Directivos de éxito que acaban mal

No es fácil tener éxito. Los que lo consiguen llegan después de muchos años de esfuerzo y trabajo muy hecho. Y los que consiguen que el éxito se mantenga se caracterizan para seguir con humildad y apostando por todas las prácticas que los han permitido cumplir los objetivos que se habían propuesto. Esto quiere decir apostar por las personas, el talento, la excelencia o la innovación.

Pero entre los empresarios de éxito hay una parte que acaba mal como consecuencia de malas prácticas, o incluso fraudes. Podemos recordar algunos casos de personas que fueron galardonadas como empresarios del año o premios similares; y de los cuales poco después se descubrieron delitos:

  • Ken Lay, Presidente de Enron, fue nombrado empresario del año por la Asociación de Antiguos Alumnos de la Stanford Business School unos años antes del 2001 cuando Enron quebró.
  • Calisto Tanzi, Presidente de Parmalat (quebró el 2003), recibió los galardones de Cavaliere del Lavoro in 1984 y Cavaliere di Grande Croce Ordine al Merito de la República Italiana el 1999 por parte del Presidente Giorgio Napolitano.
  • Richard Fuld, Presidente de Lehman Brothers (que hace ver fallada el 2008) fue empresario del año en los Estados Unidos el 1987.

En casos como los mencionados, un patrón que se repite. Al principio el empresario consigue el éxito con mucho de esfuerzo. Poco después es un empresario muy reconocido que recibe todo tipo de elogios y galardones. Normalmente son personas con tendencia al egocentrismo y en exceso de exposición a los medios de comunicación.

Muchos políticos quieren ser cerca suyo (y viceversa) mientras el éxito los emborracha. Todo ello con un exceso de diversificación y de adquisiciones otras empresas que son ruinosas. Cuando aparecen los primeros resultados negativos, en lugar de reconocerlo y tomar medidas, se opta para hacer fraudes contables.

Todo ello acaba para aumentar la operativa en paraísos fiscales y el empresario roba dinero. Esto provoca que aumenten las pérdidas y el endeudamiento, con los miembros del Consejo vendiendo sus acciones antes de que se desplomen. Cuando estalla el escándalo a raíz de la confesión de algún empleado o al suspender los pagos de deuda, empieza el proceso judicial que acaba con la prisión y las multas.

Al final muchos de estos directivos quedan en el olvido, aunque algunos de ellos vuelven a repetir sus entuertos. En otros países, sobre todo en los Estados Unidos, algunos de estos directivos han renacido como conferenciantes de temas relacionados, curiosamente, con la ética.
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