Sorpresa estratégica

El 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética colocó en órbita elíptica el Sputnik 1, el primer satélite artificial que sobrevolaba la Tierra. Los Estados Unidos entraron en modo de pánico. Sus competidores habían sido capaces de situar sobre las ciudades americanas un pequeño dispositivo de 58 cms, que orbitó durante tres semanas hasta que sus baterías se agotaron. Se desintegró al volver a la atmósfera terrestre, tras dar 1440 vueltas en el planeta azul. Nadie podía obviar que el próximo paso de los soviéticos fuera poner un cabezal nuclear en órbita.

"El episodio del Sputnik originó la creación de la NASA y de DARPA. El objetivo de la primera era liderar la carrera espacial y el de la segunda era "crear y prevenir sorpresa estratégica"

Estados Unidos fue cogido por sorpresa. En plena Guerra Fría, no pensaban que la Unión Soviética tuviera un grado de madurez tecnológica suficiente para lograr este hito. Pero la tenían. Y este hecho disparó inmediatamente una crisis de defensa y de confianza en los Estados Unidos. La respuesta americana dio lugar a la carrera espacial, que tuvo su clímax con la llegada de los humanos a la Luna, en julio de 1969. Concretamente, el episodio del Sputnik originó la creación de la NASA (National Aeronautics and Space Agency), y de DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency). El objetivo de la primera era liderar la carrera espacial. El de la segunda era "crear y prevenir sorpresa estratégica".

Los americanos no querían que les volvieran a coger desprevenidos nunca más. Por eso crearon dos potentísimas agencias de innovación, con el fin de situar su tecnología en la frontera absoluta del conocimiento humano. Su tracción propulsó los Estados Unidos al liderazgo tecnológico mundial. Poco hay que añadir de la NASA, es suficientemente conocida. Los proyectos de DARPA, algo más desconocido, han tenido efectos colaterals (de lo contrario llamados spillovers, desbordamientos de conocimiento) que han llegado de forma profunda a nuestras vidas. DARPA es, entre otros cosas, la madre de internet o del GPS, y jugó un papel fundamental en el desarrollo de la tecnología de los computadores electrónicos. Las memorias DRAM, o las interfases cognitivas SIRI que incorporan los iPhones, entre otras muchas cosas, fueron ideadas y desarrolladas por DARPA.

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DARPA tiene como misión fundacional anticipar la "sorpresa estratégica". Hoy le llamaríamos "liderar la disrupción". Vale la pena leer el libro DARPA: The Pentagon's Brain, de la periodista norteamericana Annie Jacobsen, para entender el impacto de esta agencia en la innovación mundial. DARPA cuenta con un presupuesto de 3.000 millones de dólares anuales (una cantidad similar a toda la I+D pública y privada ejecutada por la economía catalana), que se dividen en un centenar de proyectos estratégicos. Cada proyecto tiene unos objetivos, un calendario, y un responsable, y se desarrolla en consorcios con centros de investigación, universidades y empresas tecnológicas americanas. Este funcionamiento en proyectos no es banal: la fijación de objetivos claros permite enfocar los esfuerzos de investigación, coordinarlos y complementarlos con nuevas líneas de investigación.

Mariana Mazzucato, economista icónica del mundo de la innovación, plantea que los sistemas de innovación nacionales tendrían que estructurarse bajo estos principios, con orientaciones a "misiones" que tengan como objetivo resolver problemas humanos. Un ejemplo claro de misión fue la llegada a la Luna, que integró miles de proyectos concatenados, enfocó los esfuerzos de investigación y generó nuevos conocimientos aplicados al espacio, materiales, textiles, alimentación, salud, y computación, entre otros. Por qué no enfocar los sistemas de innovación a combatir el cambio climático, acabar con el alzheimer o prevenir los cibercrímenes? DARPA trabaja con misiones específicas en inteligencia artificial, drones, regeneración de órganos amputados, reparación neuronal o robots. Sin olvidar su naturaleza de organismo de defensa: DARPA manifiesta que "el campo de batalla no es lugar para los humanos", anticipando futuros conflictos absolutamente cibernéticos y digitales.

"DARPA que tiene un presupuesto similar a toda la I+D pública y privada catalana manifiesta que "el campo de batalla no es lugar para los humanos", anticipando futuros conflictos cibernéticos y digitales"

Del mismo modo que la disrupción tecnológica es una constante en el mundo empresarial, la sorpresa estratégica está al orden del día en la geopolítica global. Los ataques en las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001 sorprendieron de nuevo a los EEUU, cuando un conjunto de aviones comerciales se convirtieron en armas de destrucción masiva de forma imprevista. El 2018, la crisis de Huawei desencadenó un nuevo episodio de sorpresa estratégica: EEUU constató de repente que, por primera vez, una potencia ajena, de otra naturaleza y régimen, controlaba una tecnología estratégica como el 5G, con una capilaridad que podía llegar a cualquier hogar americano. Y, mucho más recientemente, la irrupción de una plataforma digital anónima y descentralizada como Tsunami Democràtic en medio de un conflicto político en Catalunya, convirtiendo cada ciudadano inscrito en un activista capaz de actuar con lógica coordinada, es otro ejemplo de sorpresa estratégica.

La revolución tecnológica nos hará ver cosas que nos costarán de creer. No en balde, agencias como DARPA se nutren de escritores de ciencia-ficción (haciendo una especie de "consultoría del futuro") para anticipar los escenarios que venden.

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