Etnógrafo digital

¿Enseñar con IA o con estupidez natural?

12 de Septiembre de 2024
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

Asisto asombrado al no-debate que ha generado la reciente propuesta de la escuela privada de Londres David Game College de crear una aula impulsada completamente por inteligencia artificial (IA) y realidad virtual (RV) para sus alumnos de 15 a 17 años. La idea es atender a 20 estudiantes, mayoritariamente escolarizados en casa, que pagarán 32.000 euros el año para recibir una educación sin profesores humanos. Habrá, eso sí, coaches que monitorearán el funcionamiento de la IA, mientras que la tecnología se encargará de la mayor parte de la enseñanza.

 

Diez sobre diez como truco publicitario, todas las dudas del mundo sobre el resultado final. De entrada, cuesta creer que alguien con un conocimiento mínimo sobre educación pueda pensar que el proceso educativo se pueda realizar con éxito sin la presencia activa de educadores humanos. Aprender no es solo adquirir conocimientos teóricos, sino un proceso que implica múltiples dimensiones de crecimiento personal y social, algunas solo transmisibles por personas a partir de su experiencia vital.

"Aprender no es solo adquirir conocimientos teóricos, sino un proceso que implica múltiples dimensiones de crecimiento personal y social"

Sabemos que la mejor manera de aprender es a través de la experiencia. Limitar la experiencia de aprendizaje exclusivamente al entorno digital es desposeerlas de toda experiencia sensorial con el espacio físico. La inteligencia sale de la interacción de nuestro cuerpo en un espacio físico. También sabemos que a falta de experiencias propias, la segunda mejor manera de aprender es con un buen maestro con quien conectar y de quien empaparnos de su conocimiento. El contacto con buenos maestros es clave en la formación de las personas y va mucho más allá de la adquisición de conocimientos. Todos recordamos a profesores que nos han dejado huella, sea por su capacidad de motivarnos o por su compromiso con nuestro crecimiento.

 

Un estudiante —en la clase de los Delfines o en la de física teórica— aprende mucho más que los conocimientos que se le transmiten; absorbe y crea conocimiento en cada interacción con sus iguales y con sus maestros. El proceso educativo resulta en la formación de personas críticas y con valores, no solo expertos en una materia específica; no son unos juegos olímpicos de quien tiene más conocimiento.

Otra cosa es la educación en nuevas tecnologías que tendría que ir mucho más allá de la alfabetización digital. En el supuesto que nos ocupa, una IA muy entendida, puede asistir en el proceso educativo (observad la cuidadosa elección del verbo asistir). Los sistemas de IA tienen la capacidad de adaptarse a las necesidades y capacidades individuales de los alumnos, con paciencia y disponibilidad infinitas, que los maestros humanos no pueden igualar ni les hace falta; es aquello de que la IA puede hacer el trabajo aburrido, repetitivo y peligroso; aquello de que humanos y máquinas tenemos que trabajar codo con codo y que nos tenemos que repartir el trabajo. Estamos hablando de la IA como herramienta complementaria y nunca como sustituto de la figura del maestro. Pensar que un sistema educativo sin la interacción humana directa puede tener el mismo impacto es creer que los maestros solo hacen tareas robóticas todo el día. Y sí, hacen como hacemos todos, pero no es la parte más importante de su trabajo.

Más allá de la transmisión de conocimiento, la academia tiene la función de formar personas, de ayudar a los alumnos a desarrollarse como individuos completos y con un sentido crítico. El objetivo de la educación no es solo formar expertos en una materia concreta, sino hacer crecer personas capaces de pensar por sí mismas, de cuestionar lo que se les presenta, y de ser críticas con el mundo que las rodea. Este objetivo se consigue mediante el desarrollo de competencias sociales, emocionales y morales que solo se pueden forjar con la interacción con otros humanos.

"El objetivo de la educación no es solo formar expertos en una materia concreta, sino hacer crecer personas capaces de pensar por sí mismas"

Con todo parece que el proyecto de la David Game College sea más truco publicitario que una propuesta educativa seria (llamadme perspicaz pero los 32.000 euros al año deben de tener algo que ver). La magnitud de la tragedia que ejemplifica el desastre de esta iniciativa es el hecho que al exprofesor de latín Alexander Vansittart, lo han reconvertido en el coach encargado de guiar en arte y educación sexual a los alumnos: disciplinas en las que el sistema de IA no es suficiente bueno, dicen de la escuela.