Del FOMO al JOMO, del todo al nada

Vivimos en un mundo paradójicamente lleno de contradicciones. Para poner algún ejemplo, por un lado, están los amantes de la Coca-Cola y por el otro los amantes de la Pepsi, cada uno de ellos fieles a su marca. Se respetan, pero que no les digan de intercambiarse. O el otro gran ejemplo. Por un lado, tenemos la gran masa de incondicionales del ecosistema Apple/iOS, que muchos incluso han llegado a tildar de secta, y por el otro lado, tenemos la gran masa de usuarios de los sistemas Android. La cara y la cruz de una misma moneda. Y en este mismo sentido, pero en el ámbito sociológico, después del FOMO llega el JOMO. De la conexión permanente que nos provoca el FOMO, surge el JOMO o el placer de desconectar.

Es una obviedad que hoy las redes sociales forman parte de nuestra vida de la misma manera que ya lo hacen las plataformas de streaming, los móviles o las computadoras. Plataformas como Instagram, Facebook, X (anteriormente Twitter), YouTube, Spotify o TikTok han revolucionado nuestra manera de conectar e interactuar, y hoy en día son utilizadas por una de cada cuatro personas en todo el mundo.

"Después del FOMO llega el JOMO. De la conexión permanente que nos provoca el FOMO, surge el JOMO o el placer de desconectar"

Las redes sociales se han perfilado como un entorno en el cual formamos y construimos relaciones, configuramos nuestra propia identidad, nos expresamos y conocemos el mundo que nos rodea.

La incidencia más significativa del uso de las redes sociales se da entre los adolescentes de 16 a 24 años, una etapa crucial para el desarrollo emocional y psicosocial de las personas. Precisamente por esto, es absolutamente imprescindible una mayor comprensión del impacto que tienen estas redes sociales en los jóvenes, prestando especial atención a cómo pueden afectar su salud mental.

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El síndrome FOMO, del inglés Fear Of Missing Out, surgió en la década de 2010 y, aunque puede afectar a personas de cualquier edad, en términos generales impacta más a los jóvenes debido a la vulnerabilidad y particularidades propias de la adolescencia. Se trata de una especie de ansiedad social o trastorno adaptativo asociado a las nuevas tecnologías y a las redes sociales, haciendo referencia al miedo injustificado que experimenta una persona al sentir que se está perdiendo algo. Se relaciona con la necesidad incontrolable de estar constantemente conectado para no perderse nada de lo que sucede en el entorno virtual.

El Ministerio de Sanidad señala que el 80% de los jóvenes utiliza el teléfono de manera intensiva, y un 18% de los adolescentes lo hace de manera compulsiva, lo que agrava el riesgo de caer en la adicción y desarrollar conductas incluso agresivas.

Como era de esperar, la dependencia de las redes sociales incide negativamente en la salud mental de quienes la padecen, ya que los impulsa a comparar sus propias vidas con las vidas de aquellos que las exponen, vidas que con demasiada frecuencia rozan la perfección y que nada tienen que ver con la realidad. En definitiva, una dependencia que puede desencadenar un deterioro del bienestar emocional, la pérdida de la autoestima, sentimientos de frustración, ansiedad y tristeza.

"El 80% de los jóvenes usa el teléfono de manera intensiva y un 18% de los adolescentes de manera compulsiva, hecho que agrava el riesgo de caer en la adicción y desarrollar conductas incluso agresivas"

Una de las consecuencias de ver pasar la vida a través de la pantalla del móvil es que no vivimos lo que realmente nos sucede y podemos incluso desarrollar una disociación entre lo que somos y lo que aparentamos. La adicción hace que nos perdamos experiencias realmente valiosas. Y es ante esta pandemia de hiperconexión que irrumpe con fuerza el JOMO, una tendencia que cada vez suma más seguidores.

¿Cómo surgió el JOMO? El emprendedor y escritor estadounidense Anil Dash, un alto ejecutivo de la compañía Glitch, fue quien en 2016 popularizó el término JOMO en su blog como una opción para encontrar el equilibrio en su propia vida.

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El JOMO, del inglés Joy Of Missing Out, es una filosofía que apuesta por desconectar, por administrar mejor nuestro tiempo y experimentar la vida fuera de las redes sociales. Una exaltación a detenerse, a poner freno, a respirar y disfrutar de los momentos, incluso de los más pequeños y cotidianos, a abrazar a aquellos que tienes al lado, a tocarnos, a compartir, a reír, pero también a llorar y enfadarnos. En definitiva, disfrutar por el simple placer de hacerlo, sin que quede nada más allá de la memoria.

"Una exaltación a detenerse, a poner freno, a respirar y disfrutar de los momentos, incluso de los más pequeños y cotidianos"

No obstante, es esencial también adoptar una perspectiva equilibrada del JOMO. Una cosa es llegar al punto en el que ya no se experimenta ansiedad ante la posibilidad de perderse un evento, y otra bien diferente es cerrarse en casa y utilizar el JOMO como una excusa para el aislamiento social. Es necesario reconocer la importancia de la soledad y el descanso, pero también es crucial estar abierto a participar en actividades sociales que aporten valor, sin obligaciones, presiones ni ansiedad, por no poder asistir siempre.

En plena era digital, no se trata en ningún caso de demonizar las redes sociales ni la tecnología; sería desacertado y poco realista. Se trata de integrarlas en nuestras vidas de manera asertiva. Las redes sociales, los videojuegos... La tecnología, en definitiva, no se puede ni patologizar ni estigmatizar; no es un trastorno por sí misma. Debemos gestionar adecuadamente nuestro ocio digital desde una óptica constructiva y saludable. Ni todo ni nada. Equilibrio, siempre.

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