Educad pronto las tostadoras en las letras

Si no visteis el Llenguaferits en el 30 minutos de domingo paradlo todo y volved cuando hayáis acabado. El programa exponía la debilidad del catalán frente a una lengua global como el castellano y cómo pierde la batalla del uso en algunos ámbitos. El reportaje contaba con las aportaciones de calidad de escritores, filólogos, científicos y activistas culturales.

Hinojo: "Yo a mi tostadora le quiero hablar en catalán"

Una de estas fue la del activista cultural, viquipedista, expintor del edificio de la UPF de Glòries y Director Digital del Institut Ramon Llull, Àlex Hinojo. Àlex mostró su preocupación por el hecho que los aparatos con los cuales nos comunicamos con la voz no entiendan el catalán:

"Empezamos a hablar con la lavadora, con la nevera, con la máquina de calentar el pan. Le dices 'hola, ponme unas tostadas'. Y por qué lo tenemos que hacer en castellano esto? (…) yo a mi tostadora le quiero hablar en catalán. Y que mis hijos entiendan que a las máquinas también les podemos hablar en catalán. Este es uno de los retos".

30 minutos es uno de los muchos programas de TV3 que tiene un fuerte directo social —se ve por la tele y por redes sociales a la vez— y la experiencia de ver el programa en directo con Twitter en la segunda pantalla enriquece el debate. Y la tostadora de Hinojo se convirtió en un meme, bendecido meme!

En nada el debate en Twitter explotó alrededor de la #tostadora. Quién reafirmaba la tesis que el catalán retrocede en el ámbito tecnológico, quién hacía broma hablando de qué nivel de catalán tenían que tener, quién lo criticaba y obviamente quién aprovechaba para insultarlo directamente (supremacista [sic] uno de los hits). Me he entretenido en mirar los usuarios más maleducados en la red y la mayoría están cortados con el mismo patrón: perfil de reciente creación o creado hace tiempo pero que no ha empezado a tuitar hasta ahora, nombre falso, foto de perfil no identificativa, pocos seguidores y todo tuits de respuesta insultando a personajes públicos o medios de comunicación.

"Una lengua que no sirva para hablar con una tostadora no servirá tampoco para dar instrucciones al asistente de voz, ni al coche autónomo, ni al robot asistencial, ni al profesor de matemáticas virtual"

En cambio, lo que no he encontrado entre los críticos es ningún experto en inteligencia artificial, en procesamiento de lenguaje natural (NLP), en síntesis de voz, en aprendizaje máquina o en computación ambiental. Tampoco entre los periodistas de medios sensacionalistas digitales, que recogían el corte en las secciones de "Política" y "Proceso independentista catalán". Este es el marco.

El debate es mucho más profundo de lo que los expertos de sofá nos quieren hacer creer. El móvil que llevamos en el bolsillo es la última iteración de la máquina más compleja y con más poder transformador de lo que nunca hemos construido: el ordenador. La Playstation que tenéis en la sala de casa es tan potente como el MareNostrum de hace diez años y un teléfono inteligente de última generación tanto como el superodinador más potente del mundo de hace veinte años. Siguiendo la evolución exponencial de la computación no hay que ser Nostradamus para ver que la próxima iteración del móvil (ordenador) es su desaparición; nada es ordenador y todo es ordenador. Los vestibles, el coche inteligente, la casa inteligente, la ciudad inteligente son los ordenadores del futuro inmediato. No nos daremos cuenta que están pero sí de cuando no funcionen cómo queremos.

Hay toda una rama de la computación llamada "computación ubicua" que se dedica a estudiar la integración de la computación en el entorno de la persona. También se conoce como inteligencia ambiente. A medida que desaparecen mecanismos artificiosos sobre relacionarnos con el entorno digital (ratones, pantallas, ventanas, iconos, etc.) las interfaces naturales cogen más importancia. Nuestros movimientos, nuestros datos biométricos o nuestra voz son mecanismos naturales que nos facilitan la relación con la tecnología: consolas que detectan nuestros movimientos, móviles que se desbloquean con la cara y asistentes de voz que responden a nuestras órdenes de voz. En este último ámbito, como todos en los que participa el catalán sacado de la radio, nuestra lengua tampoco lo tiene nada bien. De los sistemas de reconocimiento de voz más populares (Siri, Alexa, Cortana) ninguno no entiende el catalán. Actualmente la presencia del catalán en este ámbito es tan residual como lo es en el cine, en los videojuegos o muy especialmente en YouTube y las plataformas digitales.

Weinreigh: "Una lengua es un dialecto con un ejército y una marina"

Podemos elegir de forma militante ir a un cine a 40 kilómetros de casa para ver Toy Story 4 en catalán, no mirar YouTube o darnos de baja de Netflix, pero de aquí muy poco no podremos elegir no comunicarnos por voz con el coche, con el termostato o con la tostadora. Del mismo modo que nadie nos preguntó si queríamos que nuestro ocio, nuestro trabajo y nuestra vida personal pasaran por un móvil, nadie nos preguntará si queremos que pasen por la próxima iteración de los ordenadores, los ordenadores invisibles.

Una lengua que no sirva para hablar con una tostadora no servirá tampoco para dar instrucciones al asistente de voz, ni al coche autónomo, ni al robot asistencial, ni al profesor de matemáticas virtual de nuestras hijas. La desaparición de la lengua seguiría el ritmo exponencial de adopción de la tecnología y este vez empezaría en la cocina de casa. El precio de no hacer nada es la irrelevancia digital y por lo tanto social del catalán, y la paradoja es que nos lo habremos hecho nosotros mismos con la sonrisa de la modernidad.

En diciembre de 1943 el sociolinguista jiddish Max Weinreich escribía "una lengua es un dialecto con un ejército y una marina" ("a shprakh iz a dialekt mit an armey un flot" en el original jiddish), un adagio humorístico con una fuerte crítica sociopolítica. Después de la intervención de Àlex Hinojo en Llenguaferits creo que podemos escribir "un idioma es un dialecto que entiende la tostadora" sin perder ni un poco de humor ni de crítica.

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