Nos habíamos quedado, en el artículo anterior, hablando de la atmósfera de recuperación. Preguntémonos hoy sobre qué factores se han conjugado para la mejoría de nuestra economía. Ante todo, uno es de los firmemente convencidos que se ha dado una conjunción, no planetaria por supuesto, que ha empujado crucialmente a favor de la economía española.
Las medidas de política monetaria que Mario Draghi, sumo sacerdote de los oficios del Euro desde el sacrosanto templo de Frankfurt, anunciadas el pasado mes de enero -poco antes de que los griegos se tuvieran que pronunciar entre seguir con la penitencia de sus pecados financieros o, mejor dicho, con seguir apechugando ellos con las secuelas negativas de sus nefastos políticos o romper amarras y alejarse del proyecto común europeo y puestas en marcha durante el mes de marzo, han animado el cotarro monetario y financiero que andaba algo cabizbajo.
Regar mensualmente con 60.000 millones de euros la economía de la Zona Euro, estimando que esta actuación de puesta en circulación de dinero se prolongaría hasta septiembre de 2016 e insinuando, en fechas recientes el mismo Draghi, que estas medidas, de no conseguirse los objetivos propuestos – generar inflación y estimular monetariamente se prolongarán durante el tiempo que se precise –más allá de septiembre de 2016-, suena al hecho que la llamada expansión cuantitativa todavía no constituye la panacea definitiva para encarrilar el rumbo económico de una Europa alicaída.
La duda, en este sentido, es que pasará cuando se le retire a la economía europea esta respiración asistida en forma de política monetaria. Será la economía de la Zona Euro bastante fuerte cómo para sostenerse y andar por sí misma? Las medidas de política monetaria del Banco Central Europeo que, a primera vista, parecían concentrarse a dinamizar la economía real, también han significado un solvente airbag con el cual atenuar los golpes financieros sobre la deuda pública de los países integrantes de la Eurozona y, especialmente, la española, francesa, italiana, portuguesa, irlandesa… a la vez que, con un vestido a la medida, la helena.
La depreciación del Euro, tan demandada sobre todo desde el ámbito empresarial para animar las exportaciones de productos "Made in UE-19", supone otro impulso porque nuestras empresas abren sus mercados internacionales y cuenten con un sólido argumento de venta, en forma de precios más competitivos. El llamado viento de cola que impulsa a la economía europea y española, como en realidad a muchas economías, toma un relevo especial con la drástica disminución del precio del petróleo.
Por ahora, esta es una positiva inyección para reanimar productos interiores sucios, en el concierto europeo, que necesitaban estímulos en forma de reducciones de costes y que, por extensión, implican un sesgo de deflación que tapa miserias de salarios muy ajustados y de pensiones con merma de capacidad adquisitiva y prácticamente congeladas.
España, además, hasta el tercer trimestre de 2015 se ha visto favorecida por la conflictividad a la zona del Mediterráneo. Esta situación ha potenciado el crecimiento de nuestro país al convertirse en foco de atracción del turismo europeo y no europeo, aunque cada vez más Europa se encuentra en el punto de mira del terrorismo, como confirman los atentados de París de la noche del 13 de noviembre.
En definitiva, las medidas y efectos de la política monetaria del BCE sin fecha tope para retirar los estímulos, la consiguiente depreciación del euro que fortalece la actividad exportadora de la empresa de la zona euro, la disminución del precio del petróleo con su incidencia en ajustes de costes –líneas aéreas, por ejemplo– y ramalazos deflacionistes, la situación conflictiva en el arco mediterráneo, representan los factores externos clave que explican la recuperación de la economía española.
A pesar de todo esto, la realidad de nuestra economía trastoca un lastre considerable: España sigue teniendo de la orden de 5 millones de personas sin ocupación.
Las medidas de política monetaria que Mario Draghi, sumo sacerdote de los oficios del Euro desde el sacrosanto templo de Frankfurt, anunciadas el pasado mes de enero -poco antes de que los griegos se tuvieran que pronunciar entre seguir con la penitencia de sus pecados financieros o, mejor dicho, con seguir apechugando ellos con las secuelas negativas de sus nefastos políticos o romper amarras y alejarse del proyecto común europeo y puestas en marcha durante el mes de marzo, han animado el cotarro monetario y financiero que andaba algo cabizbajo.
Regar mensualmente con 60.000 millones de euros la economía de la Zona Euro, estimando que esta actuación de puesta en circulación de dinero se prolongaría hasta septiembre de 2016 e insinuando, en fechas recientes el mismo Draghi, que estas medidas, de no conseguirse los objetivos propuestos – generar inflación y estimular monetariamente se prolongarán durante el tiempo que se precise –más allá de septiembre de 2016-, suena al hecho que la llamada expansión cuantitativa todavía no constituye la panacea definitiva para encarrilar el rumbo económico de una Europa alicaída.
La duda, en este sentido, es que pasará cuando se le retire a la economía europea esta respiración asistida en forma de política monetaria. Será la economía de la Zona Euro bastante fuerte cómo para sostenerse y andar por sí misma? Las medidas de política monetaria del Banco Central Europeo que, a primera vista, parecían concentrarse a dinamizar la economía real, también han significado un solvente airbag con el cual atenuar los golpes financieros sobre la deuda pública de los países integrantes de la Eurozona y, especialmente, la española, francesa, italiana, portuguesa, irlandesa… a la vez que, con un vestido a la medida, la helena.
La depreciación del Euro, tan demandada sobre todo desde el ámbito empresarial para animar las exportaciones de productos "Made in UE-19", supone otro impulso porque nuestras empresas abren sus mercados internacionales y cuenten con un sólido argumento de venta, en forma de precios más competitivos. El llamado viento de cola que impulsa a la economía europea y española, como en realidad a muchas economías, toma un relevo especial con la drástica disminución del precio del petróleo.
Por ahora, esta es una positiva inyección para reanimar productos interiores sucios, en el concierto europeo, que necesitaban estímulos en forma de reducciones de costes y que, por extensión, implican un sesgo de deflación que tapa miserias de salarios muy ajustados y de pensiones con merma de capacidad adquisitiva y prácticamente congeladas.
España, además, hasta el tercer trimestre de 2015 se ha visto favorecida por la conflictividad a la zona del Mediterráneo. Esta situación ha potenciado el crecimiento de nuestro país al convertirse en foco de atracción del turismo europeo y no europeo, aunque cada vez más Europa se encuentra en el punto de mira del terrorismo, como confirman los atentados de París de la noche del 13 de noviembre.
En definitiva, las medidas y efectos de la política monetaria del BCE sin fecha tope para retirar los estímulos, la consiguiente depreciación del euro que fortalece la actividad exportadora de la empresa de la zona euro, la disminución del precio del petróleo con su incidencia en ajustes de costes –líneas aéreas, por ejemplo– y ramalazos deflacionistes, la situación conflictiva en el arco mediterráneo, representan los factores externos clave que explican la recuperación de la economía española.
A pesar de todo esto, la realidad de nuestra economía trastoca un lastre considerable: España sigue teniendo de la orden de 5 millones de personas sin ocupación.
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