Periodista y socio-director de Sibilare

De la desintermediación a las relaciones públicas

28 de Noviembre de 2022
Marc Argemí  | VIA Empresa

El seleccionador Luis Enrique se ha hecho streamer: ha decidido desintermediar la información deportiva del Mundial y hacer una conversación abierta directamente con los espectadores a través de Twitch, sin tener que pasar solo por los medios deportivos de prensa, radio o televisión. De momento, ha ofrecido seis sesiones de conversación, con cifras de visualizaciones que se mueven por el medio millón, y la primera superando holgadamente el millón.

 

Un puñado de streamers del nivel de Ibai Llanos o Gerard Romero -con más experiencia que Luis Enrique- han decidido desintermediar el entretenimiento del fútbol y organizar una liga por su cuenta, proponiendo a sus seguidores convertirse en fans de sus equipos, sin pasar por ningún club de fútbol ni construir ningún estadio.

Elon Musk ha seguido manteniendo la guerra abierta de la desintermediación total, reivindicando Twitter como plataforma de debate público que desplace en influencia a los medios de comunicación tradicionales. De momento, pese al ruido que todavía gira alrededor del pajarito, el hecho es que los grandes amplificadores de la polémica son los mismos medios y la plataforma por su parte está incrementando la actividad.

 

Los datos son la carga de la prueba, y la verificación de aquello que hay que considerar éxito o fracaso

La tendencia a la desintermediación vía plataforma no es nueva: las señales son evidentes para cualquier observador atento del negocio de la comunicación y la información. La lucha por la jerarquía en el nuevo panorama se establece entre medios resultadistas -que buscan los clicks de las audiencias que proporcionan publicidad- y comunicadores que monetizan unas audiencias fidelizadas con quienes mantienen una relación directa. El consumidor está validando para bien y para mal cada paso y cada innovación de los contendientes: los datos son la carga de la prueba, y la verificación de aquello que hay que considerar éxito o fracaso.

De buenas y malas experiencias hay por todos lados. Pero del mismo modo que no es lo mismo caer mientras subes unas escaleras que caer mientras las bajas, tampoco son lo mismo los batacazos de los medios tradicionales que van de bajada que no las trabas que pueden tener las aventuras neófitas en la comunicación masiva. La diferencia es de mochila, de perspectiva y de punto de partida. Si vas con deudas que resolver, con intereses e inercias de décadas, con una presunción de que eres la referencia social y partes de un prejuicio apocalíptico respecto a las nuevas plataformas, el destrozo está bastante asegurado.

Dejando de banda que hay pasados que, directamente, nunca volverán. La situación de la prensa escrita, por ejemplo, es difícil suavizarla. Por ejemplo La Vanguardia, medio decano de la prensa catalana. Hace exactamente 20 años tenía una difusión media de más de 200.000 ejemplares, dentro de los cuales se contaban 63.528 suscripciones, 89.133 ejemplares vendidos en quiosco y más de 40.000 en ventas en bloque o colectivas. Hace 10 años, todavía se movía en una cifra alta: 172.263 de difusión media. Pero la caída se ha acelerado vertiginosamente: el 2017 fue el último año por encima de los 100.000 y el año pasado registraba la modestísima cifra de 63.740.

Por eso, inexplicablemente en términos de lógica comunicativa, el mismo año 2021 en que obtenía esta exigua cifra, recibía de la Generalitat más de medio millón de euros de subvención directa, y 1,4 millones de publicidad institucional, más 1,2 millones de publicidad institucional del Ayuntamiento de Barcelona, más 186.799 euros de la Diputación de Barcelona. Dicho de otra manera, estas administraciones dieron de balde algo más de 50 euros por cada lector del diario en papel. Unas ayudas que son superiores a las que tuvo hace cinco años, aunque la difusión haya caído un 40%. Las hipótesis que se me plantean cuando veo a tres administraciones de todos los colores políticos hacer lo mismo son diversas. Podría ser fruto de una inercia, y que los políticos todavía no saben que la intermediación informativa ha dado un giro de 180 grados en muy pocos años. Podría ser. Pero quizás también podría ser que algunos medios se han reposicionado como estupendas agencias de relaciones públicas al servicio de los políticos que dejen algo en el platillo. No lo sé. Seria interesante un Twitch de alguien debatiéndolo con alguno de los políticos que continúan con estas apuestas.