Incertidumbres, certezas y superhéroes

El próximo lunes más de un millón y medio de escolares empezarán un nuevo curso escolar. Un curso escolar que empieza en medio de una pandemia y que viene precedido por un final de curso que no fue; tres meses de confinamiento y de curso no-presencial donde educadores, padres y alumnos nos vimos obligados a aprender muchas cosas y a desprender muchas otras en un entorno con pocas certezas y mucha incertidumbre. Y el lunes no será diferente. Suerte que no estamos solos, una pandilla de superhéroes nos ayudarán.

Incertidumbres

Quizás peco de osado diciendo que el lunes empieza el nuevo curso. Probar a adivinar el futuro es poco agradecido, especialmente cuánto depende de la conducta humana. A partir de esta incertidumbre tendríamos que intentar averiguar la probabilidad de que una vez iniciado el curso se pueda desarrollar con normalidad. Me consta que el Departamento de Educación y las direcciones de centros escolares han previsto toda una serie de medidas: contratación de hasta a 8.192 profesionales, reducción del número de alumnos por grupo, separación dentro del aula, obligatoriedad de llevar mascarilla, entrada escalonada, circuitos de circulación dentro de los centros, separación por grupos en el patio, desinfección periódica de lavabos, gel en las aulas y controles de temperatura, entre otras medidas preventivas.

Pero todas estas medidas no reducen las probabilidades de contagio a cero. De hecho aunque las pudiéramos acercar a cero tendríamos que estar preparados. En general, no nos tendríamos que guiar por las probabilidades de que un acontecimiento pase sino por las consecuencias que tiene si pasa, en nuestro caso la consecuencia es la supresión de las clases presenciales. Lo que nos aboca a la incertidumbre tecnológica.

En ausencia de presencia física, la presencia digital es la única que nos permite funcionar como sociedad. ¿Hay bastantes recursos digitales para todos los alumnos que eventualmente se contagien? ¿Tienen los educadores suficientes conocimientos en los ámbitos de las tecnologías que hacen falta? ¿Los saben transmitir a los alumnos? Si fuéramos capaces de cancelar todas estas incertidumbres de la ecuación —suficientes recursos tecnológicos y humanos para afrontar el reto— todavía nos quedaría el reto de la incertidumbre social.

"¿Hay bastantes recursos digitales por todos los alumnos que eventualmente se contagien?"

A raíz del confinamiento el Departamento de Enseñanza hizo un esfuerzo ingente por proveer de ordenadores, tablets y conectividad a familias con necesidades digitales para que pudieran seguir las clases por vídeo. Pues bien, resulta que si tienes una conexión bastante rápida para seguir las clases, también la tienes para jugar al Fortnite, ver Netflix y subir vídeos a Tiktok. Me consta de centros de alta complejidad que tuvieron que hacer frente a un absentismo digital elevado mientras que los datos de las tablets eran utilizadas por los padres para ver series o por los hermanos mayores para jugar al Fortnite. Las habilidades digitales estaban, pero no para dedicarlas al aprendizaje formal.

Certezas

Certezas tenemos pocas pero son firmes. La más firme es que estamos en pandemia. Ni recaída, ni reanudación, ni nueva normalidad, ni otros eufemismos. Si en marzo había un virus rondando y estábamos en situación de pandemia, ahora también (recordemos que nos tenemos que centrar en las consecuencias y no en las probabilidades). La otra certeza que tenemos es que a pesar del gran esfuerzo el último trimestre del curso pasado de padres y educadores, no fue suficiente: la nota que sacamos entre todos es que "necesita mejorar".

La otra certeza es que las vacunas funcionan. Recientemente se ha erradicado la poliomelitis en África y no se ha hecho con hierbas, remedios de la abuela o invocaciones a abrazarse; se ha hecho con una vacuna. Y el coronavirus actual se acabará cuando haya una vacuna, el segundo mejor remedio mientras tanto —también lo sabemos— es "distancia, manos, mascarilla".

Y relacionado con la certeza anterior también tenemos la certeza absoluta que hay padres que son imbéciles. El otro día en la reunión de padres de alumnos que empezarán 1º de ESO a la que asistí ya había quién cuestionaba la obligación de llevar mascarilla todo el rato mientras enviaba al chat enlaces a webs de charlatanes de la estevia y del dióxido de cloro. El término imbécil se empezó a usar en psiquiatría para denotar a personas con escasas luces y también para un tipo de comportamiento criminal. Este tipo de padres, hoy, encajan con las dos definiciones.

Superhéroes

Pero no os preocupéis, para luchar contra todas estas certezas e incertidumbres no estamos solos. Hay una clase de superhéroes que no salen en los cómics ni en las películas de Marvel, que como ellos tienen una identidad secreta, que viven entre nosotros, tienen apariencia humana y tienen nombres como Anna, Roser, Pedro, Pilar, Josep, Conxita o Maria José. Tienen los superpoderes de la súper-paciencia infinita, de la multilocación, de los súper-conocimientos, de los súper-valores del Capitán Lechuga, del super-oído (pueden identificar el último éxito de reggaetón o de trap en un móvil a cincuenta metros en el patio) y de cosas que ahora me callo.

Por si estos superpoderes os parecen pocos este curso han añadido el de visión térmica, el de súper-circulación-por-espacios-comunes, y el de súper-aprendizaje híbrido y mil superpoderes más que aún no saben que tienen. El de identificar padres imbéciles no lo pongo en la lista porque no es ningún superpoder; está al alcance de cualquiera.

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