Qué mundo queremos dejar a nuestras hijas? Creo que esta pregunta nos puede hacer conscientes de la imperiosa necesidad de cambiar nuestra sociedad verso la igualdad de oportunidades.
El 1908, en la fábrica Cotton de Nueva York, las trabajadoras reivindicaban igualdad salarial, entre otras condiciones laborales, cuando murieron quemaduras en un incendio, presumiblemente provocado por el empresario. Por eso conmemoramos el 8 de marzo, en recuerdo de aquellas mujeres valientes que nos precedieron en la lucha por la igualdad profesional. En aquellos momentos, ellas cobraban la mitad que un hombre: coser una camisa suponía una ganancia de un dólar, y si lo hacía un hombre, entonces eran dos dólares. Un siglo después, la brecha salarial no es de un 50% sino de un 25%. Hemos mejorado, sí, pero no tanto.
Hace un siglo era casi imposible encontrar mujeres en lugares de decisión. Ahora ya tenemos un 26% de directivas a las empresas catalanas pero todavía el mundo económico es muy refractario a incorporar mujeres a cargos de poder. Son muchos siglos de interiorizar estereotipos según los cuales las mujeres no son buenas líderes. Todavía los currículums firmados por mujeres reciben menos valoración y peores ofertas de sueldo que los enviados bajo un nombre masculino. La Universidad Yale realizó un experimento incontrovertible denunciando esta injusticia. Los prejuicios son, a menudo, inconscientes, pero acaban suponiendo la ausencia de mujeres a muchos lugares del ámbito público. Aun así, el Fondo Monetario Internacional ha calculado la enorme pérdida que supone por los países no incorporar las mujeres en el mundo laboral y afirma que en nuestro país el PIB podría aumentar un 5% si hubiera igualdad. Es por eso que desde Barcelona Activa estamos desplegando diferentes programas por erradicar la brecha salarial y romper el techo de vidrio a nuestra ciudad.
"Todavía los currículums firmados por mujeres reciben menos valoración y peores ofertas de sueldo que los enviados bajo un nombre masculino"
Por otro lado, tenemos datos que muestran como mucho del trabajo que realizan las mujeres se encuentra entre los salarios más bajos y contratos más precarios (pensamos en las limpiadoras de pisos, servicios de hostelería, servicios de cura de personas grandes o de niños, dependientas de comercio, asistencia a domicilio, todas ellas profesiones feminizadas). Esto cuando no analizamos el trabajo doméstico y de curas que tantas mujeres realizan como segunda jornada, porque este está directamente no remunerado. Todo el trabajo al hogar, el que sostiene nuestras vidas y las de los seres queridos, es gratuito e invisible. Estos hechos contribuyen a un menor nivel retributivo de las mujeres, revierte en menores prestaciones, peor calidad de vida y alta probabilidad de pobreza.
Lamentablemente, el paso del tiempo por si suele no nos traerá la igualdad entre mujeres y hombres. Varios organismos internacionales han señalado que, si seguimos al ritmo actual, necesitaremos más de doscientos años para lograr- la. Si esto es verdad, nuestras hijas vivirán como sus madres, con sobrecarga de trabajo, inacabables dobles jornadas, dificultades de compatiblitzar la vida personal con la laboral, ausentes de los lugares de poder y de prestigio y, sobre todo, con un riesgo enorme de ser pobres. De verdad es este el mundo que queremos por ellas?