La frontera de los 100.000 millones de euros

Hace pocos días, durante una reunión con los directivos de una multinacional americana que se plantea invertir en Catalunya, uno de los responsables de la compañía me preguntó cuáles eran los activos del país que le destacaría para acabarlos de convencer para establecerse aquí. No me preguntaba datos concretos ni análisis detallados -más adelante los técnicos de la empresa ya elaborarán informes de análisis de riesgo y estudios profundos comparativos entre múltiplos variables-, me pedía qué dos o tres argumentos creía que encajaban mejor con la manera de ser de los catalanes, argumentos que nos definían mejor como país.

Es una pregunta que nos hacen habitualmente en este tipo de reuniones, y si no sale en la conversación, evidentemente la provocamos nosotros. En todo caso, la respuesta la tuve clarísima. Para mí, uno de los principales indicadores del progreso de un país, de su industria, que muestra mejor el talante de la gente, la cultura, la mentalidad y la manera de hacer negocios (y en definitiva, de entender la vida) es al grado de internacionalización. Lo es a nivel tangible -las empresas que exportan tienen que ser a la fuerza innovadoras, ágiles y resilientes- y conceptual: un país abierto en el mundo es un país abierto al progreso, a las ideas de fuera, al talento, al conocimiento. Pocas palabras definen mejor Catalunya.

Més info: El ADN internacionalizador de las empresas catalanas

En un contexto cada vez más complejo con el aumento de las políticas proteccionistas, la rotura de las cadenas de valor globales o las tensiones geopolíticas, puede haber empresas que se pregunten si es el momento de empezar a exportar, si no lo hacen, o invertir para diversificar mercados y aumentar su presencia en el exterior, si ya tienen presencia en el extranjero. La respuesta es clara: sí, es el momento, pero no del mismo modo que hace cinco años. Las estrategias de internacionalización tienen que pasar por la apuesta por los canales digitales, la incorporación del criterio de sostenibilidad como vector competitivo, el establecimiento físico en el extranjero mediante la apertura de filiales para estar más cerca de clientes y proveedores y la preparación para adaptarse a nuevas disrupciones en el comercio internacional, que seguro que aparecerán.

Las ventas en el exterior ya equivalen al 35% del PIB catalán

Estadísticamente, el punto de partida es el mejor de nuestra historia. En los últimos 10 años, las exportaciones catalanas han crecido de manera ininterrumpida -a excepción del 2020 debido al confinamiento provocado por el covid-19- y acumulan un crecimiento del 61% en este periodo. De hecho, las ventas al exterior ya equivalen al 35% del PIB catalán, una ratio superior a la de países de dimensión similar como Dinamarca, Suecia, Portugal o Finlandia. Recuerdo que el directivo de la multinacional con quien me reuní se apuntó este comentario.

Las previsiones que hacemos desde Acció para este 2023 concluyen que las exportaciones crecerán este año un 5% -por encima del 0,8% estimado por la Organización Mundial del Comercio (OMC) para el conjunto del comercio exterior mundial- y que estarán lideradas por la automoción, la química y los productos farmacéuticos. Dicho de otro modo: las previsiones confirman que las exportaciones de las empresas catalanas se consolidan como el principal motor de crecimiento de la economía catalana. Esto quiere decir que podemos acabar este 2023 superando, por primera vez en la historia, la frontera de los 100.000 millones de euros exportados en un año.

Desde el Govern somos plenamente conscientes de la importancia estratégica de la internacionalización. Además de apoyar en destino mediante la red de 40 Oficinas Exteriores de Comercio y de Inversiones de Acció al mundo (que este año celebran los 35 años de historia) y diseñar nuevas ayudas para acompañar las empresas en sus procesos de internacionalización (acabamos de lanzar una nueva ayuda de promoción internacional con ayudas de hasta 15.000 euros por empresa y una línea para facilitar la apertura de filiales en el extranjero), queremos poner en valor el sector exterior catalán. Queremos reconocer los miles de export managers de las pymes y compañías catalanas que duermen pocas horas, dominan cinco idiomas, queman pasaportes y conocen los aeropuertos de medio mundo como si fueran casa suya. Profesionales con una vocación que sitúa a Catalunya en el mundo y que contribuyen de manera destacada al progreso de toda la sociedad.

Es lo que hemos estado explicando estos días en el marco de la Semana de la Internacionalización organizada por Acció, el evento anual de referencia para las empresas con proyectos de expansión internacional. Hemos querido ofrecer respuestas, herramientas y apoyo para que los export managers catalanes encuentren nuevos clientes extranjeros, aumenten sus redes de distribuidores, abran filiales y empiecen a exportar a nuevos países. Si crecen sus proyectos internacionales, crece la empresa. Y si crece la empresa, crece Catalunya.

Con estas reflexiones dimos por cerrada la reunión con los directivos de la empresa americana. Repasamos otros datos, estadísticas y proyectos de la compañía. Pero después de encajarnos las manos y emplazarnos a seguir en contacto, no pude evitar despedirme recordándoles que cuando la compañía abriera su fábrica en Catalunya, seguro que las exportaciones catalanas ya habrían superado la frontera de los 100.000 millones de euros.

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