Entrenar para competir mejor

Hace unos meses, en la revista Vértex entrevistaban a Kilian Jornet y dijo algo que puede sorprender. A la pregunta de si ahora que no competía podía parecer que no estaba en tan buena forma, él respondió que todo lo contrario.

"Cuando compites mucho, lo que haces es competir-descansar-competir-descansar y mantienes el nivel. En cambio, si compites poco pero te entrenas cada día, puedes añadir más kilómetros, más horas y hacer un entrenamiento más específico. Lo veo en circuitos que hago habitualmente y que este año estoy acabando con un minuto menos. Esto es porque los viajes y el desgaste de la competición hacen que no rindas tanto. Son dos maneras de verlo y las dos molan mucho. Está muy bien hacer careras cada fin de semana y cuando eres joven aprendes mucho, pero esto otro, a nivel de rendimiento, es muy interesante."

Hay que saber para qué queremos las herramientas, qué podemos conseguir con ellas y cómo es que precisamente estas herramientas son las que nos dan los resultados que buscamos

En su libro Antifragil, Nassim N.Taleb nos dice que los entrenamientos físicos sirven para "estresar" tu cuerpo el punto justo para que mejore. Como los niños, los músculos ganan cuando les añadimos un reto o algo que les empuje a responder. Por eso mejoran constantemente. Y por eso muchas organizaciones se quedan estancadas. Se dedican a competir usando lo que ya saben hacer.

Como en el tenis, no te arriesgas tanto en los partidos como en los entrenamientos.

Los partidos están para usar todo lo aprendido y aprender la vertiente psicológica del deporte: alegría, intensidad, frustración... Por lo tanto, los partidos también nos ayudan a mejorar tácticamente, pero no estratégica ni técnicamente, como lo hacemos en los entrenamientos. Fíjate que Kilian Jornet, en la entrevista, no dice que no compita, sino que ha reducido el peso de la competición en su día a día, y lo ha combinado con el entrenamiento. Y esto, a su vez, le ha ayudado a mejorar su rendimiento, también en las competiciones.

En la empresa pasa un poco el mismo: a menudo ponemos mucho de énfasis en la competición (táctica) y dejamos de lado el entrenamiento (estrategia y técnica), y esto pasa porque nos dejamos deslumbrar por aquellos que dicen que la teoría no vale para nada y que todo tiene que ser práctico y dirigido a competir. Esto elimina una parte de la ecuación del conocimiento que es capital: la técnica. Por ejemplo, siempre he intentado que, cuando hago una formación en una empresa, esta sea rápidamente aplicable en el día a día. Esto no quiere decir que esta básicamente se encargue de dar herramientas a los participantes para que salgan y las utilicen. Esto aportaría unos resultados inmediatos, pero no fortalecerían la organización sino que la harían más dependiente de la próxima herramienta que apareciera y, por lo tanto, de alguien como yo haciendo una nueva formación. Hay que saber para qué queremos las herramientas, qué podemos conseguir con ellas y cómo es que precisamente estas herramientas son las que nos dan los resultados que buscamos, entre otros cosas. Para eso hace falta teoría. Para eso hace falta entrenamiento.

Ensayar reuniones con clientes, poner a prueba la duración y la calidad del producto fabricado, mejorar la eficacia de las reuniones de equipo, revisar la estrategia de la empresa o interpretar los números... Todo son entrenamientos que nos ayudan a mejorar técnicamente, para poder competir profesionalmente.

La pregunta, pues, es: ¿ya entrenas lo suficiente?

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