Del Brexit a la oportunidad de España

Europa hace tiempo que busca su identidad y no la encuentra. A diferencia de los Estados Unidos, donde las ideas están muy claras, en contraste con una China que anda -aunque últimamente lo hace con algún tropezón- de manera diferente en el Japón -que sabe muy bien el que quiere- nuestra querida, o no tan querida ya Europa se encuentra en un cruce. Si esto lo dijimos hoy por primera vez, alguien diría: Hombre, claro, ahora es fácil verlo, con el Brexit y los populismos, con la rebelión hacia Bruselas, con la crisis que ha castigado las clases medianas europeas y con el BCE soltando dinero a mansalva porque la economía se reanime!

Hace tiempo, años en concreto, que me pregunto hacia donde va la nuestra, para mí, querida Europa. El Brexit es el incendio del edificio europeo y unos, los británicos, en un referéndum ajustado al máximo y por los pelos, deciden que se van. Hay, en estos momentos, otros fuegos que se agitan. En el mismo Reino Unido, Escocia vuelve con su independencia pero en este caso para integrarse, sin vínculos británicos, en la Unión Europea, igual que Irlanda norteña, que podría acabar uniéndose en la Irlanda independiente. En Dinamarca, parece que pasan de la Unión Europea. Los holandeses, comerciantes convencidos y muy viajados, podrían prescindir del sello europeísta.

En Italia, Matteo Renzi propone serias reformas constitucionales que se someterán a referéndum en octubre y avisa que uno 'no' a las mismas será su adiós al cargo de primer ministro. Entretanto, Beppe Grillo, la voz de la conciencia populista, clama por otro referéndum italiano para salir del euro. Francia, que en 2017 tiene cita con las urnas, asiste a la efervescencia populista del partido liderado por Marine Le Pen.

Dicho esto, entro en mi propia parcela. La economía española que en este segundo trimestre de 2016 seguirá creciendo al 0,7% según el Banco de España – pierde una decena en comparación con el primer trimestre – va marcando el paso. En 2015, el gasto mediano de los hogares se ha recuperado y después de varios años de claro descenso, remonta a 27.420 euros anuales, cuando entre 2008 y 2014 había caído de 31.711 euros anuales a 27.038.

El crecimiento esperado del PIB por 2016, sobre el 3% aunque está para ver, se fundamenta sobre la demanda interna, lo cual significa que el exterior no acaba de consolidarse. Dos elementos intervienen en esta parada: primero, la inestable situación mundial junto con las dudas económicas que se plantean, unas economías emergentes que atraviesan un trance más o menos complicado con más contracción que impulsos crecientes, unos mercados internacionales resentidos por los cisnes negros que se vaticinaban a principios de año y, segundo, que exportamos, es decir, al margen de los automóviles que fabricamos y de la importancia de su industria auxiliar –donde somos una potencia-, bienes de equipo, productos químicos y farmacéuticos, alimentos..., solo y playa..., que más tenemos para vender en el mundo?

El consumo de los hogares, pues, tira del carro de la economía el formato de la cual cada vez es más de low-coste que no de prestància. La caída de la tasa de paro junto con la ocupación más grande generada, suma en clave positiva en el impulso de nuestra economía. Las oleadas de turistas, perceptibles en cualquier rincón de España, reportan brio al conjunto de la industria hotelera, a la restauración y a todos los servicios inherentes y auxiliares relacionados con el turismo, como la fabricación de alimentos y bebidas.

Los intereses a la baja, la mejora de liquidez gracias a las inyecciones de dinero del Banco Central Europeo, el buen comportamiento de la inversión empresarial y, qué carai!, el mayor gasto en bares, restaurantes, espectáculos, ocio y cultura, ponen música marxosa a la danza económica. Si a esto se une, por ejemplo, el incremento en las matriculaciones de automóviles y el auge de las ventas de electrodomésticos, junto al repunte de la vivienda –con predominio de la usada por ante la obra nueva-, tenemos un mosaico esperanzador sobre la actual perspectiva económica.

Todo esto, con ser bien, es coyuntural. España tiene planteados serios retos. Nuestras finanzas públicas persisten en una zona típicamente de purgatorio, el paro continúa siendo el segundo más elevado de toda Europa, solamente superado por Grecia, nuestra renta per cápita se encuentra a una distancia considerable de la media de la grande Europa que queremos ser, el modelo económico de España no es ni de lejos el que tendría que ser y nuestro patrón de crecimiento se alinea más con el del siglo pasado que no con el del siglo XXI.

Nuestros jóvenes mantienen la tradición de algunos de sus abuelos y bisabuelos, buscando nuevos horizontes alejados de estos pagos, y emigran si bien lo hacen acumulando un sólido bagaje cultural e intelectual que los abre las puertas otros países necesitados de mano de obra cualificada y universitaria. Que exista un Gobierno robusto, en el cual todas las fuerzas políticas sumen, con una oposición seria y solvente, dejándonos de disputas propias de patio de colegio y encarando los desafíos económicos de España.

Propiciamos un hábitat empresarial que resulte de lo más confortable sobretodo para las pequeñas y medianas empresas -99,9% de las empresas en España-, donde se deje de acorralar y castigar al tejido empresarial con el basto pretexto de la lucha contra el fraude fiscal –del que Hacienda no sabe o no quiere descubrir sus auténticos focos, desplazando toda su fuerza coercitiva hacia los contribuyentes complidors pero sin perseguir a los farsantes y defraudadors reales-, facilitando un sistema tributario racional y total, inteligible y racional, que estimule el cumplimiento de las obligaciones tributarias así como adecuando las cotizaciones y cargas sociales.

Que exista un Gobierno, en fin, de buena ley, preocupado y ocupado a echar el país adelante, constituye por ahora el reto inaplazable. Porque España se juega ahora, sin más dilaciones, el que quiera ser.
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