrada por las, digamos, élites económico-ideológicas de ambos bandos. Se puede comprobar que al enemigo lo tenemos dentro de toda vez que en todos estos años, a pesar de haberse demostrado el perjuicio, no ha habido ninguna campaña institucional para intentar arreglar este agravio que representan las balanzas fiscales entre Catalunya y el resto de España. A lo largo de los años he propuesto -hasta a dos consellers de economía- hacer campaña a través de la web de la Generalitat -ya saben "La Generalitat Informa", esta web tan útil que te recomienda por todos los medios de comunicación ir por la sombra y beber agua cuando hace mucho calor, cosa que mi perro, sin mirar la propaganda de TV3, sabe desde que nació-. Propuse informar de ello de forma permanente. Y de forma especialmente intensiva cuando llega la campaña de la declaración fiscal. Nadie se ha movido. Nadie, desde el poder, parece interesado en hacer proselitismo de este tema. Lo cual no deja de ser sospechoso.

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