Una economía estreñida. Donde estábamos y dónde estamos (y III)

A raíz de un cúmulo de cosas que he intentado explicar en los dos artículos anteriores -y también por otros acontecimientos que han ayudado, por supuesto- el país se encuentra en una situación de estancamiento. Por mucho que algunos lo quieran disimular -que acostumbran a ser los que han ayudado a conducirnos al desastre. Y estancamiento, cuando todos los otros avanzan, quiere decir retroceso. La prensa tampoco ayuda. Si se fijan, últimamente todos el medios tiran un mensaje diciendo, aproximadamente, "los otros también están mal". Y esto no es cierto. Nosotros vamos especialmente mal. Llevamos veinte años yendo a peor. Y la manera útil para explicarlo consiste al utilizar las cifras correctas -que no son las que se acostumbran a usar.

Una de las unidades de medida que usan algunos mediáticos -de los gobiernos también, por supuesto- para comunicar al público la salud de una economía es el PIB. Pero algunos personajes que tienen demasiada audiencia en los medios, comparan países según el pastel total de PIB, así, tal cual. Sin tener en cuenta cuánta gente son a repartirse el pastel, ni la calidad del mismo. Esta gente dirá que Rusia va por delante de Suiza porque el PIB ruso es de 1,7 billones de dólares mientras que el suizo es de 0,7 billones. Escuchando a según quién tendríamos que preferir ser rusos antes que suizos. Evidente. Son aquellos que, para denunciar a los que gobiernan y no gustan, proclaman que el PIB de Madrid ha pasado por delante al de Catalunya. Esto lo hace, por ejemplo, Foment del Treball Nacional. No matizan. Ni, mucho menos, explican que si el hecho ha tenido lugar es gracias a gente como ellos.

Después hay los que calculan el PIB per cápita, es decir, todo el que produce un país dividido por el número de sus habitantes. Como hubiera dicho Joan Capri, se intenta determinar a cuánto tocamos por morro. Ya vamos mejor. PIB per cápita ruso: 11.300 dólares. PIB per cápita suizo: 82.800 dólares. Caramba. Pero este medida del PIB per cápita sigue siendo poco representativa en el caso de Catalunya. Porque Catalunya no es un estado independiente. Otra trampa de la Transición a la hora de calcular riquezas.

No vale dividir el PIB por el número de habitantes para dar una idea de la riqueza porque una parte de este reparto ha marchado fuera del territorio

En cualquier estado los recursos que se generan permanecen en el estado en cuestión. Por lo tanto, calcular todo lo que se produce y dividirlo entre sus habitantes da una idea de la media: a cuánto toca por habitante. En Catalunya no. Porque una parte de los impuestos que pagamos van fuera de Catalunya para no volver. Es así de simple. En consecuencia, no vale dividir el PIB por el número de habitantes para dar una idea de la riqueza que, en media, recibe cada ciudadano. Porque una parte de este reparto no le llega. Ha salido fuera del territorio.

Esto se debe al efecto producido por lo que denominamos balanzas fiscales entre Catalunya y el resto de España y que, cómo todos sabemos, es negativo por Catalunya. Pagamos más de lo que, después, recibimos en forma de inversiones en infraestructuras y servicios por parte del estado. Se calcula que este diferencial ronda entre el 8% y el 10% del PIB catalán. Una cifra monstruosa que difícilmente soportaría ningún otro país. Por lo tanto, hay que tener este factor en cuenta cuando distribuimos la riqueza generada por el país. No se puede engañar a la gente diciendo que distribuirla entre todos es correcto. Porque en el PIB real no está todo. Una parte se va sin llegar a nuestros bolsillos.

Dónde estamos, cómo avanzamos

Esta distorsión lleva a tener que utilizar un concepto más próximo a la realidad si lo que perseguimos es conocer la verdadera riqueza per cápita: ¿de qué cantidad de dinero dispone en realidad un ciudadano para consumir? Ya sea en gasto monetario (dinero para ir a comprar cosas, comer en el restaurante, ir de viaje, cultura, etc.) o en gasto social (dinero que, en forma de servicios o bienes, consume un ciudadano y que provienen de la administración pública: educación, sanidad, cultura, transporte, etc.). Este concepto es más preciso en cuanto que el estado del bienestar ofrece bienes y servicios en paralelo al mercado -recordamos que las administraciones públicas europeas gestionan entre un 30% y un 40% del PIB. A este concepto se le denomina consumo per cápita.

El consumo per cápita es un indicador más preciso en cuanto que el estado del bienestar ofrece bienes y servicios en paralelo al mercado

En este sentido llama la atención aquello que nos dice el estudio publicado por Cambra de Barcelona  Convergencia con los frugales y déficit fiscal. Si lo recuerdan, los frugales son aquellos pequeños países (Austria, Dinamarca, Finlandia y Suecia) que no ven con buenos ojos el gasto que llevamos a cabo los países meridionales de la Unión Europea. Son países que, por demografía, se asemejan a Catalunya. Pues bien, fíjense el que nos dice este estudio.

Si asumimos que el consumo per cápita en Catalunya en el 2000 era equivalente a 100, miren lo que ha tenido lugar en veinte años (la comparación es a paridad de poder compra, PPA, claro):

Consumo per cápita (PPA). Catalunya = 100. 2000 y 2019

  Cataluña Austria Dinamarca España (sin Cataluña)
2000 100 111,2 101,3 83,9
2019 100 115,7 120,7 89,6

Fuente: Cambra de Barcelona a partir de IDESCAT, INE y AMECO (Comisión Europea)

¿Donde estábamos? Hasta el año 2000 nos habíamos ido aproximando a Dinamarca pero desde entonces, hooop!, no hemos avanzado (ellos sí). ¿Dónde estamos? España ha ido avanzando, evidentemente. Y no digamos los otros países europeos (pequeños o grandes). ¿Qué nos puede realmente hacer crecer en términos reales? Tenemos que retomar el camino que siguen algunos de los países que tendrían que constituir nuestro patrón de comparación, en lugar de permanentemente tomar como referencia a España y sentirnos orgullosos cuando nos proclamamos ser "los primeros del estado" incluso cuando una pastelería hace cruasanes o panettones. Hace falta menos provincianismo. Y desmontar algunos mitos. Por eso abriremos una nueva serie de artículos sobre las balanzas fiscales.

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